Cuando las
tropas aliadas desembarcaron primero en Sicilia (1943) y posteriormente en la
bota italiana, el país quedó dividido en dos partes: el Norte y el Centro
estaba ocupado por las tropas alemanas, apoyadas por los fascistas italianos,
mientras que en el Sur las fuerzas aliadas intentaban llegar a Roma y así
liberar de una vez la península. En este estado de cosas el papa Pio XII, al
ver como los judíos y los opositores al régimen era perseguidos y exterminados,
se puso en contacto con Giovanni Montini (futuro Pablo VI) quien le sugirió hablar con el cineasta
Vittorio de Sica para que el Vaticano le financiara una película titulada: La Puerta del Cielo.
Curioso encargo
en tiempos de guerra. En sí el guión era de lo más sencillo y simple: un grupo
de enfermos y mutilados que deciden acudir al santuario de Loreto en tren para
conseguir el favor de la virgen. Pero detrás de esta idea se escondía una
tapadera salvífica. De Sica tenía órdenes de emplear al mayor número de personas
que en ese momento fueran objeto de persecución, ya fueran judíos, comunistas u
opositores, para que actuaran o trabajaran en la película y de ese modo se
pudieran salvar. El film se rodó íntegramente dentro de la Iglesia de San Pablo
para que todos los que actuaban en ella permanecieran allí dentro a salvo de
las incursiones de la Gestapo. Pio XII también había mandado al director que
dilatase el rodaje todo lo que pudiera a la espera de que los aliados entrasen
en Roma, cosa que se produjo el 4 de Junio de 1944. La película costó alrededor
de 40.000 dólares y se estrenó al año siguiente fracasando de manera estrepitosa
en taquilla, aunque a cambio sirvió para que se salvaran 300 personas que de no
ser por el Papa y el director italiano,
Vittorio de Sica, no hubieran sobrevivido.