Si uno observa
una fotografía de Hitler durante la Primera Guerra Mundial se dará cuenta
enseguida que en aquellos años el dictador alemán no llevaba su famoso bigote
en forma de cepillo. Al revés, era más frondoso llegando incluso a tener hasta puntas.
Pero algo debió de pasar durante el conflicto para que Hitler se lo recortara
hasta quedarlo un poco más grande que la yema de un pulgar. Este enigma nos lo
cuenta uno de sus correligionarios en aquellos años llamado Alexander Frey
quien asegura en unos escritos que a la hora de ponerse las máscaras antigás la
dimensión del bigote impedía a Hitler colocársela de manera adecuada. Así pues
uno de los oficiales le ordenó que se lo recortara todo lo que pudiera. Y así
lo hizo, quedándole una mota de pelo encima del labio superior. ¿Quién iba a
decirle que años después aquel bigotito iba a hacer furor entre sus
admiradores? De todas maneras el nuevo estilo de bigote no le impidió quedarse
casi ciego en 1918 durante un ataque de gas mostaza.