sábado, 16 de mayo de 2020

DESERTORES. LOS ESPAÑOLES QUE NO QUISIERON UNA GUERRA CIVIL – Pedro Corral



En verdad es dificilísimo castigar a hombres que están en el frente porque, a menos que se les mate, es difícil conseguir que se sientan peor de lo que ya se sienten.
(George Orwell en Homenaje a Cataluña)

Las visiones más simplistas que se tienen de la Guerra Civil Española (1936- 1939) nos presentan a un país totalmente en armas. Una persona, sea de una ideología o de otra, rojos o blancos, nacionales o republicanos, “los de un lado o los de otro”, pensara como pensase siempre llevando consigo  un fusil al hombro y siempre con la idea fija de machacar al contrario. Todos contra todos. Hermano contra hermano. Ese es el mensaje que, repito, los más simplistas nos han vendido de la lucha fratricida que desangró nuestro país durante aquel verano que duró tres años. Que nos matamos unos a otros como borregos es cierto y que durante los años previos a la guerra hubo una fuerte polarización de mentalidades también es verídico, pero tras leer el libro de Pedro Corral que tengo entre las manos, Desertores (Almuzara 2017), ya no tengo muy claro que el mensaje que lanzaba la propaganda de ambos bandos acerca de una nación en armas, todos a una como Fuenteovejuna, sea tan cierta, ya que en verdad hubo una tercera España, y no hablo de la política, sino de las personas que no quisieron guerrear , que vieron que aquello no tenía sentido, y que se vieron atrapados en aquella vorágine de trincheras y odios seculares.

En un principio podemos decir que en contra de los cartelones del bando republicano y nacional no hubo ni tanta afiliación como parece ni fue tan entusiasta como se nos presenta. Dos estudiosos de la Guerra Civil Española como Michael Seidman y Michael Alpert comentan lo siguiente: el primero que “en ninguna de los dos zonas las “masas” iban voluntariamente a luchar”; mientras que el segundo, Alpert, asegura que “Las Milicias no pueden ser descritas como “la nación en armas””. Así pues, quitando los voluntarios o fanáticos que se lanzaron en primer momento a apuntarse al reñidero español, la gran mayoría lo hicieron de manera forzada y atendiendo a la zona geográfica donde les encontró el conflicto. Atendamos a las duras y frías cifras que nos presenta Pedro Corral para ejemplificar este hecho. Según parece en 1936 habría alrededor de 24 millones de españoles censados. A finales de ese año solo se habían apuntado alrededor de 100.000 voluntarios republicanos frente a los 120.000 del bando sublevado el 18 de Julio. Los demás eran reclutas forzosos. O sea que nos encontramos con una cifra bastante flaca. Es más, durante la guerra la República utilizó unos 26 reemplazos que oscilaban entre los 18 a los 44 años, mientras que bajo el mando del general Franco se utilizaron 15  que también oscilaban entre los 18 y los 33 años. Es decir que si sumáramos todos estos reemplazos tendríamos 5 millones de soldados, pero sin embargo se sabe que en total ambos ejércitos utilizaron la mitad, 2.500.000. ¿Dónde están los demás? Parece como si se hubieran volatilizado, o que hubiera un tercer bando invisible pululando por la Península sin saberse dónde. ¿O es que acaso uno de cada dos personas llamadas a filas no acudió a la leva? Esto último es lo más correcto.

Como se puede ver, acudir a filas o patearse media España portando un arma ya no parece tan alegre y motivador. Pero volvamos a lo de la cuestión geográfica. Esta es, y coincido con el autor, la clave principal de la Guerra Civil. Desde sus comienzos España quedó casi partida en dos lados. Por un lado los sublevados y por otro los territorios que fueron fieles al gobierno legalmente establecido. Según donde le tocara a uno en suerte estar en ese momento se te asignaba la filiación, y si por desgracia no era a la que uno pertenecía ideológicamente o bien se escondía o se intentaba pasar “al otro lado”. Es por ello que la gran mayoría de soldados y reclutas llevados al frente no tuvieron libertad de escoger bando. Mientras que muchas historias de la guerra nos muestran que quienes caían en bando republicano eran fieles a la republica y quienes caían en zona nacional era fascista de nacimiento, el libro de Pedro Corral lo desmiente de principio a fin. Y esto muestra claramente muchas situaciones paradójicas como que había gente que estaba disparando en una trinchera mientras sus familiares eran fusilados en su propia retaguardia, o que había unidades en las que había más bajas debido a las muertes producidas al detener a los desertores que se querían pasar a la zona contraria, e incluso el gran número de soldados que se auto mutilaban (tiro en el pie, en la mano…) para no tener que combatir. Para toda esa gente que no quería luchar la guerra se convirtió en todo un infierno de sin razón.

No podemos hablar de cobardes que tuvieran miedo a un fusil o una granada, sino de personas que se encontraban en el lugar equivocado o que no deseaban mal alguno al contrario. Desertores, nos describe un gran número de historias personales y entrevistas sobre como muchos soldados eran reclutados a la fuerza, y los motivos que tuvieron para pasarse al bando enemigo por razones ideológicas o simplemente para estar con sus familiares; cómo prepararse la fuga, las formas de hacerlo, los modos de librarse de la leva forzosa de turno, y cómo eran represaliados si eran atrapados ya fuera mediante un tiro por la espalda de las avanzadillas que hubiera al otro lado de la trinchera, o a través de un fusilamiento en una tapia cercana, y si se tenía más suerte ser enviado a un campo de trabajo hasta el final del conflicto. A través de la lectura podemos ver el abundante número de deserciones que había, la confraternización en tierra de nadie y el intercambio de productos de un lado y de otro convirtiéndose muchas veces aquel terreno en una auténtica romería entre trincheras (solo en nuestro país se podría producir este hecho) en donde los hermanos se saludaban, los primos echaban un trago juntos y los padres e hijos se abrazaban. E incluso había veces que hasta había deserciones exprés en las que los fugados dejaban una carta explicando que no eran traidores y que solamente iban al pueblo de enfrente a ver a la familia y volvían en unos días. Un ejemplo de carta en el frente de Extremadura dejada por un soldado nacional a sus compañeros:
                
 Señores no creáis que me voy porque me gusta aquello. Me voy a ver a mi familia si no me matan y traerme a mis hermanos los dos. Muchísimas gracias por lo bien que los habéis hecho conmigo, bastantes años de salud os dé Dios. Y el Capitán y Alféreces que son muy buenos. Arriba España. Viva Franco que es el que tiene que triunfar y vivan todos los soldados de España. José Gil Fernández. Soldados no pasarse que yo me voy a ver a mi familia.

Como se puede ver cada uno tenía un motivo para no quedarse donde estaba. Como ya les he dicho un libro muy humano en el que veremos formas increíbles de librarse de ser llevado al frente; la incertidumbre de aquellos que se querían fugarse y como organizaban su huida siempre ojo avizor por si eran pillados; y sobre todo, entre historias trágicas, chuscas y aquellas que nos harán soltar una sonrisa cómplice, el autor nos desmitificará muchos puntos que teníamos sobre cómo fue la Guerra Civil Española y la gran desgracia que tuvieron que soportar aquellos que se evadían y las consecuencias posteriores que sufrieron sus familias.