domingo, 13 de noviembre de 2022

EL PASTOR QUE INCENDIÓ UNA DE LAS MARAVILLAS

 

Existen muchos motivos por el que se destruyen los monumentos y las obras de arte. Por cuestiones bélicas, por odios, notoriedad con la que ganar fama y posteridad, locura, amor desmedido… son ingentes las causas de por qué se han destruido o mutilado la creación del hombre a lo largo de la Historia. Un ejemplo de ello fue lo que ocurrió en el año 356 a. C en la localidad de Éfeso en Asia Menor. En aquel entonces esta ciudad era un lugar vivo, boyante, lleno de numerosos templos entre los cuales destacaba el de Artemisa, que con sus 115 metros de largo, 55 de ancho y 18 de altura era sin lugar a dudas uno de las Siete Maravillas de la antigüedad. Tenía alrededor de 127 columnas y estaba decorado con todo lujo de materiales, desde brillantes mármoles a ricos cedros del Líbano. Y enfrente de él un patio presidido por una estatua de la diosa cazadora a la que rendían culto cientos de peregrinos quienes a su vez dejaban grandes divisas a la ciudad.

Pero cuenta la leyenda que una noche un pastor del lugar llamado Erostratro, no se sabe muy bien el motivo de si por conseguir la inmortalidad o bien porque había sido rechazado como sacerdote de la diosa decidió prenderle fuego al templo. Con mucho sigilo se introdujo dentro del recinto y acercó una tea encendida al tejado prendiéndose muy pronto el interior del techo y las columnas hasta que todo el edificio colapsó. Acto seguido Erostratro fue atrapado y ejecutado por incendiario y sacrílego, además de ordenarse, también bajo pena de muerte, que nadie pronunciara nunca el nombre del pirómano (damnatio memoriae) con el fin de que no se supiera quién fue el responsable de tal infamia e incitara a otras personas a imitar sus acciones. Pero aunque se intentó borrar su nombre, ocurrió totalmente lo contrario y tiempo después todo el mundo supo quién había sido y su terrible acción quedó reflejada hasta en los escritos, como por ejemplo los del historiador Teopompo.

Aun así también hubo personas, hasta celebridades del momento, que no creyeron la versión oficial de las autoridades de Éfeso. Aristóteles cree que fue un rayo y otros opinan en cambio que fueron los propios sacerdotes quienes incendiaron el templo para construir otro mejor, un tercero (el que había sucumbido a las llamas era el segundo porque el primero había sido destruido por una inundación) más grande y más lujoso que el anterior. Como se puede ver hubo opiniones de todo tipo.