miércoles, 17 de agosto de 2011

UNA BOMBA DE BODA



Aquel 31 de Mayo de 1906 fue un día feliz y triste a la vez. Una fecha de vino y rosas teñida de la sangre de los inocentes. Se producía en la capital de España uno de los eventos de año, la boda entre su majestad Alfonso XIII y la peculiar Victoria Eugenia de Battenberg. La comitiva real se trasladaba desde la Iglesia de los Jerónimos hasta el Palacio Real rodeada del amor de sus súbditos y los aplausos de las gentes que miraban con ojos asombrados al par de tortolitos que acababan de casarse. Todo trascurría entre risas y buenos deseos pero al llegar al numero 88 de la calle Mayor todo cambió a una pesadilla de muerte sin sentido.

Al llegar al número indicado, alguien tiro desde un balcón un ramo de rosas delante del cortejo nupcial. Nadie podía sospechar que entre aquellas flores había una bomba que tenia la intención de matar a los reyes de España. El estallido fue inmenso produciendo un tumulto impresionante de carreras, empujones y gritos de dolor. El resultado fueron 23 muertos y 100 heridos. La pareja real salió ilesa debido en gran parte al traje de la novia que sirvió como chaleco antibalas ya que la cola del vestido media unos tres metros y en ella se incrustaron cristales, astillas y metralla de la bomba. Pero lo que nunca olvidarían Alfonso y Ena era la cascada de sangre que les tiñó el rostro y los trajes de boda. Un velo de muerte se ciño en torno a ellos.

Rápidamente la policía comenzó la caza del asesino que había perpetrado tan horrible acto terrorista. ¿Quién había sido? ¿Quién había tenido la osadía de matar a tanta gente inocente? Aquel asesino tenía un nombre, Mateo Morral. Era una persona imbuida por las ideas anarquistas de Bakunin y para lograr imponerlas a la sociedad decidió llevarlas hasta el extremo. Días antes, Mateo había viajado desde Barcelona para efectuar el atentado en Madrid. Justamente en el tren había encontrado un periódico, El Imparcial, el cual publicaba el siguiente anuncio:

Cedo habitación para estas fiestas. Calle Mayor, 88. Cuarto derecha.

Una ocasión única se presentaba ante sus ojos. Rápidamente decidió alquilarlo pero alguien ya se había adelantado antes. Esa contrariedad no le impido a nuestro criminal poner el dinero por delante y pagar 25 pesetas por adelantado. El casero acepto gustoso. Los días previos los pasó organizando el atentado y construyendo la bomba adquiriendo los elementos en diferentes ferreterías para no levantar sospechas. Como parecía que todo iba bien, la víspera de la boda se permitió un capricho y acudió a la Puerta del Sol a tomarse una horchata justamente donde se celebraba la famosa tertulia literaria de Gómez de la Serna, Pío Baroja, Azorín o Valle Inclán. Curiosamente en aquel ambiente culto y tranquilo Mateo Morral sostuvo una acalorada discusión con el pintor Leandro Oroz pues este último sostenía que los anarquistas eran unos muertos de hambre y unos asesinos. Mateo se enfado bastante, se levanto de la silla del establecimiento e identificándose como anarquista militante le cogió de la pechera y le dijo de manera violenta:

-¡Usted se calla si no quiere que le rompa la cabeza!

Y como vino se fue a su habitación tranquilamente. El día de la boda se levantó a las 11 horas… y lo demás ya es historia sangrienta. Parecía que había conseguido librar a sus perseguidores cuando dos días después, harapiento y agotado el joven Mateo Morral fue reconocido en un ventorro de Torrejón de Ardoz. Denunciado y viéndose rodeado por la Guardia Civil, se descerrajó un tiro en el pecho. Eso sí, siendo como era no se fue de este mundo sin antes llevarse por delante la vida de otros dos inocentes agentes.

Aquel no fue el último intento de atentado que sufrió Alfonso XIII, pero este de la Calle Mayor fue el que más recordó durante toda su vida acudiendo cada noche a sus frías pesadillas.