Quince días
después de la muerte de un Papa se reúne el cónclave vaticano. Su nombre
proviene del latín cum clave (bajo
llave) y en ella cardenales de todos los lugares del mundo se reúnen a puerta
cerrada, en secreto, para elegir a la persona que calzara en un futuro las
sandalias del pescador y acabar de esta manera con el periodo de sede
vacante. Puede ser elegido cualquier
purpurado, y si no hubiera otro remedio un católico, varón que fuera sacerdote
o no mediante aclamación popular. La historia de los conclaves a través de la
historia ha sido muy compleja y llenaría varios libros contarla
pormenorizadamente. Pero lo que nos interesa aquí reseñar es que el Papa que
organizó y sistematizó el cónclave moderno fue el Papa Gregorio X ya que las
reuniones anteriores durante muchísimo tiempo. Tantos eran los intereses que
estaban en juego. Con decirles que la elección de nuestro protagonista duró
hasta ¡tres años! Para evitar estas demoras tan escandalosas el nuevo Pontífice
ideó un sistema rígido para que no se volvieran a repetir estas situaciones. Primeramente
ordenó que los príncipes de la iglesia fueran encerrados en un palacio y que no
salieran de allí hasta que eligieran un nuevo Papa. Si después de tres días no
se había producido ninguna elección pasaban a recibir un solo plato de comida
al día durante cinco jornadas. Y si pasado ese tiempo tampoco pasaba nada solo
se les podía hacer llegar pan y agua. Más les valía ser rápidos.