miércoles, 15 de octubre de 2014

LAS CABEZAS DE JAÉN



Una de las características más famosas deL nacionalsocialismo alemán fue la búsqueda de una raza perfecta, la aria, de la que supuestamente descendían todos los germanos. Cualquier hilo de investigación justificaba sus alocadas ideas y es por eso que la organización Ahnenerbe, que se encargaba de estas búsquedas, enviaban continuamente a cualquier rincón del mundo a expertos nazis con el fin de corroborar estos posibles orígenes. Uno de estos viajes lo hicieron al interior de Andalucía, en concreto a Jaén, para averiguar si existía alguna conexión entre los colonos alemanes que se habían asentado en el siglo XVIII por aquella zona y los contemporáneos.

Los científicos teutones, al llegar allí, idearon todo un sistema para hacer las comprobaciones pertinentes, y para eso necesitaban estudiar el cráneo de todos los jienenses posibles. Pero claro, éstos no lo iban hacer por amor al arte, así que tuvieron que anunciar que quienes se dejaran estudiar les pagarían cinco pesetas de la época. La noticia corrió como la pólvora: ¡unos científicos daban dinero porque a uno le dejaran medir la cabeza! Cientos de personas, muchas de ellas hambrientas, se presentaron ante la puerta y a quien dice que la cola de generosos voluntarios daba varias vueltas al edificio. Y es aquí donde aparece la eterna picaresca española. Rápidamente empezaron a aparecer hermanos gemelos o trillizos hasta debajo de las piedras, y claro está los demandantes exigían el doble y el triple porque le dejaran tocar la cabeza… que casi siempre era la misma pues todos se ponían continuamente a la cola nada más salir.

Los alemanes, que tontos no eran, pronto empezaron a sospechar algo, por lo que al día siguiente exigieron además que todos los peticionarios llevaran consigo alguna partida de bautismo para comprobar quienes realmente eran y que en verdad eran de aquella zona. Pero esto no contrarió a los jienenses que inmediatamente encontraron el medio para solventar este problema. La solución fue muy sencilla: sobornar a algún cura o sacristán para que les hiciera o bien partidas de nacimiento duplicadas o bien que cambiara solamente el nombre y los apellidos del bautizado. En resumidas cuentas, todos salieron contentos: los habitantes de Jaén se llevaron un buen pellizco por dejarse medir el cráneo y los científicos alemanes se fueron felices creyendo que habían hecho un buen trabajo.