jueves, 14 de abril de 2016

EL PERFIL DEL INFINITO - Víctor San Juan



Primus circundedisti me

Parecía que aquel 9 de Septiembre de 1522 todo iba a ser igual en el puerto de Sevilla. Era un día medio nublado, con probabilidades de lluvia, feo, y en que los marinos y pescadores de la zona se iban a hundir en la monotonía diaria. Pero de pronto, una de las mujeres que zurcen las redes de sus maridos se levanta y llama a los demás haciéndoles ver que ha llegado un barco destartalado a la bocana del mismo Arenal. Y para pasmo de curiosos, comienzan a bajar por la pasarela una serie de sombras que antaño fueron hombres de mar. Se trataba de 18 tripulantes, harapientos, que nada más llegar a tierra se tiran al suelo y lo besan con fruición. Un rumor  se extiende por toda la ciudad: ¡acaban de llegar los heroicos marinos de la Flota de las Molucas! Aquellos muchachos que hace tres años, otro día de Septiembre como aquel, partieron de Sanlúcar de Barrameda, allá en Cádiz, en busca de la inmortalidad. Entonces  estaban comandados por la figura titánica de Magallanes, pero, para pasmo de los incrédulos que abarrotan el puerto,  ahora aquella grey desnutrida tiene como capitán a un desconocido Elcano. Días después, la noticia llega a los cuatro puntos cardinales de España y todo el mundo sabe que aquellos hombres han logrado la increíble hazaña de dar la vuelta al mundo. ¡Los primeros en hacerlo! Y es que entonces parece que no hay nada que pueda frenar el ansia de poder y gloria del Imperio español.

Pero aquello no fue un hecho aislado... 
Durante trescientos años los españoles se convirtieron en los señores del Océano Atlántico  y lograron al mismo tiempo que el propio Pacífico fuera conocido por muchos como el Lago Español. El Imperio era el verdadero señor de las olas. Y para completar esta magnífica historia de circunnavegaciones alrededor del mundo, entre 1795 y 1803 se produjo otra gesta épica que, aunque hoy es algo desconocida más allá de los expertos en náutica, sin duda rememora la odisea de aquellos sueños imposibles de Magallanes y Elcano.  Y para que esta historia no decaiga en el olvido el escritor, e ingeniero naval Víctor San Juan se encarga de recordarla en la novela El Perfil del Infinito, editada por Nowtilus en su colección Novela Histórica. El autor coge su máquina del tiempo particular y nos lleva a finales del siglo XVIII, precisamente a 1795 cuando España se encontraba atrapada en la órbita francesa debido por un lado a los lazos familiares que antaño tuvo con los borbones galos, a través de los llamados Pactos de Familia, y por otro a que en esos años el enemigo común de ambos países era Inglaterra. Es entonces cuando Manuel Godoy, el todopoderoso valido del rey español Carlos IV, viendo que el enfrentamiento contra Inglaterra está próximo, decide enviar una escuadra al Caribe y a los mares de la China, en concreto a Filipinas, para reforzar sus bases en aquellos lares. Dicha escuadra estará mandada no por cualquier capitán, sino por uno de los marineros más expertos de la marina española, el héroe de Tolón D. Ignacio María de Álava.

Pero, y como ocurre en ese tiempo, aquella expedición no tendrá únicamente una finalidad militar, sino que a ella se agregan una variante científica al embarcarse dos de los protagonistas más interesantes de esta novela histórica: Monsieur Jean de Nemours, y su sirviente Jacques Pirou los cuales sufrieran los rigores del viaje con tal de probar dos aparatos revolucionarios para la época: el barómetro para predecir el mal tiempo y prevenir a los barcos para capearlo mejor; y el cronometro con el que medir la longitud. Es a través de los ojos de estos dos arriesgados personajes con los que conoceremos gran parte de esta aventura. La cual comienza el 11 de Noviembre de 1795 cuando la escuadra parte de Cádiz compuesta por tres navíos de 74 cañones y dos fragatas. Primeramente doblan el cabo de Hornos, llegan al Callao y Guam  en el Pacífico y terminan su singladura en el puerto de Manila el 25 de Diciembre de 1796. Durante un tiempo se aprovisionan y se dedican a reparar los barcos y artillar las bases navales (como se les había mandado) aunque tardan más de lo debido al relajo existente y a que la falta de material les obliga a tardar más de lo normal en estos casos. Pero cuando llega el año 1802 se firma entre Francia e Inglaterra la Paz de Amiens y se ordena a lo que queda de la escuadra que regrese a España. Siguiendo un periplo parecido al que se hizo trescientos años antes, doblan el Cabo de Buena Esperanza y terminan llegando a Cádiz el 15 de Mayo de 1803. ¡Nuevamente han vuelto a dar la vuelta a la tierra! Ésta ha sido otra vez circunnavegada.

La lectura de esta novela, El Perfil del Infinito, se convierte en todo una maravilla en la que gozamos en todo momento de la gesta de aquellos marineros. A través de sus páginas y aventuras adobadas de mares impetuosos, tifones, conspiraciones e incluso disertaciones filosóficas y científicas, podernos ver cómo era la marinería de aquel tiempo, cómo se vivía y sufría en un barco de línea y cuál era la situación geoestratégica de un mundo en el que la sombra de un pequeño corso se abalanza sobre ella sin ningún freno. El Perfil del Infinito desempolva una vieja historia de marinos arriesgados y científicos esforzados que parecía olvidada en el tiempo y que gracias a la pluma de Víctor San Juan vuelve a la vida en una novela de esas que se convierte en inolvidables.