A comienzos de
la Segunda Guerra Médica (480 – 479 a. C) al rey persa Jerjes I se le ocurrió
la idea de construir un puente desde Asia hasta Grecia con la intención de
cruzar el Helesponto (actual Estrecho de los Dardanelos) Y para ello comenzó a poner
cientos de barcas, una al lado de otra, para lograr tal fin. Pero cuando sus
tropas estaban a punto de cruzarlo una gran tempestad agitó el mar y, ya fuera
por la fuerza de ésta o por algún error que hubieran cometido sus ingenieros,
en poco rato el puente quedó destrozado e inservible. Tanto trabajo no había
servido para nada. Obviamente el gran rey persa quedó muy enojado y como
castigo por haberse frustrado sus planes ordenó una de las condenas más
surrealistas que se conocen de la Antigüedad: La Flagelación del Helesponto.
Este castigo consistió en que unos soldados (otros dicen que sacerdotes) se
introdujeran en el agua e infringieran un total de trescientos azotes al agua.
Además el mismo Jerjes arrojó un par de grilletes al mismo tiempo que soltaba
una terrible maldición. Y finalmente, para redondear la jornada, mandó traer a
los responsables de la construcción del puente de barcas y ordenó que los
decapitaran allí mismo, frente al mar que los había traicionado.