El yo-yo o yoyo,
pues de las dos formas se puede escribir, es uno de los juguetes más famosos
del mundo. Tanto adultos como niños juegan con él y hay gente tan mañosa que
incluso pueden hacer filigranas tan divertidas
como la del triangulo, la del perrito o la del muerto… Pero ¿sabían que
hubo un tiempo en que el yoyo era más que un simple juguete? La palabra yoyo
proviene del tágalo, idioma de Filipinas, que significa “volver”. Parece ser
que hace 400 años los filipinos no utilizaban el yoyo para pasar el rato sino
que su función era más temible: la de arma de combate o defensa. Aun así, hay
que aclarar que los filipinos no son los inventores del yoyo sino que éste
provenía de China e incluso los griegos, hace 2500 años, ya conocían de su
existencia y los fabricaban con madera, metal o terracota y los decoraban con
dibujos de héroes o dioses helenos. Fue a partir de 1800 cuando Europa conoció
el yoyo gracias a que fue traído desde Oriente. En Inglaterra se le conoció por
varios nombres como por ejemplo banderole,
quiz o juguete del príncipe de Gales, y en Francia lo bautizaron como L´emigrette o incroyable. Hasta Napoleón tuvo uno con el que se entretenía entre
batalla y batalla. Desde entonces fue popularizándose hasta el día de hoy en el
que parece que de nuevo la fiebre del yoyo vuelve a ponerse de moda.