El rey Amadeo de
Saboya (1845 – 1890) fue conocido como el Rey
Caballero, el Electo, pero
también como el Breve, ya que su
reinado en España no fue muy duradero. Solo duró dos años. Pero también fue una
persona que por desgracia arrastraba una poca de mala suerte y eso lo podemos
comprobar cuando se produjo la boda del entonces futuro monarca español con la
sin par María Victoria del Pozzo da la Cisterna en 1867. Desde luego aquella
unión fue de lo más siniestra que se pueda uno pensar. El cúmulo de desgracias
comenzó incluso antes del enlace matrimonial pues unos días antes María
Victoria volvía a su hogar acompañada de una sirvienta cuando sin previo aviso,
al cruzar una plaza, un carromato desbocado se abalanzó sobre la joven. Gracias
a su agilidad y a la ayuda de un viandante que pasaba por allí, pudieron saltar
a un lado en el último momento sufriendo solamente heridas leves en una pierna
que, gracias a Dios, no le impedirían acudir al que iba a ser el día más feliz
de su vida. Pero sigamos. Otra de las tragedias se produjo en el mismo taller
de costura en el que se estaban ultimando los detalles finales del traje de
boda de María Victoria. Solo quedaba darle unos retoques a la corona de azahar
que la joven iba a llevar. Una modistilla dijo que se encargaba de ello y se
encerró en una de las habitaciones del taller, pero la gobernanta, al ver que
esta no salía, entró en la habitación y se encontró con la susodicha ahorcada de
una viga sosteniendo entre sus manos el traje de boda que se iba a utilizar (es
de imaginarse que éste sería reemplazado por otro).
Ahora vayamos al
día de la boda, porque la cosa no acaba aquí. Parece ser que el portero de la
casa de María Victoria estaba muy nervioso y no atinaba a abrir la puerta para
que la joven llegara a la iglesia. Y tan nervioso se puso por miedo a la
vergüenza que iba a pasar al final acabó cortándose las venas. Y seguimos. El
siguiente en caer fue un oficial del cortejo nupcial que acabó cayéndose
fulminado del caballo debido a que había sufrido una insolación (debía hacer
mucho calor ese día). En verdad, la pareja debía estar ya con la mosca detrás
de la oreja pero o no se dieron cuenta de lo que estaba sucediendo o estaban tan
obcecados con seguir el plan que sin dudarlo decidieron seguir con la boda. Así
les fue ya que después de la ceremonia, los invitados fueron directos al
banquete pero uno de los testigos de la boda le dio una apoplejía en uno de los
coches en los que iba al ágape y murió allí mismo… a la misma vez que otro de
los invitados se suicidaba pegándose un tiro en la cabeza.
Tras el banquete
(no sé como tendrían ya ganas de comer) los recién casados fueron a la estación
de tren para iniciar la luna de miel pero como las desgracias nunca vienen
solas mientras esperaban el jefe de estación fue atropellado por otro de los
trenes que tenía que pasar. Así que visto lo visto, prefirieron no tomar ningún
tren y volverse directamente a casa, ofreciéndose uno de los amigo de la
familia, conde por más señas, a
acompañarles. Qué valiente o qué ignorante era este buen hombre porque
en mala hora lo hizo ya que cuando iban a mitad de trayecto éste se cayó del
caballo con tan mala suerte que lo hizo delante de la carroza nupcial la cual
le pasó por encima partiéndole el pecho.
Como se puede
ver, esta boda se puede considerar como una de las más nefastas de la historia.
Siete muertes lo atestiguan.