Estamos en el año 1949 y en apariencia, y remarco la palabra apariencia, para algunos sectores de la ciudadanía española la guerra civil que culminó hace diez años empieza a parecer algo lejano, como un mal sueño del que poco a poco uno quiere quitarse de la cabeza al despertarse. Lo confirma que en las tiendas comienza a haber más productos disponibles, aunque todavía esté vigente la cartilla de racionamiento, haya más espectáculos, algún que otro indulto a presos… en fin mucha gente quiere descansar ya en el dicho del vive y dejar vivir. Pero como indicaba un poco más arriba del párrafo esta pequeña apertura tras los más duros años del plomo es una ficción y en cambio otra parte de la población, la de los perdedores de aquella guerra fratricida, todavía siguen sintiendo los ojos de la autoridad puestos en ellos no vaya a ser que se descarrilen y quieran volver a las libertades obtenidas antes durante la República. Pues bien, uno de aquellos que todavía tienen un punto de orgullo es el protagonista de la saga de libros de intriga de Jordi Sierra i Fabra, el inspector Mascarell, antiguo policía catalán, afincado en Barcelona, el cual ya no puede ejercer como tal pero al que sin pretenderlo le caen los casos en los que siempre anida la antigua amargura de la guerra y de la dictadura imperante.
En este momento en particular, a punto de acabar el año 1949, con las navidades a punto de suceder y cuando la Ciudad Condal comienza a engalanarse para tal evento es cuando principia la novela Seis días de Diciembre en donde Miquel Mascarell, ya con sesenta y cinco años a cuestas, aterriza sin querer en una trama turbia delictiva que se entronca con las ciertas consecuencias sobrevenidas de la Segunda Guerra Mundial. Nuestro inspector vive tranquilamente con su flamante y joven esposa Patro, ya queriendo olvidar y sentirse todo un jubilado de la vida, cuando en ella aparece un antiguo ladrón, de nombre Lenin, conocido de otros casos de antes de la guerra civil y después de ella, y le comenta asustado que ha “encontrado” un maletín que en apariencia no tenía nada pero que en verdad es depositara de una especie de catalogo de cuadros que por su baja cultura él no sabe interpretarlos. Así pues Mascarell ha de abandonar su relajada existencia de olvido y sumergirse por un lado en el asunto del expolio de cuadros y obras de arte transcurrido durante la guerra mundial, y por otro en el tema de los nazis que encuentran empadronamiento en la Península Ibérica bajo la bendición del nuevo régimen.
Así pues a través de las nuevas pesquisas del inspector Mascarell y de los peligros que arrostra nos enseña dos temas que se entroncan cual cerezas al sacarlas de una cesta. La cartera antes mencionada es sustraída a un difunto inglés el cual pertenece a los Monuments men, organización creada durante la Segunda Guerra Mundial quienes rastrean por medio mundo las obras de arte expoliada por los nazis a museos o colecciones privadas judías, para así poder por un lado crear un mega museo con ellas y a la vez satisfacer las ansias artísticas de Hitler con lo que se hicieron buena cantidad de catálogos que servían de guía a esos fanáticos que incendiaron Europa en aquellos años. Y de resulta de ello, de la búsqueda que realiza Mascarell de un gerifalte nazi escondido en Barcelona quien atesora un buen número de pinturas, muestra además la connivencia de las autoridades del momento y el mirar para otro lado con lo que respecta a la entrada masiva de nazis en España. Un tema lleva al otro y sirve de marco para este thriller de espías y asesinatos ambientado en un país dictatorial podrido de los pies a la cabeza.
Junto con el primer libro de la saga, Cuatro días de enero, éste en concreto es de lo más históricos dentro de las aventuras del inspector Mascarell. Lo que parece en un principio que será la búsqueda de quién mató a un ciudadano inglés en Barcelona que tiene como consecuencia que un amigo de nuestro policía y su familia en general corran peligro, nos lleva a un mundo donde parece que se libra una guerra en las sombras, una lucha en la que se buscan obras de arte expoliadas durante la Segunda Guerra Mundial, y además otro submundo de corrupción de esas mismas autoridades españolas de entonces que intentaban diez años después de la Guerra Civil convencer a la ciudadanía de que había que pasar página. El dulce olvido al que no quiere someterse el inspector Mascarell.
Jordi Sierra i Fabra, Seis días de Diciembre. Barcelona, Plaza y Janes, 2014, 316 páginas.
También podéis leer mi reseña en la página de Hislibris: https://www.hislibris.com/seis-dias-de-diciembre-jordi-sierra-i-fabra/