sábado, 8 de octubre de 2011

BUEN HUMOR EN EL VATICANO



Por: José Antonio

En la Historia de la Iglesia Católica es difícil hallar a un Papa tan carismático y querido como Juan XXIII, el Papa Bueno. Se metió a todo el mundo en el bolsillo con su bondad, su obstinación, y, sobre todo, con su buen humor. Había que ser muy humilde para suplir en la Silla de Pedro a un Papa con tanta personalidad como Pío XII, y toda la Curia vio en el cardenal Roncalli a un Papa de transición, que tendría un Pontificado modesto y que no molestaría mucho. ¡¡¡Qué equivocación!!! Quizá el más equivocado y sorprendido fue el propio Roncalli. En su primera Audiencia le dijo a uno de los más importantes miembros de la Curia: ¡Ya ve, Padre, me han hecho Papa! Señalando en ese momento dos pequeños retratos de sus predecesores Pío XI y Pío XII añadió: Ya sé que yo no soy como ellos que gobernaban por sí mismos porque eran quienes eran. Yo lo hago por medio de ustedes, que lo hacen muy bien. Humildad puesta encima de la mesa en contra de la soberbia de los retratados. Sin embargo, el espíritu de dios iluminó a este hombre sencillo a ser el renovador de la Iglesia.
A diferencia de Pío XII, Roncalli provenía de una familia humilde, campesinos, pobres. Fue capellán en la I Guerra Mundial y su ascenso en el organigrama eclesial fue lento y siempre teniendo que cumplir difíciles misiones, como ser Nuncio en los países del Este. A lo largo de estos años su máxima de vida fue Obediencia y Paz, es decir, lo que dios quiera y la vida tranquila.
Una vez elegido Papa, la Mitra no se le subió a la cabeza y continuó con su humildad y su buen humor. El día en que le tocó posar para uno de los fotógrafos oficiales, una vez finalizada la sesión le dijo al fotógrafo: Si dios ya sabía que iba a ser Papa, ¿no cree usted que debió hacerme más fotogénico…? El día de su primera Navidad como Pontífice decidió ir personalmente a felicitar a los presos de una cárcel con la oposición de la Curia. Allí les dijo a los penados: Queridos hijos míos: os comprendo. A mi hermano le detuvieron una vez por cazar sin licencia (…). En la primera carta que escribáis a vuestras familias decidles que habéis estado conmigo, con el Papa, que vino a veros y estuvo entre vosotros… Ahí Roncalli hizo una pausa y se salió del cordón de seguridad que habían creado los guardias, se acercó a las rejas que le separaban de los condenados y gritó: ¡Abran las verjas! ¡No quiero que nada les separe de mí! ¡También son hijos de dios!
Juan XXIII pasará a la historia como el organizador del Concilio Vaticano II. Un regalo para la Iglesia, como él decía. Una vez anunciado uno de sus colaboradores le preguntó: ¿Por qué un Concilio ahora, Santo Padre? No respondió al momento. Se levantó, fue hacia una de las ventanas y la abrió con violencia. Entró una gran ventolera puesto que el día era desapacible y le dijo a su interlocutor: Para esto, para que entre aire fresco en la Iglesia. La voluntad de Roncalli fue la de unir en este Concilio a todas las Iglesias Cristianas: Buscar lo que nos une, no lo que nos divide, decía, agregando: No queremos demostrar quién tenía razón ni quién se equivocó. Todo lo que queremos decir es esto: tratemos de caminar juntos; tratemos de poner fin a nuestras divisiones.
Juan XXIII, fue un Papa para la gente, fue un Papa que unió en vez de desunir o de enfrentar a la Iglesia con el mundo como ocurrió con Juan Pablo II o el actual Benedicto XVI. Por eso por siempre será El Papa Bueno.