jueves, 17 de abril de 2014

LA MALA ESTRELLA DE EURÍPIDES



Podemos considerar al dramaturgo Eurípides (480 – 406 a.C) como uno de los hombres más desgraciados y con más mala suerte de la antigua Grecia. Aunque su nacimiento parecía indicar que iba a ser una persona afortunada, ya que vino al mundo el mismo día de la victoria de Salamina frente a los persas en la embocadura del estrecho de Euripo (de ahí su nombre), su infancia estuvo llena de tristeza pues todos los días veía a sus padres, el tabernero Mnesarchos y la tabernera Clito, andar a la greña continuamente. Después intentó ser atleta, pintor, maestro de retórica y filosofo pero fracasó en cada uno de estos cometidos. En cambio empezó a despuntar en otro campo, el de la Tragedia. Los eruditos del tema consideraban sus obras como excelentes, mientras que al gran público le aburrían, lo que provocaba en Eurípides una constante desazón.

Además de vivir amargado, también sufría de halitosis y cada vez que hablaba con la gente éstos solían mantenerse alejado de él. Su muerte fue parecida a una tragedia pues fue devorado por una jauría de perros, que según algunas fuentes fue azuzada por uno de sus competidores en el escenario. Y lo que es el colmo de la mala suerte, unos cuantos años después de su muerte al lado de la tumba salió a la superficie un manantial de aguas ponzoñosas, que al igual que la halitosis que sufría el finado, hacía que nadie quisiera acercarse a su última morada.