A principios del
siglo IV, un joven soldado romano llamado Martín cabalgaba solo envuelto en una
terrible ventisca de nieve. Cuando estaba a punto de llegar a la ciudad de
Amiens, un pobre leproso salió de una cabaña que estaba a un lado del nevado
camino y le pidió que le diera algo para no morirse de frío y hambre. El joven
Martín refrenó su montura y le dijo entre lágrimas que poca cosa podía
ofrecerle ya que no llevaba alimento alguno y el caballo no era de su propiedad
pues le pertenecía al ejército romano. Lo único que podía darle era un trozo de
su capa para protegerse del viento gélido. Sin dilación desenvainó su espada y
cortó la mitad de su capa. Acto seguido volvió a montar y se alejó de aquellas
pobres chabolas. Pero en cuanto el leproso se echó por encima aquel remiendo
comenzó a sentir un calor tan placentero que pronto se olvidó de sus penurias.
Con asombro vio que las llagas de su cuerpo se cerraban y quedaba totalmente
curado. Los leprosos que estaban cerca se dieron cuenta de aquel milagro y le
pidieron a su amigo que les diera otro trozo para curarse también, pero cada
vez que la cortaban se maravillaban al ver que aquella capa divina no menguaba,
sino que seguía quedando intacta pudiéndose de esta manera curar todos.
Con el tiempo la
noticia de este milagro se extendió por todos los lugares y pronto comenzó a
construirse pequeños santuarios para conservar los trozos de la capa del
soldado romano. Recuerde el lector que en latín capa se escribe cappa, y que su diminutivo es cappellae. Y de ahí precisamente
proviene la palabra castellana capilla,
es decir lugar donde se guarda un trozo de capa pequeña. Pero ¿qué fue del
joven Martín? Según parece cuando se topó con el leproso iba camino de
bautizarse. Con 22 años abandona la carrera militar y se dirige a Hungría donde
consigue la conversión de su madre. Tras ello viaja a Milán y Roma, y acaba
fundando un monasterio en Poitiers, aunque tiene que dejarlo al ser nombrado
obispo de Tours. Es por eso que en sus predicas y conversiones por toda Francia
es conocido como San Martín de Tours. Murió en Candes en el 397 y fue sepultado
en la ciudad de Tours, donde es venerado por todos los católicos franceses.