Mi tierra, señor caballero -respondió el preguntado-, no la sé, ni para dónde camino, tampoco
(Rinconete y Cortadillo, Miguel de Cervantes Saavedra)
¡¡¡Alto!!! ¡Guárdese a la justicia del Rey!... El esportillero llevaba un buen rato corriendo desde la Plaza de San Francisco. A cada zancada que daba maldecía la hora en que por avaricia de plata americana o ansia de aplacar el hambre que le corroía las tripas, había cogido aquella cruz. Creía que nadie lo había visto pero no era sí, pues en cuanto puso un pie fuera de la iglesia una anciana consumida había empezado a gritar a pleno pulmón “¡Al ladrón! ¡Al ladrón!” Desde entonces había perdido el número de callejuelas y figones que había dejado atrás. Pasó las murallas y se dio cuenta de que había llegado al Arenal, junto al Guadalquivir. Miró hacia atrás y con sorpresa vio que de los dos guardias que le pisaban los talones solo quedaba uno. ¿Qué hacer? ¿Ir hacia el embarcadero donde llegaba gran copia de barcos de América para mayor gloria de aquella Babilonia? o, que era lo más seguro ¿echar a correr hacia Triana? Corrió por el puente de barcas y al llegar al otro lado, sin resuello, se alegró al comprobar que su perseguidor había desaparecido casi como por ensalmo en aquel intrincado dédalo de calles. Había elegido bien. Estaba en los dominios de Monipodio y aquel lugar, cual fortaleza, era el paraíso para cualquier amigo del brillo ajeno.
Este humilde párrafo que da comienzo esta reseña es solo una recreación de lo que pudo ser una escena cotidiana del día a día de una de las ciudades más maravillosas de la Historia, Sevilla, pero también es breve muestra de un mundo vibrante a la vez que poderoso que pueden encontrar entre las páginas de la novela El Comedido Hidalgo, escrita por el gran enhebrador de ideas y maestro de letras Juan Eslava Galán. El argumento de esta obra es de lo más deleitoso y ejemplar que vuesas mercedes puedan encontrar en la Republica de las Musas: un antiguo comisario de víveres de la felicísima Armada Real y agente del fisco en Andalucía, llamado Alonso de Quesada, trasunto de Miguel de Cervantes Saavedra, promesa de la literatura universal años venideros, acude a Sevilla, proveniente de Carmona, para resolver ciertos asuntos jurídicos en relación a turbias acusaciones de malversación de fondos habidas en sus negocios para la corona. Lo que prometía ser un viaje de negocios le lleva a vivir una de las mayores aventuras en la capital hispalense de la cual sacará provecho en un futuro al crear el mejor libro que han conocido los tiempos: El Ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha. Nuestro buen personaje cuando llega se fía en exceso de su suerte pero el paso de los meses en aquella gran ciudad, cuarta en número de habitantes después de Londres, París y Nápoles, le llevará a comprender lo excelso de aquel lugar y a conocer cada rincón, historia y leyenda que corren entre las esquinas ya sean las de la santa Catedral o las de la botica de la prostituta más humilde.
Que no se engañe nadie y quede avisado el lector que, aunque nos encontremos con una novela ambientada en el siglo XVII, no es una historia de capa y espada en exclusiva, como ocurre muchas veces, aunque aparezca alguna que otra herrada y gavilán a lo largo de la lectura. Es más que eso pues la trama que hilvana Eslava Galán no solo lo engloba sino que hace del género de espadachines uno de tantos más que hay entre sus páginas. Aquí hay aventuras, amor, picaresca, sexualidad, humor… cualquier ingrediente literario se atesora en la marmita del Comedido Hidalgo. A lo que hay que añadir, como broche de perla en cuello femenino, un estilo de escritura de lo más preciso y exacto para la historia que se narra, pues tanto el texto en sí, como los diálogos entre personajes no son a la manera nova de la novela histórica actual, en el que parece que todo el mundo esta igualado en la narración sino rememorando el estilo antiguo de época. Un acierto perfecto pues le da visos de credibilidad y una elegancia de la que carecen muchos escritos de hoy en día.
Además si esto no fuera suficiente nos encontramos que esta novela es todo un compendio para comprender como eran la vida y los sucesos que acontecían en aquella gran urbe en aquel Siglo Español, grandemente llamado Siglo de Oro. A través de las peripecias y sufrimientos de nuestro Alonso de Quesada podemos observar las maravillas de la Babilonia del Sur en aquellos tiempos en que los Austrias contenían un reino en que el Sol no hacía más que rascar las espaldas de los remeros del Imperio, ya fuera en Levante como en Poniente. Con ojos de asombro nuestro protagonista observa cada rincón de Sevilla, sus gentes, comercios y sueños. Allá están los imponentes barcos venidos de América que descargan su oro y plata, para luego ser enterrado todo en la umbría de los banqueros, como dijo aquel cojo divino. Acá en Triana el famosísimo Patio de Monipodio donde hay república de matasietes y valentones, cargados con más hierro que Vizcaya, junto a hábiles ladrones que sin miramiento se llevarían, sin que se diera cuenta, las mismísimas llaves de San Pedro, avaras concertadoras, maestros del naipe, prostitutas de botica y toda una peculiar canalla de hombres libres que solo se callan ante la venida de los fieros, y sobornables corchetes. En el espíritu de estos, marcado al fuego de su oficio, también está la figura de la Cárcel Real en la que entraremos y veremos su configuración, estratos de poder y vida social de los encausados por la Audiencia o el Ayuntamiento. Chismes, historias increíbles y costumbres sevillanas hacen de este libro todo un puzzle histórico difícil de olvidar.
Así que si desean gozar con una novela que entretenga por su fidelidad a la historia, y que ofrezca un fresco de una época inolvidable no duden en tomar entre sus manos El Comedido Hidalgo. Hoja a hoja se verán transportados a las calles de Sevilla y a las vivencias de una ciudad que fue, y es en muchos casos, faro del mundo, puerta a Tierra Firme y sobre todo hogar de lo más granado que atesoró el Siglo de Oro.