lunes, 29 de enero de 2018

EL FALSO MÍTO DEL CINTURÓN DE CASTIDAD



Una de las imágenes más típicas y tópicas que tenemos de la Edad Media es la de un aguerrido caballero que antes de irse a luchar contra los infieles coloca a su esposa el famoso cinturón de castidad para evitar que mientras él estaba fuera unos cuantos años guerreando su esposa no le fuera infiel con algún pícaro trovador que se haya quedado en palacio. Pues bien, aunque esta imagen la hayamos visto muchas veces en películas o leído en alguna novela les recomiendo que la vayan desterrando de su mente pues todo lo que concierne a lo del cinturón de castidad se queda solamente en eso, en un simple mito creado en su mayoría en la época del Romanticismo. Fue por aquellos años que hubo una especie de boom por todo lo relacionado con los castillos, caballeros andantes, espadas refulgentes, y frágiles damas en apuros. Y todo ello aderezado con elementos inventados que han llegado hasta nuestros días. Como por ejemplo lo del cinturón de castidad.

Este supuesto cinturón se representa como una especia de braga metálica que se ataba a la cintura mediante un candado dejando solamente dos aberturas, una por delante para que la sufrida damisela pudiera expulsar la orina o la menstruación, y otra postrera por donde evacuar aguas mayores. Y evidentemente dichos agujeros eran lo suficientemente estrechos para que ningún miembro de varón pudiera asaltar el mayor tesoro del marido (ustedes ya me entienden). Como se puede ver ya la imagen de este aparato es bastante problemático por varias razones. Por un lado tenemos la incomodidad que conlleva portar dicho armatoste durante años en el castillo o durante los meses que tuvieran que estar con su marido en un campamento militar. Y por otro lado tenemos las razones sanitarias, ya que cualquier líquido que se expulse por los agujeros provocaría con el tiempo infecciones, ulceras, llagas, escoceduras, y un buen número de enfermedades.

Muchos de estos cinturones fueron creados en el siglo XIX para satisfacer a un público ávido de tener en sus manos un fragmento de historia medieval, y de paso utilizarlo con la intención de evitar que muchas jóvenes de alta alcurnia se masturbaran o fueran objeto de acoso y derribo por parte de jóvenes decimonónicos. La gran mayoría son falsos, por lo que podemos afirmar que lo más cercano que existe en la historia es una especie de pantalones de hierro que utilizaban las mujeres florentinas (ellas portaban su propia llave) para mantener intacta su virtud.

sábado, 27 de enero de 2018

EL ORIGEN DE LA EXPRESIÓN “CABEZA DE TURCO”



Se dice que alguien es un cabeza de turco cuando se le imputan las culpas de otra persona mientras el verdadero culpable o no está presente o está libre de castigo. Según parece el origen de esta expresión hay que buscarla en el tiempo de las Cruzadas, allá por la Edad Media, cuando existía la costumbre dentro de las fuerzas cristianas de cortarle la cabeza a un turco durante la batalla. Después el soldado cogía dicha cabeza y  o bien la hundía en una pica para exhibirla en un camino o una ciudad para que se la viera claramente, o la colgaba del palo de un barco con la intención de echarle la culpa de todos los males que había en el mundo. Recordemos que en aquellos años, los cristianos creían que todas las calamidades, catástrofes y enfermedades que azotaban la tierra eran culpa de los turcos.

Y ya que hablamos sobre echarle la culpa a otra persona de manera injusta, no estaría mal recordar otra expresión muy parecida: ser un chivo expiatorio. Su origen lo hayamos en la llamada fiesta judía del Yom Kipur, o Fiesta de la Expiación, en la que una vez al año se presentaba al sumo sacerdote dos machos cabríos jóvenes. Con gran habilidad dicho sacerdote degollaba a uno de ellos mientras que al otro, al que llamaba Azazel, le transmitía todas las culpas de la comunidad para posteriormente abandonarle en el desierto.

viernes, 26 de enero de 2018

NO PASAN LOS AÑOS PARA JUAN XXIII



Si el viajero es curioso es recomendable que cuando acuda a la Basílica de San Pedro, además de visitar todas las maravillas que hay en ella, no olvide dirigir sus pasos hacia el altar de San Jerónimo en donde encontrará a sus pies una urna de cristal en donde podrá ver el cuerpo momificado de Juan XXIII. Es toda una experiencia ver su figura serena vestida con una sotana blanca, una muceta roja de armiño, y una máscara de cera que refleja todavía en la muerte la dulzura del llamado “Papa Bueno”. Durante cierto tiempo algunas fuentes de la curia vaticana quisieron asegurar que el buen estado de su cuerpo se debe tal vez a un hecho milagroso, pero en verdad la incorruptibilidad del cuerpo del Pontífice se debe a un acto más terrenal. Hace unos años se supo que la llamada acción milagrosa se debió a la labor de una sola persona, un médico llamado Gennaro Goglia, que trabajaba en el hospital Gemelli de Roma y que había inventado un novedoso líquido para embalsamar cuerpos. Cuando fue llamado por la Santa Sede se presentó en el Vaticano con un bidón de  10 litros, un tubo y una aguja, y en el acto se puso al trabajo. Con todos los respetos al difunto hizo un pequeño corte en la muñeca derecha de Juan XXIII y durante un rato estuvo bombeando líquido embalsamador hasta que este se agotó. Cuando termino su labor se fue y como curiosidad decir que no quiso cobrar nada pues se sentía bastante  honrado  de haber hecho un trabajo tan importante a la Iglesia. Aunque años después se sintió algo molesto cuando los restos de Juan XXIII fueron trasladados desde la gruta vaticana hasta el altar de San Jerónimo y no fue invitado a la ceremonia.

miércoles, 24 de enero de 2018

LA LITERATURA HISPANOAMERICANA EN 100 PREGUNTAS



“Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo”.
(Cien Años de Soledad – Gabriel García Márquez)

La lengua como ser vivo. La lengua española como vehículo entre naciones. He ahí el motivo por el que es el segundo idioma más hablado en el planeta tierra. No solo como forma de comunicación entre personas sino también como modo de expresión artística y literaria. Con el Descubrimiento de América en 1492 el español pasó a adentrarse en las extensas tierras del continente americano que con el tiempo, tras desplazar poco a poco a las lenguas indígenas, pasó a convertirse en el idioma oficial de los futuros países hispanoamericanos. Los conquistadores no solo trajeron hierro y fuego, también portaban en sus alforjas la literatura española que pasaría con el devenir de los siglos a configurar una nueva, propia, tan rica y espectacular como la que había venido allende los mares. La denominada literatura hispanoamericana, suele impartirse en los centros de estudios españoles como simple complemento de la nacional, lo que lleva aparejado que los estudiantes al terminar su etapa lectiva desconozcan la gran maravilla de este tipo de literatura. Así pues les invito a empaparse de ella con el libro La literatura hispanoamericana en 100 preguntas, escrito por el filólogo Enrique Ortiz Aguirre y editado por Nowtilus en 2017.
A través de una inteligente senda de preguntas y respuestas el autor de este ensayo recorre la historia de la literatura hispanoamericana no desde su independencia en el siglo XIX, sino que establece unas bases de ella empezando por las letras indígenas pasando a continuación por la literatura que se hacía durante de colonización española como por ejemplo la realizada por los cronistas oriundos ya de las tierras continentales como por ejemplo el Inca Garcilaso de la Vega o la bella y encendida poesía barroca de Sor Juana Inés de la Cruz. Tras pasar la época neoclásica, al igual que la vivida en Europa, Hispanoamérica también entra de lleno en el romanticismo en el que se rompe con las medidas literarias anteriores y ya poco a poco las letras se van enriqueciendo con esas formas de evasión utópicas tan comunes en la literatura europea. Destacan autores como Esteban Echevarría o Jorge Isaac. Aunque tampoco nos hemos de olvidar que aunque este romanticismo nos aleje de la realidad también se cultivó un tipo de escritura en la que se quiere recuperar lo autóctono y puro. Es decir la tierra madre. He aquí la literatura gauchesca con el Martín Fierro de José Hernández a la cabeza.
El puente entre el siglo XIX y el XX está influenciado, por un lado, por la literatura realista en la que los autores sudamericanos están influidos por realistas europeos como Flaubert o Dickens; mientras que por otro lado, ya pisando el XX, nos encontramos toda una riqueza expresiva expuesta en el Modernismo de Rubén Darío y su bella poesía llena de luz y delicados matices, o la prosa de Alejo Carpentier. Y finalmente asistimos a las vanguardias en donde los escritores latinos crean su propio estilo en cualquiera de los géneros, lo que servirá de enlace con la gran manifestación literaria del siglo XX: el denominado boom. Aquí autores como García Márquez, Cortázar, Borges, o Carlos Fuentes entre otros tantos, nos muestran el verdadero realismo mágico o como lo irreal se puede introducir en la vida cotidiana. Un movimiento estilístico que a partir de los 60 del siglo pasado hizo evolucionar tanto a la literatura hispanoamericana que ha hecho que tenga una voz propia entre todas las que existen en el mundo.
Gracias a este trabajo de Enrique Ortiz Aguirre, La literatura hispanoamericana en 100 preguntas, descubriremos además de los autores anteriormente mencionados a un sinfín de otros más que han embellecido las letras españolas desde hace siglos, y como han influido no solo en los escritores sino en muchas de las disciplinas artísticas que existen, desde el cine, la pintura, el arte… Distinguiremos épocas, estilos, y distintos tipos de pensamiento de forma amena y sugerente, didáctica y entretenida y es por eso que les recomiendo que se hagan con un ejempla de este libro para que nada más terminar su lectura se arrojen a cualquier libro de literatura Hispanoamericana y disfruten de su belleza y agudeza sin par.

domingo, 21 de enero de 2018

EL INFANTICIDIO EN GRECIA Y ROMA



A pesar de que en la actualidad el abandono de niños no deseados o con alguna discapacidad física o mental es una práctica abominable, en la antigüedad era una costumbre de lo más normal. Por ejemplo en Grecia, en concreto en la región de Esparta, cuando se detectaba que algún bebé tenía alguna tara normalmente se la despeñaba desde el monte Taigeto sin ningún remordimiento. Plutarco por ejemplo nos dice lo siguiente: “los más ancianos reconocían al niño y si era bien formado y robusto disponían que se le criase… Más si se le encontraba degenerado o monstruoso, mandaban llevarle a los llamadas apothetai (expositorios) en un barranco del Taigeto”. Incluso los muy cultos Platón y Aristóteles también abogan por el infanticidio con fines sociales. El primero dejó escrito en la República que hay que “abandonarlos en un lugar secreto y desconocido”; mientras que el segundo deja dicho que “en cuanto a la exposición y crianza de los hijos debe existir una ley que prohíba criar a ninguno defectuoso”. Mientras tanto en Roma existía una ley bastante curiosa con respecto al repudio de los bebés. Cuando nacía uno de ellos, la partera lo llevaba ante el pater familias y lo depositaba en el frio suelo delante de sus pies. Si el padre lo recogía con sus brazos eso quería decir que lo aceptaba, pero si en cambio se daba la vuelta y no le hacía ni caso, daba igual si era sano o tenía una discapacidad, o si era niño o niña, era abandonado en una encrucijada de caminos o directamente era arrojado a un basurero donde era comido por las bestias que moraran por el lugar. La única suerte que podía tener el bebé era que su llanto atrajese alguna persona bondadosa, cosa harto difícil, aunque llama la atención que fueron dos los supuestos abandonados quienes fundaron la ciudad que albergaba dicha ley: Rómulo y Remo.