lunes, 31 de diciembre de 2018

SABOTAJE - Arturo Pérez-Reverte



Un cuadro es la suma de sus destrucciones (Pablo Picasso)

La guerras no se juegan solo en el campo de batalla entre balas y acometidas al enemigo. A veces es necesario mirar más allá del tablero de juego, a  la retaguardia, para darse cuenta que en aquel lugar gris y olvidado otras personas, de uno u otro bando, pugnan por arrebatar información clasificada al enemigo con la que ganar dicho conflicto y salir triunfantes (además del pellejo intacto). Son los espías. Gracias a las novelas y películas de ficción hemos disfrutado de ellos a lo largo de los años a la vez que hemos llegado a identificarnos y sufrir con las vivencias de personajes como James Bond o Smiley entre otros muchos. Pero ahora le toca el turno a un espía español, Lorenzo Falcó, antiguo contrabandista de armas y ahora agente nacional que desafía de manera brillante a la muerte durante la Guerra Civil Española. Desde el 2016 los lectores han disfrutado de sus aventuras, en primer lugar intentando liberar al jefe de la Falange Española en su novela Falcó. Después yendo hasta la ciudad franca de Tánger en su novela Eva (2017) donde tuvo más que palabras con su archí enemiga Eva Neretva, alias Eva Rengel, alias Luisa Gómez, miembro del Grupo A de Tareas Especiales del NKVD. Y finalmente en Octubre de 2018 a Falcó le vuelven a encomendar una nueva misión un tanto peligrosa, más bien doble, pero esta vez algo alejada de las trincheras españolas, precisamente en el corazón de Francia: París.

El mismo Arturo Pérez-Reverte ha bautizado a su retoño literario como un personaje cien por cien español, un espía, un traficante, según las circunstancias; un jerezano, un chico de buena familia, golfo, muy golfo; pero, sobre todo, un patriota de sí mismo. Es decir una peligrosa herramienta que por circunstancias de la vida está en un bando y no en otro. Que por pura profesionalidad acata las órdenes de sus superiores pero que las adapta a su propio esquema mental. Y es precisamente esto lo que le obliga hacer la misión que le asigna en este caso el Almirante, su superior en el  Servicio Nacional de Información y Operaciones (SNIO). Ésta consiste en infiltrarse en la capital gala y, por un lado, sabotear el famoso cuadro de Picasso, el Guernica, para que no sea expuesto en la Exposición Universal de París, mientras que también debe desacreditar  la honorabilidad y fama de un héroe republicano llamado Leo Bayard, que había sido un reconocido aviador en los primeros vaivenes del conflicto civil. Falcó, como es natural acepta aunque no esté muy preparado intelectualmente para introducirse en el mundo artístico y bohemio de la ciudad francesa. Aun así su poder de mimetización se revela como formidable.

París es en aquellos años una especie de Casablanca, un rompeolas de Europa, en donde concurren no solo los primeros refugiados de la gran guerra que se avecina en el horizonte, sino también campo de juegos de la inteligencia española, es decir la nacional y la republicana en el exilio, además de la francesa e incluso la alemana. Un entramado de hilos peligroso en el que Falcó debe moverse a varias bandas. Por un lado debe conocer y valorar a sus correligionarios y de paso temer a sus enemigos emboscados en la ciudad. Y por otro debe introducirse entre intelectuales de izquierda para lograr uno de sus objetivos: acabar con el cuadro de Picasso para que no sirva de publicidad a la causa republicana. Comparado con otros trabajos que ha realizado Falcó, puede parecer algo más sencillo y directo pero desde que abrimos esta novela tenemos la impresión que nuestro espía se mueve en un mundo algo neblinoso, y que en cada esquina de la llamada Ciudad de las Luces acecha un peligro sin definir. En todo momento, página tras página, el lector se encuentra sobre alerta.

Sabotaje, de Arturo Pérez-Reverte, cierra (de momento, quién sabe si en el futuro habrá alguna entrega más) el ciclo de las aventuras de Lorenzo Falcó, y lo hace con un broche excelente en el que el autor dosifica el riesgo y la emoción a partes iguales. Como en sus anteriores novelas Falcó se mueve como un lobo en la sombra, pera esta vez en un mundo donde los ideales pugnan entre sí y se destrozan mutuamente, aunque sin olvidar cual es su destino final. Siguiendo sus propios métodos… los del escorpión.

viernes, 28 de diciembre de 2018

SER MÁS CHULO QUE UN OCHO


No sé si esta expresión se pronuncia en otras partes de España (creo que sí) pero en Madrid es común oírla cuando se observa a una persona emitir una actitud arrebatadora y dominante. Al parecer el germen de esta frase hay que buscarla en el tranvía número 8 que recorría la capital desde la Puerta del Sol, pasando por la Calle Preciados, la Plaza de Santo Domingo, la Calle de Leganitos y los paseos de San Marcial, hasta San Antonio de la Florida. Los chulapos y chulapas de Madrid utilizaban este tranvía cuando iban a los bailes del Parque de la Bombilla, sobre todo en las festividades de San Isidro (15 de Mayo) por lo que en aquellos días de jolgorio el vagón de este medio de transporte se llenaba de gente muy bien vestida, con sus flores en el ojal y sus mantones bien floridos. Las personas que veían pasar el tranvía número 8 por la rivera del Manzanares quedaban asombradas al ver a tanta gente guapa viajando junta por lo que pronto acuñaron la expresión: ser más chulo que un ocho.

jueves, 27 de diciembre de 2018

BREVE HISTORIA DE LA MITOLOGÍA DE ROMA Y ETRURIA - Lucía Avial Chicharro


Canto las armas y a ese hombre que de las costas de Troya llegó el primero a Italia prófugo por el hado y a las playas lavinias, sacudido por mar y por tierra por la violencia de los dioses a causa de la ira obstinada de la cruel Juno, tras mucho sufrir también en la guerra, hasta que fundó la ciudad  y trajo sus dioses al Lacio; de ahí el pueblo latino y los padres albanos y de la alta Roma las murallas. (Comienzo de La Eneida de Virgilio)

Al igual que todos los pueblos de la antigüedad, como griegos, egipcios, mesopotámicos y demás, los romanos concedían una gran importancia a su religión y a los dioses tutelares de su gran imperio. Los hijos de la loba solían acudir a ellos al realizar cualquier acto de la vida, ya fuera al comenzar una batalla, abrir una sesión del senado, hasta pedir abundancia al inaugurar un establecimiento comercial. Todo fuera por congraciarse con los seres del más allá. Se juraba por tal o cual dios, por la piedra negra o por Plutón, e incluso los meses del año eran bautizados con tal o cual dios. Los dioses estaban, por tanto, en el día a día del romano ya fuera el que vivía en el  propio Lacio como el que habitaba en la linde con los partos orientales. Creemos saber gran cantidad de información acerca de la religión romana, y algo menos de la Etrusca, por lo que les recomiendo, bien para aumentar su caudal de conocimiento, bien para dejarse fascinar por primera vez por ese mundo legendario, acudir a la obra Breve Historia de la mitología de Roma y Etruria, escrita por la historiadora y arqueóloga Lucía Avial Chicharro (Nowtilus, 2018).

En un principio la autora asienta su trabajo hablándonos de la religión etrusca, pueblo del que los romanos se sintieron herederos y conquistadores, y nos adentra en la importancia que éstos les daba a la adivinación y al papel que tenían los augures en aquellas ciudades estados del norte del Lacio. Además nos enseña la importancia que daban a la muerte a través de los frescos y estatuillas encontradas en las zonas de dominación etrusca. Tras esta base Lucia Avial Chicharro introduce al lector en la mitología romana informándonos de sus características y diferencias que se establecen con las de las demás religiones circundantes. Con respecto a la mitología griega, los romanos establecieron parecidos (más bien copias y pastiches) y ciertas diferencias con a ella. En cuanto a los parecidos, tras la conquista romana de Grecia y su posterior helenización, éstos formaron gran parte de su panteón con los dioses heredados del propio monte Olimpo. En muchos de los casos se limitaron a transformarles los nombres y poner los suyos propios (Zeus – Júpiter / Afrodita – Venus / Demeter – Ceres…) apropiándose por tanto de sus cualidades e historias inmortales. En este caso los romanos nunca tuvieron problema en aceptar divinidades exteriores siempre y cuando acataran la ley y con el tiempo aceptaran que el emperador de turno era una especie de divinidad (de ahí el problema que tuvieron con los cristianos).

 Pero a diferencia de los griegos que veían a sus dioses lejanos y juguetones con la raza humana, los romanos, en cambio, veían a sus dioses como seres que se inmiscuían en sus vidas y que por lo tanto debían ser respetadas para el engrandecimiento de su imperio. En esto podemos ver una especie de mitología política y práctica. Continuamente era necesario que los mitos y hazañas de sus héroes fueran ejemplo de que ellos eran el pueblo elegido, y por ello no tenían problemas en enseñar a los niños que eran descendientes de los dioses traídos de la misma Ilión. Un ejemplo de ello es la misma Eneida escrita por Virgilio. Es un claro caso de continua auto reafirmación de la autoridad estatal. Los héroes por tanto fueron sus propios héroes, como Eneas, Rómulo, Coriolano, Cincinato… en definitiva cualquiera que hubiera engrandecido con su sabiduría y sus armas el poder de la Roma eterna. En la religión primitiva los romanos hacían más caso a los dioses o seres particulares de cada casa, como eran los lares, penates, manes e incluso el propio genio del hogar, pero con el tiempo no tuvieron problema en hacer una mezcolanza con los dioses traídos de otros lugares del ámbito romano y hacerlos suyos, ya fueran los originarios de Grecia o de otros lugares donde una caligae romana hubiera pisado.

Todo estaba calibrado y medido según la religión, sus sacerdotes o vestales. Los días y las horas, los grandes acontecimientos y las grandes decisiones de sus gobernantes. Aun así, el trabajo de Lucía Avial Chicharro quedaría algo cojo si no nos hablara de las influencias que tuvieron en Roma y su mitología los pueblos circundantes como los sabinos, volcos,  mamertinos, samnitas, y demás que había en la Península Itálica, y que tras cientos de años de encarnizadas guerras acabaron bajo las zarpas de la loba capitolina. Breve Historia de la mitología de Roma y Etruria nos ofrece un paseo por el mundo legendario y mistérico de los pueblos itálicos y por la apasionante historia que desprenden sus héroes y dioses. Conoceremos los entresijos de su religión y como adoraban a cada ser inmortal de su panteón ya fuera público como personal. Un ensayo entretenido y didáctico a la vez, se lo aseguro.

miércoles, 26 de diciembre de 2018

LOS ARRULLADORES EGIPCIOS


En el antiguo Egipto los hijos de los faraones eran  cuidados de una manera muy especial ya que se esperaba de ellos que fueran los que sucedieran a sus padres y de esta manera perpetuaran el linaje familiar. Es por ello que en palacio hubiera distintas clases de cuidadores siempre pendientes de la salud y bienestar de los infantes, como por ejemplo los arrulladores. Estos funcionarios, ya fueran hombres o mujeres, se encargaban de cantar nanas a los niños cuando se iban a la cama o a musitarles dulces palabras para que se durmieran. El oficio de arrullador no era fácil pues los aspirantes a él tenían que tener una voz bonita y relajante, además que tras conseguir el puesto de trabajo debían cuidarla constantemente pues en cuanto no pudieran arrullar al bebe faraón eran despedidos de inmediato. Hay que precisar que los arrulladores no tenían nada que ver con las nodrizas quienes eran las encargadas de darles el pecho a los pequeños de la corte.

lunes, 24 de diciembre de 2018

LA TREGUA DE NAVIDAD


La Navidad es, por encima de todo, una época de paz y concordia en la que cualquier tipo de odio o conflicto muchas veces cesa por completo. Como si algún espíritu interno, inmemorial, empujara al ser humano a firmar cualquier tipo de tregua con sus semejantes. Pues esto mismo es lo que pasó durante la Primera Guerra Mundial, justamente el día de Navidad de 1914. Cuando se estaban acercando dichas festividades el káiser Guillermo II de Alemania y su estado mayor decidieron enviar a sus soldados del frente un abundante cargamento de comida para la cena de Nochebuena y la comida de Navidad, junto con una gran cantidad de arbolitos para que decoraran las frías trincheras. Había tal cantidad de árboles que en algunos tramos incluso había uno cada cinco metros. Al llegar la Nochebuena los alemanes comenzaron a encenderlos y a cantar villancicos mientras daban cuenta de su banquete.

¡Menudo susto tuvieron que llevarse los aliados cuando en mitad de la noche se encendieron las luces de los arbolitos y empezaron a oír las canciones navideñas! Pero es aquí cuando hizo acto de presencia el milagro de la Navidad pues en vez de atacar las posiciones enemigas éstos se unieron también al jolgorio del momento cantando sus propios villancicos para regocijo de ambos bandos. La música iba y venía por el aire e incluso algunos gritaban peticiones y buenos deseos a los de enfrente. A la mañana siguiente, al alba, algunos soldados alemanes izaron banderas blancas y caminaron desarmados por la Tierra de Nadie haciendo gestos a los aliados para que se acercaran de buena fe. Al poco rato se reunieron y como si fueran amigos de toda la vida intercambiaron regalos, se enseñaron las fotos de las novias y esposas, e incluso alguien sacó un balón de futbol con el que rápidamente organizaron un partido habiendo por lo menos había cincuenta jugadores por cada equipo. Daba igual, lo importante era seguir vivos y en buena armonía. Aunque también hubo tiempo para cosas más serias como recoger los cadáveres del día anterior, darles sepultura y acudir a una ceremonia religiosa en donde se mezclaron sin ningún problema los ya antiguos enemigos.

Para esos soldados aquel día de Navidad fue todo un regalo, un oasis en un mundo que se había vuelto loco, pero en cambio para las altas esferas fue todo lo contrario. Cuando les llegaron las noticias acerca de lo que había sucedido el día de Navidad en distintas partes del frente empezaron a pedir informes para represaliar a los soldados que habían tenido la osadía de confraternizar con el enemigo, a la vez que requisaban las fotos que inmortalizaron aquel maravilloso día (una de ellas se les escapó y acabó publicada en The Daily Mirror inglés). Finalmente, a resultas de la tregua de Navidad los oficiales de ambos bandos detectaron que sus soldados ya no querían atacar las posiciones enemigas pues ¡¿cómo iban a matar a aquellos que el día anterior les habían tratado como verdaderos amigos!?. Así pues el alto mando decidió redistribuir a sus soldados y cambiarlos de frente para que olvidaran viejas amistades y pudieran seguir matando sin ningún remordimiento. Aun así, a pesar de enviarlos a cientos de miles de kilómetros, a algunos soldados no se les olvidó ese día de Navidad y años después pudieron contar aquella maravillosa historia a sus nietos al amor de la chimenea.