viernes, 25 de noviembre de 2022

¿CUÁL ES EL ORIGEN DE LA PALABRA PANTALÓN?

 

Una de las cosas que pronto llamaron la atención de los romanos al conocer a las tribus celtas fue que éstos se cubrían las piernas con una especie de pantalones y no con túnicas como hacían ellos. Nada más ver esa indumentaria los romanos se rieron de ella pero muy pronto comprendieron (y sintieron) que aquella telas que los galos llamaban braca eran de los más practicas porque de esta forma no se helaban las piernas. Pasado el tiempo estos bracae empezaron a popularizarse entre la clase baja dándose el caso que algunos sastres se especializaron en este tipo de ropa conociéndoles como bracasi. Aun así el tira y afloja de esta moda se siguió dando durante todo el imperio romano llegándo incluso a ser prohibidos por los emperadores Honorio y Arcadio en el 460 al proclamar que cualquier persona que portara unos bracae dentro de Roma seria detenida por las autoridades.

Pero esta situación cambió cuando los barbaros acabaron con el imperio  y se diseminaron por toda Europa. Durante la Edad Media el tamaño de estos bracae disminuyó tanto que en muchos casos quedaron reducidos a unos pequeños calzones que solo llegaban hasta las rodillas mientras que los siervos los llevaban hasta los tobillos. Entonces, llegados a este punto hemos de preguntarnos ¿cuándo los bracae pasaron a llamarse pantalones? Pues pasados unos siglos, alrededor del XVII, existía en la ciudad de Venecia un actor de la Commedia dell'Arte que vestía un trajo estrafalario y divertido a la vez que representaba a un avaro comerciante el cual era siempre engañado. Portaba unas calzas largas muy llamativas, rojas, que hacían reír a los espectadores y como este actor vivía en el barrio de San Pantaleón muy pronto los venecianos comenzaron a conocerle como Pantaleón y a sus gracias pantalonadas. De ahí que el nombre artístico de esta persona pasara a identificarse también con sus estrafalarias calzas.

Durante la Revolución Francesa el pueblo comenzó a mofarse de los nobles que llevaban calzones cortos hasta la rodilla (culotte, en francés) y por eso a los partidarios de la revolución se les conoció también como sans-culottes (acuérdese que antes había mencionado que fueron los siervos en la Edad Media quienes llevaban los pantalones largos hasta los tobillos). Fue a partir de aquí cuando verdaderamente el pantalón, como hoy lo conocemos, se popularizó por todo el mundo.

Y como curiosidad ¿saben quién popularizo la raya del pantalón? Si uno se fija en fotos anteriores al siglo XX observará que los pantalones no portan la famosa raya. Pues bien parece ser que fue el Príncipe de Gales, hijo de la reina Victoria y futuro rey Eduardo VII, al dirigirse a un acto oficial que se manchó los pantalones que llevaba y entró de urgencia en una tienda de ropa. El vendedor le ofreció unos pantalones que llevaban mucho tiempo guardados pero a los que le habían salido alguna raya. Se ofreció a planchárselos en un momento pero el futuro rey que tenía bastante prisa se negó a ello. Imagínense el efecto que tuvo entre los asistentes al acto ver al príncipe de esta guisa pero pensaron que se trataba de una moda real que muy pronto sería copiada.

domingo, 20 de noviembre de 2022

EL FRIO CASAMIENTO ESPARTANO

 

Llama la atención que frente a la democrática Atenas, las mujeres en Esparta fueran más libres y tuvieran más privilegios que sus hermanas atenienses. Tenían tanto poder decisorio sobre los hombres que se dice que en cierta ocasión una extranjera le dijo Gorgo, esposa de Leónidas: “Solamente vosotras, las laconias, mandáis en los hombres”. A lo que ella respondió: “Porque solamente nosotras parimos hombres”.  Esto demuestra que los espartanos concedían más importancia a las mujeres que sus vecinos. En vez de tenerlas encerradas en el gineceo tejiendo todo el día permitían que éstas se implicaran en la vida militar haciendo ejercicios (sin castigos brutales), carreras hasta desfilar ante sus compatriotas, sobre todo con el fin de parir hijos fuertes. Además tenían derecho de grabar su nombre en las lápidas mortuorias cuando morían durante el parto de igual forma que se hacía con sus iguales caídos en combate. Podían heredar y tener propiedades y hasta criar caballos en granjas.

Pero también choca que frente ante tanta libertad en una época en que la mujer, por desgracia, tenía escaso valor, la sociedad espartana, y sobre todo sus mujeres, no otorgaban ningún romanticismo al hecho de casarse. Aun así eso no era óbice para que el casamiento fuera  importante en aquella sociedad debido a la necesidad de engendrar hijos con los que defender al estado por lo que no era bien visto que los varones fueran solteros llegando incluso el caso de ser penados con la humillación pública al no poder asistir a los banquetes comunales (o sisitía) o multándolos también por casarse tarde o casarse de mala manera, por conveniencia. En cuanto al tema que nos ocupa en Esparta, como ya indicaba antes, el matrimonio no era ningún cuento de hadas: a la mujer se la rapaba el pelo a cero y se la vestía con ropa y zapatos de hombre. Acto seguido se la encerraba en una habitación a oscuras a la espera de que acudiera su esposo. Éste después de comer y beber con sus camaradas acudía al lugar donde se encontraba ella y consumaban el acto sexual. Después, igualmente a oscuras, el novio salía de la habitación con mucho cuidado, sin hacer ruido, y volvía con sus compañeros a la sala común donde moraba. Y así durante varios días, entrando y saliendo de la casa a hurtadillas como representando que se avergonzaba de que lo sorprendieran.

Finalmente se cree que existía otra forma de casamiento, aunque esta es un tanto más legendaria que la anterior. En el Banquete de los sabios, Ateneo de Naucratis nos cuenta en su libro XIII que éste consistía en fingir un rapto pactado (harpagé) y su posterior violación: “En Esparta era costumbre encerrar a las chicas casaderas en una habitación oscura en la que también se metía a los muchachos en edad de casarse y cada uno de ellos sacaba, sin dote, a la que cogiera”. 

Fuentes:

Murcia Ortuño, Javier: De banquetes y batallas. Madrid, Alianza Editorial,  2007, 575 pp.

Eslava Galán, Juan: Amor y sexo en la antigua Grecia. Madrid, Temas de Hoy, 1997, 271 pp.

sábado, 19 de noviembre de 2022

SHI – Josep Homs y Zidrou

 

“Se conocieron, se trataron, nació la intimidad, y tras ésta vino la amistad sincera”

(Oliver Twist, Charles Dickens)

A mediados del siglo XIX el Imperio Británico gobierna gran parte del mundo y tiene intereses comerciales en la otra mitad del planeta. Rule, Britannia! Britannia, rule the waves. / Britons never, never, never will be slaves. Sí, gobierna montañas, mares, extensos territorios, personas, es la admiración de otras naciones… pero detrás de esa fachada de puritanismo victoriano se esconde, sobre todo en las altas esferas, un corazón negro, purulento de vicios secretos y ansias de poder sin igual. Y en el epicentro de todo este conglomerado se encuentra la ciudad de Londres, gigantesca toda ella, que alberga millones de personas y en la que, por desgracia, gran parte de ella se muere de hambre, enfermedades o por la desidia de las autoridades. Es lo que tiene la enorme emigración que sufre la ciudad del Támesis, ciudad que parece albergar dos mundos irreconciliables: la de los que toman el té a las cinco y comen todos los días rodeados de lacayos; y los que se mueren o prostituyen al lado del arroyo. Y es en esta ciudad de virtud y pecado donde se encuentran dos mujeres, de distinta clase, unidas por el mismo destino: destruir al Imperio Británico, aquel que reina sobre las olas.

Josep Homs y Zidrou, autores de la saga Shi que ahora les acerco, nos trasladan en su primer tomo, Al principio fue la ira… a ese Londres corrompido, en concreto al año 1851 cuando se inaugura la Primera Exposición Universal situada en el fastuoso Palacio de Cristal en donde se pretende mostrar al mundo los progresos y avances, y por tanto la supremacía británica por encima de los demás países. A ese palacio de ensueño, novedoso para la época, acude la típica familia inglesa de clase noble, los Winterfield, quienes no solo desean conocer dichos avances técnicos sino también los mundos exóticos que ofrece la muestra. Y es allí en el recinto que remeda el universo japonés donde se conocen la rebelde hija de los Winterfield, Jennifer, de pelo rubio como un campo de trigo, y la misteriosa hija del sol naciente Kitamakura. A  partir de entonces, de ese contacto predestinado, empezaran a descubrirse ante nuestros ojos las miserias de aquel mundo de chapa y pintura, de apariencias engañosa en que estaba envuelta la fachada victoriana.

Que nadie se engañe, vamos a ver un Londres brumoso y sucio donde tras las puertas de las clases adineradas hay un entramado de mentiras, fariseísmo, pulsión sexual continua, violencia hacia los más débiles, ríos de sangre y muerte… mucha muerte sin sentido, descarnada, ya que shi en japonés significa eso mismo: muerte. Como he mencionado anteriormente Jennifer y Kitamakura, pero sobre todo Jennifer a la que se le despierta el odio contra su propio clan, harán temblar los cimientos del Imperio Británico, aquellos en los que junto al valor y al progreso también se han enredado como las lianas de una planta ponzoñosa el veneno de las injusticias toleradas, la desigualdad entre ricos y pobres, el racismo hacia otros pueblos y el machismo y el desprecio o minusvaloración hacia las mujeres. Por tanto ¿Qué podrán hacer dos mujeres en un mundo de hombres ambiciosos y corrompidos? Pues nada más ni nada menos que toda una hazaña coronada de verdadero valor.

En cuanto al tema histórico que envuelve esta serie de cómics, en este Londres caput mundi, se circunscribe a dos ejes. Por un lado tenemos el marco de la Exposición Universal de 1851, y su Palacio de Cristal erigido en Hyde Park construido por el arquitecto Joseph Paxton, lugar donde principias las aventuras de nuestras protagonistas, y las secuelas de la Guerra Anglo Estadounidense (1812 -1815) en donde una sociedad secreta llamada Los hombres de Erie, llamados así por la Batalla de Erie (1813), sueñan con volver a recuperar las otrora Trece Colonias y para ello no dudan en sacrificar fortunas, sueños, moral y recursos humanos con el fin de logran sus añorados fines. Además en toda esta saga vemos desfilar otras grandes personalidades históricas como por ejemplo el ministro John Russel o la propia familia real encabezada por la reina Victoria y sus infinitas ambiciones territoriales.

En concreto esta saga de comics está compuesto por cuatro tomos: Al principio fue la ira… seguido de El rey demonio, Revenge!, y finalmente Victoria. El arco al que me refiero en esta reseña contemplaría éstos mencionados y concluyen de forma definitiva aunque ya se ha publicado un quinto tomo, Black Friday, el cual inaugura una nueva saga y que trata sobre el movimiento feminista y la explotación infantil. Refiriéndonos a estos primeros decir que el ritmo de la historia es rápido, tiene mucha acción, pero a pesar de su celeridad hay que señalar que cada viñeta es un auténtico cuadro de época, muy detallado y en el que uno se puede parar a observar con detenimiento todos los detalles de una habitación victoriana, los ropajes de una persona, o del trasiego de una gran calle londinense. El dibujo y los diálogos son tan certeros y precisos que en algunos momentos algunas de esta viñetas son altamente sensoriales pues casi podemos oler el perfume de un prostíbulo de alta categoría o también la basura de una calle de los barrios bajos, o casi paladear el sabor de un buen vino o asquearnos al saborear un filete añoso servido en un pub de mala muerte.

En conclusión la saga Shi es un verdadero festín para los sentidos y para todo aquel que quiera descorrer el velo oscuro y mentiroso de puritanismo que señoreaba esa época. Venganzas, historia en vivo, aventuras, emociones e incluso a veces toques paranormales, son los ingredientes que el lector va a encontrar en este primer ciclo de cómics en donde dos mujeres, unidos por un odio común, van a demostrar todas las inmoralidades de una época en donde unos, por haber nacido donde habían nacido, se creían con todo el derecho a tener puesto el pie en el cuello de los más desfavorecidos.

Buena lectura.

También podeis leer mi reseña en la página de Hislibris: 

https://www.hislibris.com/shi-josep-homs-y-zidrou/

domingo, 13 de noviembre de 2022

EL PASTOR QUE INCENDIÓ UNA DE LAS MARAVILLAS

 

Existen muchos motivos por el que se destruyen los monumentos y las obras de arte. Por cuestiones bélicas, por odios, notoriedad con la que ganar fama y posteridad, locura, amor desmedido… son ingentes las causas de por qué se han destruido o mutilado la creación del hombre a lo largo de la Historia. Un ejemplo de ello fue lo que ocurrió en el año 356 a. C en la localidad de Éfeso en Asia Menor. En aquel entonces esta ciudad era un lugar vivo, boyante, lleno de numerosos templos entre los cuales destacaba el de Artemisa, que con sus 115 metros de largo, 55 de ancho y 18 de altura era sin lugar a dudas uno de las Siete Maravillas de la antigüedad. Tenía alrededor de 127 columnas y estaba decorado con todo lujo de materiales, desde brillantes mármoles a ricos cedros del Líbano. Y enfrente de él un patio presidido por una estatua de la diosa cazadora a la que rendían culto cientos de peregrinos quienes a su vez dejaban grandes divisas a la ciudad.

Pero cuenta la leyenda que una noche un pastor del lugar llamado Erostratro, no se sabe muy bien el motivo de si por conseguir la inmortalidad o bien porque había sido rechazado como sacerdote de la diosa decidió prenderle fuego al templo. Con mucho sigilo se introdujo dentro del recinto y acercó una tea encendida al tejado prendiéndose muy pronto el interior del techo y las columnas hasta que todo el edificio colapsó. Acto seguido Erostratro fue atrapado y ejecutado por incendiario y sacrílego, además de ordenarse, también bajo pena de muerte, que nadie pronunciara nunca el nombre del pirómano (damnatio memoriae) con el fin de que no se supiera quién fue el responsable de tal infamia e incitara a otras personas a imitar sus acciones. Pero aunque se intentó borrar su nombre, ocurrió totalmente lo contrario y tiempo después todo el mundo supo quién había sido y su terrible acción quedó reflejada hasta en los escritos, como por ejemplo los del historiador Teopompo.

Aun así también hubo personas, hasta celebridades del momento, que no creyeron la versión oficial de las autoridades de Éfeso. Aristóteles cree que fue un rayo y otros opinan en cambio que fueron los propios sacerdotes quienes incendiaron el templo para construir otro mejor, un tercero (el que había sucumbido a las llamas era el segundo porque el primero había sido destruido por una inundación) más grande y más lujoso que el anterior. Como se puede ver hubo opiniones de todo tipo.

sábado, 12 de noviembre de 2022

VIAJE A TIERRA SANTA - Juan Eslava Galán y Antonio Piñero

 

El que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho (Miguel de Cervantes)

Desde que Helena de Constantinopla (250 – 330), más conocida como santa Elena en el mundo hispano y romano, madre del emperador Constantino, redescubriera las reliquias de la Veracruz en Jerusalén, la transformación de Tierra Santa, allá en Israel, en un verdadero parque temático religioso para los cristianos de todas las congregaciones existentes es un hecho innegable. Aquel fue el inicio, el toque de salida, para que miles y miles de creyentes en Cristo resucitado acudieran en tropel con el ansia de conocer y hollar con sus propios pies los mismos lugares que el Mesías conoció en su breve pero intensa vida. Y de la misma manera que las moscas acuden a la miel, estos turistas religiosos en el ir y venir en su peregrinación, al igual que pasa en todas las peregrinaciones repartidas por el orbe, han querido inmortalizar su viaje ya sea en forma de fotos o en la compra de reliquias y entradas para conocer tal o cual iglesia que represente cualquier escena que aparezca en las página de la Biblia. Es por tanto todo un negocio boyante que parece no tener fin y en el que la religiosidad/credulidad de los creyentes se hermana con las arcas de aquellos que quieren rentabilizar sus negocios turísticos. Y es aquí, a este lugar del Próximo Oriente, a Israel y alrededores, donde nuestros dos protagonistas, Bonoso y Antonio, dirigen sus pasos para mostrarnos por un lado los lugares claves en los que se cimenta toda la fe cristiana y judía y a la vez enseñarnos qué hay tras el telón de esta religiosidad desmedida.

Ya Juan Eslava Galán había escrito con anterioridad otros libros de viajes como por ejemplo El paraíso disputado (2004) ; Viaje a la costa de las ballenas (2006); o Ciudades de la Bética (2012), en los que Bonoso (su alter ego andariego) iba acompañado del escocés Angus. Pero esta vez cambia de tercio y se hace acompañar en Viaje a Tierra Santa (2022)  por el eminente filólogo y escritor Antonio Piñero, especialista en temas de cristianismo primitivo y judaísmo en general. Y decir que el resultado de esta nueva combinación es de lo más exitosa. Ambos, Bonoso, un tanto pez en estos temas religiosos, y Antonio comienzan sus andanzas no por la misma Jerusalén sino más abajo, en el Monte Sinaí pues quieren principiar este viaje enseñándonos donde hunde sus raíces el judaísmo actual. De ahí, desde el lugar en que Moisés se extasió viendo la faz de Dios, toman ruta Norte y pasan por Tel Aviv, Galilea, se adentran en calles más emblemáticas de Jerusalen y por las zonas en la que se produjo la pasión de Cristo, y no acaba ahí su trajinar porque también tienen tiempo de acercarse a lugares importantes más allá de la muerte de Jesús y donde Pablo y los Apóstoles comenzaron a predicar y hacer crecer el cristianismo: Atenas y Éfeso.

Como se puede ver estamos ante un viaje de lo más entretenido con el que conocer el universo de los Santos Lugares, su historia, sus gentes y su rica arqueología. Pero, como indicaba un poco más arriba, nos enseña también otra realidad, la más prosaica: el negocio que se mueve allí de forma desproporcionada. Junto a las apreciaciones históricas que comparten Bonoso y Antonio, aparece el comercio y el saca-dineros existente en dicho turismo; los precios escandalosos en cada comida; en cada reliquia y en cualquier chuchería que queramos comprar, y todo adobado con el buen número de embustes y falseamientos históricos que sirven para cuadrar las citas bíblicas. Es decir, que muchas entidades gubernamentales o religiosas no tienen escrúpulos de jugar con la fe de los creyentes para lucrarse en un negocio que parece no tener fin.

Podríamos decir que Viaje a Tierra Santa es un libro en el que está perfectamente equilibrado por un lado la pura esencia de la narración en el que observamos el día a día de los protagonistas, es decir donde pernoctan; las curiosidades culinarias de Israel y Palestina; los transportes, la gente pintoresca que conocen, junto con el plato fuerte de temas históricos, arqueológicos o también temas tan candentes como el conflicto judeo-palestino. Por tanto nos encontramos con un relato de viajes erudito a la par que didáctico que además está lleno de anécdotas que más de una vez nos harán sonreír, y todo adobado con un estilo muy entretenido que hará que cuando levantemos los ojos de sus páginas pensemos que ¡pronto pasa el tiempo! En verdad os lo recomiendo.

Buena lectura.