domingo, 31 de mayo de 2015

EL FALSO MANCO DE LEPANTO



El día de la batalla de Lepanto (7 de Octubre de 1571) Miguel de Cervantes Saavedra, futuro escritor de El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha (1605 y 1615), se levantó con unas fiebres muy altas. Pero a pesar de ello esta circunstancia no le impidió acudir a su puesto en la galera La Marquesa para defender la chalupa que estaba alojada en la parte inferior de popa. Aunque al principio el capitán Diego de Urbina le ordenó que volviera a bajar a descansar, el soldado Cervantes le prometió que ningún turco infiel tomaría aquella chalupa. Y tanto arrojo demostró durante el combate que a causa de ello recibió tres disparos de arcabuz, dos en el pecho y uno en la mano izquierda, siendo éste último el más terrible pues el plomo candente le seccionó un nervio produciendo la total perdida de movilidad de aquel miembro.

Después de unos meses en el hospital Cervantes quedo imposibilitado para utilizar esta mano, quedando eternamente caída a su costado. Aunque nunca se la amputaron. Llama la atención que debido a esta condición, tiempo después muchos comenzaran a llamarle el manco de Lepanto. Según parece algunas personas corrieron el rumor de que un soldado mahometano le había cortado parte del brazo izquierdo con un hacha. E incluso han existido grabados en los que el insigne escritor aparece con este brazo seccionado. Pero claro está, esta leyenda urbana es falsa pues Cervantes siempre conservó, aunque mustio, su brazo y mano izquierda junto a él. Recuérdese las palabras que aparecen en su obra Viaje al Parnaso, en las que nos habla meramente de la pérdida de movimiento sufrido durante aquella batalla que consideraba como la más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos, ni esperan ver los venidero: "Bien sé que en la naval dura palestra / perdiste el movimiento de la mano / izquierda, para gloria de la diestra

sábado, 30 de mayo de 2015

BREVE HISTORIA DE LA CORONA DE CASTILLA - José Ignacio Ortega Cervigón



Cuenta la leyenda que una vez el rey de León, Sancho el Craso, mandó llamar al conde Fernán González para que acudiera a unas cortes que se celebraban en sus tierras. Éste lo hizo de mala gana, pero como era vasallo del rey leones no tuvo más remedio que acudir allí. Cuando llegó ante el monarca lo hizo vestido de una guisa impresionante montando en un caballo de pura raza y, a la vez, también portando en su brazo un azor de bello plumaje. Cuando Sancho lo vio quiso enseguida quedarse con el ave, e inmediatamente ofreció a su vasallo un precio simbólico para obtenerlo. En un principio Fernán no deseó hablar de dinero y quiso regalarle el azor sin más, pero el rey, un tanto molesto, no deseaba tal presente. Así pues, para no enojar a su señor, ambos convinieron en que se fijara el dinero y que se pagara en un día señalado, y que si pasaba esa fecha y no era abonado el precio cada día que se pasara aumentaría doblemente el valor del ave. Pasó el tiempo y el rey leones se olvidó muy pronto de la deuda, por lo que un día Fernán González se presentó ante su señor y le exigió el pago del azor, pero como la susodicha deuda era tan grande, tanto que sobrepasaba con creces el tesoro real, éste no tuvo más remedio que cederle en perpetuidad el condado de Castilla, con lo que definitivamente conseguía la independencia convirtiéndose en reino.

Como se puede observar nos encontramos con una leyenda de tipo fundacional que tiene los rasgos generales y típicos de este tipo de narraciones: un fondo histórico sobre un elemento de fantasía. Lo que más atrae de las leyendas es, precisamente, este último aspecto al ser el más entretenido, pero hay que matizar que la epopeya de este reino supera, a veces, en muchos aspectos a la preciosidad de las leyendas. Y es por ello que el escritor José Ignacio Ortega Cervigón nos propone en este libro editado por Nowtilus, Breve Historia de la Corona de Castilla conocer la historia de Castilla tanto en la Edad Media como en la Edad Moderna, a la vez que fascinar a los lectores con las peripecias de lo que fue en un principio un pequeño reino hasta convertirse en uno de los pilares principales (los otros fueron el Reino de Aragón, o el de Navarra…) sobre los que se fundó nuestra actual hispanidad.

El autor se remonta hasta la época de la reconquista cristiana y centra su mirada en el estado inicial de empate que existía entre los reinos del Norte y Al-Andalus. Asistimos por tanto al nacimiento de Castilla como marca de defensa para contrarrestar las razzias musulmanas que se efectuaban sobre los reinos norteños. Debido a diversos factores territoriales el condado de Castilla se independiza en el siglo X, y a partir de entonces, gracias sobre todo a la unión de Castilla y León podemos observar diversas etapas en su crecimiento personalizadas, la gran mayoría de la veces, por los distintos reyes que plasmaron su épica en el territorio: Fernando I, Alfonso XI, Alfonso VII y su función repobladora, o el gran conquistador Alfonso VIII. De Castilla comienzan a emanar no solo un rio de guerreros con la misión de culminar la reconquista hasta la caída de Granada, sino también leyes e instituciones, y una literatura de primer orden mundial. Es por ello que tanto en la Alta Edad Media y Baja Edad Media, época de luchas intestinas entre nobleza y monarquía, ejemplificado sobre todo en tiempos de los Trastámara, que Castilla se convierta en cabeza de la hegemonía española. Hecho comprobado tiempo después con el advenimiento de los Austrias  hasta el siglo XVIII, en donde se desmantela el antiguo orden de reinos creándose el germen del Estado Moderno en el que vivimos actualmente.

A través de la lectura de este ensayo podemos sobrecogernos con el devenir de Castilla por todos los siglos anteriormente citados, pero que la persona que abra este libro no espere solamente oír el sonido de espadas y conquistas épicas, sino que también apreciara y se deleitará con un mundo de cultura que probablemente desconocía y del que seguramente querrá aprender posteriormente. Asistirá al compendio erudito de los mozárabes, entrará con asombro a la Escuela de Traductores de Toledo, en un scriptorium medieval, o una universidad rica en sapiencia, caminará con fervor por el Camino de Santiago e incluso sus ojos quedarán extasiados al contemplar las bellezas plásticas de los pintores, escultores y arquitectos tanto medievales como del siglo de Oro, que dejaron sus obras maestras en un tierra llamada Castilla… tierra de leyendas a la vez que de maravillas sin fin.

domingo, 24 de mayo de 2015

DE MADRID AL CIELO



¿Sabías que la expresión “De Madrid al cielo” no es un eslogan inventado recientemente sino que tiene su origen hace varios siglos? Parece ser que esta frase se popularizó en el siglo XVIII, en la época de  Carlos III, aunque no se sabe muy bien quien fue el  promotor de ella. Hay quienes creen que su autoría hay que buscarla en el ingenio de una beata madrileña llamada Mariana de Jesús (1564) mientras que otros piensan que el culpable fue el dramaturgo del siglo XVII Luis Quiñones de Benavente el cual escribió lo siguiente: “Pues el invierno y verano/ En Madrid solo son buenos/ Desde la cuna a Madrid/ y desde Madrid al cielo.”

jueves, 21 de mayo de 2015

LO IMPORTANTE NO ES EL IDIOMA DE LA OBRA



Un día el gran dramaturgo y novelista español Enrique Jardiel Poncela (1901 – 1952) acudió con un amigo suyo al estreno teatral de un autor novel, pero al salir de ella ambos se enzarzaron en una acalorada discusión sobre la calidad de la obra vista. Mientras que a Jardiel le había encantado, a su amigo, en cambio, le había disgustado sobremanera. No paraba de criticar al autor de la función diciendo que “¡Ni siquiera era capaz de escribir en castellano!”. Pero Jardiel, sin perder la serenidad, y con gran ironía, le contestó lo siguiente: “¡Qué tendrá que ver! ¡Tampoco Moliere escribía en castellano y nadie le tiene por un mal dramaturgo!”.

martes, 19 de mayo de 2015

TELÓN ARRIBA, TELÓN ABAJO



¿Sabías que en la antigua Roma ya había telones en el teatro? Aunque parezca extraño ya aparecía en el escenario una tela grande que anunciaba cuando empezaba una obra y cuando acababa. Pero llama la atención que entonces “alzarse el telón” y “bajar el telón” significaran lo contrario que hoy en día, pues cuando se decía que se alzaba indicaba a los espectadores que la comedia se había acabado, y que cuando se bajaba que estaba recién empezada. ¿Cómo era esto posible? Porque en tiempos de los romanos el telón no se desenrollaba desde el techo hasta el suelo sino que se elevaba desde abajo del todo hacía arriba.