jueves, 28 de septiembre de 2017

BREVE HISTORIA DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA DE LOS ESTADOS UNIDOS - Montserrat Huguet



Me gustan más los sueños del futuro que la historia del pasado (Thomas Jefferson)

Le debemos a la doctora Montserrat Huguet, el que con sus escritos llene un hueco que la historiografía en nuestro país, por desgracia, tiene bastante olvidado. Solo hemos de acudir a cualquier biblioteca y observar cuan delgado es el tramo dedicado a la Historia de Estados Unidos. Tal vez encuentre algún que otro libro sobre temas generales acerca del país más poderoso del mundo, pero en pocas estanterías hallará libros de historia que aborden temas específicos estadounidenses. Nuestra autora tiene el honor de contribuir a alimentar esas anémicas estanterías con dos grandes obras, Breve Historia de la Guerra Civil en Estados Unidos, y la que hoy traigo entre manos: Breve Historia de la Independencia de los Estados Unidos (Nowtilus, 2017). Hecho que tanta importancia tuvo no solo en aquellas latitudes sino que afectó a todos los países del mundo tanto en esos años como en los actuales.

Montserrat Huguet hace que el lector lleve su óptica hasta mediados del siglo XVIII cuando las llamadas Trece Colonias tuvieron la osadía de levantarse contra la metrópolis británica y soportar una guerra de liberación hasta conseguir su independencia. Comienza sus estudios poniéndonos en situación: Hasta el siglo XVIII los futuros Estados Unidos habían sido una colonia más fiel al naciente imperio británico. Pero a mediados de aquel siglo, pasada la Guerra de los Siete Años, las Trece Colonias comienzan a sufrir lo que se denomina el Gran Despertar al llegar a sus latitudes ideas ilustradas que les hacen ver que son más que un territorio que sirve para engordar las arcas del rey Jorge III. Y es que desde que acabó la Guerra de los Siete Años, Inglaterra necesita más recursos por lo que se empieza a aplicar a los americanos una serie de fuertes cargas impositivas que soliviantan a los colonos hasta el punto de rebelarse contra la metrópolis, como se puede ver en la famosa protesta del Boston Tea Party en que éstos, disfrazados de indios, tiran al mar uno de los productos más simbólicos de la corona inglesa. Aquello no tenía vuelta atrás.

Tras varias sesiones, el llamado Congreso Continental proclama la independencia de las Trece Colonias en 1776. Comienza la que ellos llaman Guerra de Revolución en el que se enfrentarán el ejército de Su Majestad, más conocido como Los Casacas Rojas, contra el inexperto Ejército Continental comandados por el general George Washington.  Al principio, y como era de suponer, las victorias inglesas eran inapelables destrozando continuamente a los continentales en el campo de batalla. Pero poco a poco, a partir de 1777 y 1778 las fuerzas en liza empiezan a equilibrarse. Victorias como las de Trenton o Princeton son algunas batallas que hacen ver a los ingleses que tienen enfrente a un ejército ya experimentado y temible.  Además la llegada de fuerzas expedicionarias de Europa, gracias al buen hacer de Benjamín Franklin, por parte de Francia y España hacen que la victoria final sea posible en el bando de los rebeldes. Y estas se producen Yorktown (1781) y Saratoga (1783). El ejército inglés es derrotado finalmente y tiene que huir al Canadá británico. Tras la conferencia de Paz de Versalles y París las Trece Colonias se convierten en un país independiente.

Y como toda guerra que termina el país ha de resurgir de las cenizas del conflicto armado. Muchas fueron las dificultades que tuvieron que afrontar personalidades como Washington, Franklin, Thomas Jefferson, o John Adams, por citar algunos de los Padres Fundadores, para volver a reunificar los corazones de un pueblo que durante la guerra se había dividido entre patriotas y seguidores de la corona británica. Sus logros son inmortales pues no solo transformaron aquel territorio en uno de los más avanzados que había sino que a pesar de luchar contra viento y marea, y de guerrear de nuevo contra Inglaterra en 1812, llegaron a concebir una de las constituciones más importantes e influyentes que han existido a lo largo de la historia en el que los pilares básicos de libertad e igualdad han hecho que a día de hoy se siga plasmándo en muchas de las constituciones democráticas que aparecen a lo largo del planeta. Es por ello que les recomiendo vivamente leer este libro, Breve Historia de la Guerra de la Independencia de los Estados Unidos con el fin de conocer una de las mayores gestas de toda la Historia Universal.

sábado, 23 de septiembre de 2017

¿QUÉ FUE LA PORNOCRACIA?



Cuando hablamos del término Pornocracia no nos estamos refiriendo a ningún título de una película del género pornográfico sino concretamente a una época de la historia del papado ocurrida entre el gobierno de Sergio III (904) hasta la muerte de Juan XII (964). La culpa de que a esta parte de la historia se la llame así hemos de atribuírsela al erudito Cesare Boronio quien no solo la denominó de este modo en sus Anales Eclesiásticos sino que también la motejó como de Saeculum Obscurum (Siglo Oscuro) o Normas de las Putas.

¿Quiénes eran estas supuestas “putas”? Para saberlo antes hemos de remontarnos a la Alta Edad Media. En aquellos tiempos era normal que al papa se le eligiera o bien por influencias de los nobles o por imposiciones, asesinatos, complots… Pues bien en este caso que nos ocupa pasó algo parecido. A la muerte de León V (903), el cual había sido apoyado por la familia Spoleto y un primo de aquella facción llamado Teofilacto, eligieron como nuevo pontífice a Sergio III (904 -911), quien en agradecimiento por su elección no tuvo otra idea que nombrar al tal Teofilacto como la persona que se encargaría de las finanzas de Roma, y a su esposa Teodora como senatrix (senadora) o serenissima vestatatrix. Y tanto ardor tenía ésta en ayudar a Sergio III que no dudó no solo en aconsejarle en su despacho sino incluso en meterse en la cama con él y desde ahí seguir utilizándolo como marioneta para alcanzar sus ambiciones. Y no solo eso sino que incluso Mazoria, la joven hija de Teodora, también fue llevada al tálamo papal para que éste colmara sus apetitos carnales. De estas relaciones tan turbias tuvieron un hijo llamado Juan (futuro Juan XI)

Como se puede ver tanto Teodora y Mazoria se habían convertido en las verdaderas jefas de Roma. Ellas solas lo cocinaban y ellas mismas se lo comían. Tanto poder tenían que hasta se arrojaron el derecho de elegir a los tres papas siguientes: Anastatius III (911 -913), Lando (sólo duró unos meses), y Juan X (914). Cuando en 916 muere Teodora, Mazoria sigue sus pasos y elige otros tres nuevos papas: León VI (928), Esteban VII (928-931), y finalmente Juan XI (931 – 935), el cual era el hijo habido con el papa Sergio III. Mazoria poco a poco empezó a demostrar que era más ambiciosa que su madre y por tanto el título de hacedora de papas empezó a quedársele pequeño. Ahora quería ser reina. Así pues cuando murió su segundo marido, Guy de Toscana, quiso casarse con su cuñado Hugo de Arlés, a la sazón rey de Italia. Para ello solamente tenía que convencer al papa de que anulara el matrimonio de su prometido y, claro está, como era su propio hijo por aquí no tuvo ningún problema. Pero el gran escolló lo encontró en su hijo Alberico II, hijo de su primer matrimonio con Alberico I, quien se negó rotundamente a los esponsales. Es por ello que cuando se produjeron en 932 éste se rebeló  y no contento con expulsar a Hugo de Roma acabó encarcelando a su madre y al papa Juan XI en el castillo de Sant'Angelo. Allí permanecerá hasta que Alberico II murió donde fue trasladada hasta un monasterio donde falleció en 955. Como colofón decir que a su hijo también se le conoce como “el hacedor de papas” porque hasta su muerte en el 954 siguió eligiendo a los que él deseaba. De tal palo tal astilla.

domingo, 3 de septiembre de 2017

EL POLLO DE NAPOLEÓN



Después de que Napoleón venció a los austriacos en la batalla de Marengo (14 de Junio de 1800) parece ser que al Gran Corso le entró un gran apetito. Cuando llegó a una posada pidió a la cocinera que le prepara un pollo pero cuando ésta entró en  la cocina se encontró con un gran problema: no había mantequilla ni grasa de cerdo con la que embadurnar por dentro y por fuera al pollo para que quedara en su punto. Así que viendo lo que le podía pasar no le quedó otra cosa que tirar de ingenio. Puso una buena cantidad de aceite en una cacerola, cuando estuvo caliente introdujo el pollo, lo aderezó con un poco de ajo y pimienta, y pasado un rato, al ponerse doradito, le añadió vino blanco. Y para terminar lo hizo acompañar de pan frito y unos champiñones frescos. Con mucho cuidado sirvió el pollo y ante la sorpresa de todos al general le entusiasmo tanto el sabor que desprendía aquella nueva receta que desde ese mismo día Napoleón siempre que podía solicitaba que le sirvieran aquel plato al que se le empezó a conocer como “El pollo de Marengo”. Plato que hoy día se sigue sirviendo en los mejores restaurantes del mundo.

viernes, 1 de septiembre de 2017

EL PADRE LO PRIMERO



En la antigua Roma, la figura del padre era muy respetada no solo dentro de las paredes del hogar sino también fuera de ellas. Era el encargado de velar por la familia, de vigilar sus actos e incluso de ser el juez de ella ya que en realidad ese pater familias  era el propietario legal de sus hijos y de su esposa, y si se daba algún caso en que ellos causara algún deshonor a la familia tenía todo el derecho a sentenciarla a muerte si eso era lo que deseaba. Y nadie se lo podría reprochar. Es por ello que el crimen de parricidio en Roma era uno de los más despreciables de todos.  La ley Pompeya establecía una de las condenas más severas que existían entonces: al acusado de haber matado a su padre se le introducía en un saco y acto seguido se metía, igualmente, un perro, un gato, una víbora y un mono, y después se le arrojaba al Tíber o al mar. Hay que imaginarse el suplicio del condenado pues mientras no se ahogara su cuerpo iba siendo desgarrado por las luchas intestinas que se producirían dentro del saco.