sábado, 3 de octubre de 2020

LAS ACTA DIURNA… TAL VEZ EL PRIMER PERIÓDICO DE LA HISTORIA

 

Para el buen funcionamiento de una república o un imperio como el romano no solo era necesario tener un buen gobierno o unos intrépidos soldados. También era imprescindible constar con una buena red de información y que los ciudadanos estuvieran al tanto de todo lo que ocurría en su entorno. Para ello se creó en la antigua República las llamadas Actas Diurna Populi Romani o las actas o noticias del día del pueblo romano. En un principio estas actas solo daban noticias de juicios o anuncios consulares pero con el tiempo éstas se fueron ampliando con otras noticias venidas de las provincias, lugares remotos del imperio, hazañas militares, el horóscopo, temas agrícolas o chismes sobre bodas y casamientos sobre todo entre la gente adinerada

Las actas estaban labradas en piedra, metal o escritas en materiales más manejables como el papiro. Esta última modalidad era hecha por amanuenses, muchas veces esclavos, de los patricios que a primera hora de la mañana, nada más colgarse las actas en el foro, en el mercado o en los cruces de caminos, es decir en lugares públicos, acudían a copiar su contenido para que sus señores pudieran leerlas tranquilamente en su mansión, mientras desayunaban, evitando tener así que relacionarse con el populacho. Al comienzo las actas solo estaban disponibles para cónsules y senadores, pero en el 69 a. C Julio César decidió que éstas debían ser públicas, para todo el mundo, aunque esto duró poco ya que su sucesor, Octavio Augusto, decidió que fueran más confidenciales. Aun así, la historia de las Acta Diurna sufrió muchos altos y bajos y unas veces eran censurados por el emperador de turno y otras veces no. Lo importante es que su pervivencia y publicación del que podríamos llegar a considerar como el primer periódico de la Historia llegó hasta Constantinopla.

domingo, 30 de agosto de 2020

LA PLAZA BONITA




Cuando se viaja a Rusia uno de los lugares que el turista no debe olvidar de visitar es la Plaza Roja en Moscú. Mucha gente piensa que esta plaza tiene el apelativo de “roja” por el color simbólico de los comunistas. Pero en verdad no es así ya que lo de “roja” proviene de la palabra rusa krasnaya. Esta palabra, antiguamente, se traducía como “bonita” y se utilizaba hasta el siglo XVII para referirse a la plaza en la que estaba situada la catedral de San Basilio. Pero a día de hoy, en cambio, se traduce como roja.

jueves, 27 de agosto de 2020

DE CUANDO EL CADIZ C.F. MACHACÓ A LA SELECCIÓN ALEMANA DE FÚTBOL


Una de las mejores fusiones en el mundo del Séptimo Arte es el del cine y fútbol.  Muchas de este tipo de películas nos han hecho vibrar, como por ejemplo Evasión o Victoria (John Huston, 1981), que es de mis preferidas, en la que un grupo de prisioneros aliados juegan un partido contra la selección de fútbol de Alemania integrada por lo más granado de aquel país. No les cuento más porque si no la han visto les puedo chafar el final. Pues bien, también hay que decir que aquí en España pasó algo parecido (salvando las distancias) antes de comenzar la Segunda Guerra Mundial. Sucedió en Cádiz en 1939 y vale la pena que conozcan esta historia para saber lo que sucedió entonces.

En Abril de aquel año, en medio de la entente cordiale que existía entre la España Nacional y la Alemania nazi, atracó en el puerto de Cádiz una escuadra de barcos y submarinos teutones, y, claro está, el impacto social y el revuelo que se produjo en la Tacita de Plata fueron muy grandes. La marina alemana fue alojada en el Hotel Atlántico, en donde se celebró una fiesta para después agasajarles con una serie de homenajes; visitas culturales; una excursión a la Feria de Jerez; la asistencia a una corrida de toros; y como colofón final se fijó un partido de fútbol el día 30 entre la selección alemana, compuesta por los marineros de la escuadra, y el Cádiz C.F. Pero lo que en un principio parecía ser una especie de  encuentro amistoso pronto pasó a ser uno de los enfrentamientos más importantes que había disputado el equipo gaditano.

El día señalado para el partido el campo estaba a rebosar y estaba presidido por los cónsules alemanes de Sevilla y Cádiz; los oficiales de los barcos y submarinos atracados en el puerto; y, cómo no, por las autoridades y prohombres de Cádiz y San Fernando. Los jugadores saltaron al césped, puestos en fila india hicieron el saludo fascista en honor a Franco y Hitler, y tras realizarse el saque de honor por parte de la hija de uno de los cónsules allí presentes, se procedió a darse el pitido inicial. Al principio, favorecidos por un fuerte viento de Levante, la escuadra alemana avasalló a los jugadores gaditanos pero un gol de éstos hizo declinar la balanza a favor de los locales. Tanto que en el segundo tiempo el Cádiz destrozó a los alemanes marcando cuatro goles más. Al final, por cuestiones de honor, los mismos alemanes marcaron un gol quedando como resultado final 5-1.

Aquel resultado fue, sobre todo, épico, ya que un club español como el Cádiz C.F. ganó a la todopoderosa selección alemana, una selección en la que muchos de sus integrantes pronto estarían luchando en la Segunda Guerra Mundial. Como colofón añadir que al final del partido el Cádiz recibió la Copa de Plata donada por la Sociedad Gaditana del Fomento, copa que hoy en día se puede contemplar en la sala de trofeos del estadio Ramón de Carranza.

sábado, 15 de agosto de 2020

LA VOZ DORMIDA - Dulce Chacón



No hemos perdido la dignidad. -No, sólo hemos perdido la guerra, ¿Verdad? Eso es lo que creéis todas, que hemos perdido la guerra. -No habremos perdido hasta que estemos muertas, pero no se lo vamos a poner tan fácil. Locuras, las precisas, ni una más. Resistir es vencer.

La escritora Dulce Chacón dijo una vez en una entrevista en la revista Meridiam que las mujeres perdieron la Guerra Civil dos veces. Por un lado, al igual que los hombres, sufrieron la derrota militar en 1939, pero es que además de ello también vivieron en sus propias carnes una enorme represión de género por parte de las autoridades que ostentaban el nuevo poder. Como bien dice el padre de Luisito al final de Las bicicletas son para el verano, con el fin de la guerra no había llegado la paz, sino la victoria. Es decir el comienzo del ajuste de cuentas que se llevara por delante, durante muchos años, las vidas de cientos de personas. Las mujeres, solamente por ser el mero hecho de serlo, fueron humilladas y vejadas (en las zonas rurales por ejemplo era común raparlas de vez en cuando y darles a beber aceite de ricino para “depurarlas” provocándoles con ello enormes diarreas), y todas aquellas detenidas con antecedentes de izquierdas o que solamente hubieran trabajado para la administración republicana durante la guerra fueron arrojadas sin piedad a distintas cárceles por todo el territorio español.  Dichos centros en su mayoría estaban regentados por órdenes religiosas en las que a pesar de ser dirigidos por gente cristiana se las imponían todo tipo de humillaciones y torturas para reeducarlas en la nueva feminidad nacionalcatólica y para recristianizarlas y que dejaran de ser “bestias comunistas”. Una de las más famosas fue la cárcel de Ventas (Madrid) en donde llegaron a convivir hasta 3.500 almas en un centro creado por Victoria Kent en la que solo debería haber 500 presas a lo sumo. Es de imaginar el enorme hacinamiento que habría allí dentro. En habitaciones en las que solo debería haber dos personas había hasta seis petates pegados; se dormía en los pasillos e incluso se malvivía en las escaleras. Así pues la falta de higiene, hambre y muerte era el día a día de estas mujeres que su único pecado había sido querer ser libres.

Y es en este centro penitenciario en donde se desarrolla gran parte de la novela que les traigo hoy aquí: La voz dormida, de Dulce Chacón. Digo una gran parte porque esta novela también se adentra en el mundo de los maquis que luchan en los cerros y montes contra la Guardia Civil y el Ejército. Allí dentro, en el penal de Ventas, se reúne un grupo de mujeres, una familia, como se la llamaban a estos pequeños grupos, que, a pesar de malvivir entre la muerte y la desesperación, siguen luchando por sus vidas, contra el desanimo, y sobre todo contra las entidades que las quieren hundir. Vemos cómo convivían, cómo eran estas cárceles por dentro, el injusto trato que las guardianas y las monjas las dispensaban, y las conexiones que tenían en el exterior con sus otros familiares y con las células que quedaban de la resistencia repartidas no solo por Madrid sino también por toda España. Una red de libertad que alcanzaba a todo aquel que quería vivir en un mundo en libertad y más justo. Cada una de ellas es una oda a la esperanza y es un canto a la fuerza de aquellas mujeres que con su tesón y valentía, a pesar de los castigos y las torturas, supieron mantener el espíritu de la lucha, negándose a vivir y no a sobrevivir. La voz dormida es un autentico monumento a las mujeres fuertes tanto en lo físico como en lo mental.

Esta novela, este testimonio de aquellos tiempos de lágrimas y plomo, es por un lado dura, muy dura en algunos párrafos, pero también bella y emotiva en otros. A lo largo de su lectura ha habido momentos en los que he sentido la pena, la rabia contenida y la alegría por las pequeñas victorias que estas protagonistas conseguían en el día a día. La prosa es bellísima y tan directa que es de esas novelas que de inmediato se convierten en auténticos clásicos de la literatura contemporánea, en este caso la española. Un libro que vale la pena leer alguna vez en nuestra vida y tener como referente para saber lo que sufrieron en aquellos años las mujeres y hombres que no se quedaron hundidos en el barro de la derrota y el olvido y que quisieron ser los protagonistas de su propia historia. La voz dormida es sin duda la novela de la esperanza, de la esperanza de un mundo mejor.

lunes, 10 de agosto de 2020

EL INVENTO DE UNOS MONJES QUE TUVO ÉXITO EN EL FAR WEST


Cuantas películas del Salvaje Oeste habremos visto y en cuantas habremos oído decir al barman que regenta el saloon del lugar decir al cowboy protagonista: “¡Aquí, forastero, solo servimos whisky!”. ¿Y quién le iba a decir a ese pistolero profesional, que aquel dorado liquido que sostiene en esos momentos entre sus dedos, tiene su origen siglos atrás, y que ya se hacía en lugares mucho más lejanos que el otro lado de río Mississippi? Pues sí, tendríamos que remontarnos a la misma Edad Media cuando en algunos monasterios los monjes, trasteando entre sus herramientas, conseguían el llamado aqua vitae (agua de vida),  que era el resultado del liquido que salía de sus alambiques. Con el tiempo esta expresión latina pasó en gaélico a denominarse uisge beata, y de ahí, de ese uisge pasó a usqua. Es fácil imaginarse que su transformación en la palabra uisqui era cosa que tenía que pasar con el tiempo. Caer por su propio peso, o mejor dicho por su propia pronunciación.