viernes, 21 de julio de 2017

LOS NIÑOS CANTORCITOS



Para cualquier amante de la música clásica la figura de Carlo Broschi, más conocido como Farinelli (1705 – 1782), no solo es reconocida, sino también admirada. Es sabido que en el primer tercio del siglo XVIII, alrededor de1737,  fue llamado por la reina Isabel de Farnesio  para que con su música curara a su esposo Felipe V de su eterna “melancolía”. A partir de entonces Farinelli se convirtió en un personaje importante dentro de la corte española, y tan buenos servicios ofreció que poco después su musicoterapia fue también utilizada por Fernando VI. Este hecho es totalmente constatable en cualquier libro de historia de España, pero lo que es menos conocido es que desde el siglo XVI también existía en Madrid una institución llamada Real Colegio de Niños Cantores, más conocida por el pueblo llano como Los niños Cantorcitos.

Estaba situada en la céntrica calle de Leganitos y se dedicaba a educar a niños “no enteros” es decir castrados en el arte de la música. Y no bastaba con que los niños tuvieran que ser de sangre limpia, es decir que no hubiera mezcla morisca y judía, sino que además de estar castrados debían pasar unos examen muy rigurosos para entrar en el centro. Cada cierto tiempo se publicaban en los pueblos y ciudades algún tipo de bando en el que se anunciaba que se abría la matricula para el Real Colegio y muchos eran los padres que no dudaban en castrar a sus hijos para que entraran en él. Ahora, en nuestro tiempo, esta práctica, la de la castración, la observamos como una abominación, pero en aquellos años era la única salida que tenían muchos padres para conseguir que su hijo tuviera una “voz delgada” y entrara en dicha institución, pues es sabido que con su admisión se conseguía un sueldo para toda la vida.
La práctica continuada de la castración fue habitual hasta 1834 en donde se prohibió tal operación con fines musicales, provocando por tanto que el Real Colegio de Niños Cantores entrara en declive y cerrara sus puertas definitivamente.

martes, 18 de julio de 2017

EL ORIGEN DE LAS GALLETAS MARÍA



A día de hoy las famosas galletas María son de sobra conocidas y se pueden encontrar con total normalidad en cualquier tienda o centro comercial a un módico precio. Pero a decir verdad son pocos los que conocen que en concreto esta galleta no tiene nada de plebeyo pues su historia viene desde el mismísimo Palacio de Invierno de San Petersburgo, allá en la lejana Rusia Zarista. Hacia mediados y finales del siglo XIX dos reposteros ingleses, James Peek y George Hender Frean, que  eran propietarios del afamado negocio ‘Peek, Frean & Co’, decidieron crear un nuevo tipo de galleta que sirviera específicamente para tomar el té de las cinco y que sustituyera a las galletitas que se tomaban a diario ya que éstas tenían la mala costumbre de empaparse enseguida y caer dentro de la taza produciendo un mal efecto entre la concurrencia. Ya tenían el producto pero sabían que sin una buena publicidad no conseguirían encandilar al ciudadano inglés. Así pues cuando se enteraron de que se iba a producir la boda del año, en concreto el 23 de Enero de 1874, entre el príncipe Alfred, duque de Edimburgo, (cuarto hijo de la reina Victoria) y María Alexandrovna (hija del zar Alejandro II de Rusia), en el Palacio de Invierno de San Petersburgo decidieron bautizar su invento como Marie biscuit, en honor de la hija del zar. Así pues en cuanto se corrió la noticia de que existía una galleta que homenajeaba a la familia real las ventas subieron como la espuma.

Esta es la historia real del origen de las galletas María. Lo digo porque existe otra versión distinta pero errónea que adjudica este producto al galletero español Eugenio Fontaneda, del cual se dice que allá por los años 20 del siglo pasado le puso este nombre a unas galletas por el nombre de su nieta.

sábado, 15 de julio de 2017

CONDENADO HACER EL CAMINO



Normalmente se suele hacer el Camino de Santiago por diferentes motivos: religiosos, personales, por alguna promesa, como medio de hacer deporte o visitar lugares, e incluso para hacer amistades. Estos suelen ser algunos de los muchos motivos que debe haber, pero hubo un tiempo en el que a éstos habría que sumarle otro más preocupante: por haber cometido algún delito. En la Edad Media, en un principio, se aplicaba este castigo a los religiosos que hubieran hecho alguna fechoría o a los seglares que hubieran atentado contra los bienes de la Iglesia o hacia sus propios familiares. Si la pena no era muy grande debían recorrer solamente un trecho del Camino, pero si el hecho era muy grave tenían que hacerlo entero y muchas veces encadenados y arrastrando cadenas. Hay que imaginarse el dolor y las penurias que esto debía producirles. Con el tiempo el Estado empezó a interesarse por este tipo de condena y decidió aplicarlo a sus gentes por igual. Se podía obligar a una persona a hacer el Camino de Santiago de manera forzosa e incluso hasta todo un pueblo entero que se hubiera levantado en armas contra su señor natural. Eso sí si algún pariente del condenado quería hacer el Camino por él tenía permiso para sustituirlo e incluso se podía librar siempre y cuando diera a las autoridades cierta cantidad de dinero o lo donara a la Iglesia.

viernes, 14 de julio de 2017

EL ORIGEN DE LA MARSELLESA



En el momento que escribo esta pequeña historia es 14 de Julio, precisamente el día en el que los franceses festejan su fiesta nacional a ritmo de La Marsellesa. Pero… ¿sabías cuál es el origen de este himno? Para conocerlo hay que remontarse a finales del siglo XVIII cuando todavía la Revolución Francesa estaba en plena ebullición. Las potencias extranjeras miraban con malos ojos los movimientos que se estaban produciendo en el país galo y por eso países e imperios como Austria decidieron declararles la guerra para acabar de una vez por todas con aquellos peligrosos movimientos revolucionarios. En 1792 Francia a su vez le declaró la guerra a Austria y según parece el alcalde de Estrasburgo nada más enterarse de la noticia decidió pedir al capitán Rouget de Lisle que creara un himno que enardeciera a los valientes soldados. Así lo hizo y la título Chant de guerre pour l'armée du Rhin (Canto de guerra para el ejército del Rin).

Pero ¿por qué se la llama  La Marsellesa? Para conocer este hecho hemos de correr hacia delante unos días y mover nuestro objetivo. El 22 de Junio de ese mismo año un joven médico llamado François Mireur,  que estaba en Marsella reclutando voluntarios de allí y de Montpellier, ordenó a sus hombres que se aprendieran esa canción que otrora había escuchado en actos oficiales y que le había parecido de lo más bella y heroica. La rebautizo Chant de guerre aux armées des frontières (Canto de guerra para los ejércitos de las fronteras) y con ella partió hacia París en donde sus soldados entraron cantándola a pleno pulmón. Es por ello  que cuando los ciudadanos de la ciudad vieron a sus valientes soldados entonando aquel himno patriótico decidieron llamarla coloquialmente La Marsellesa. Desde el 14 de Julio de 1795 se la consideró de manera oficiosa himno oficial de Francia, aunque no siempre fue muy querido ya que durante épocas como el Imperio, la Restauración o la Segunda Republica quedó un poco en el olvido, e incluso durante la ocupación nazi (1940 – 1945) fue prohibida totalmente junto a otros cantos como El canto de los Partisanos. Finalmente fue declarado himno oficial en 1958. Y así hasta el día de hoy en el que es obligatorio que todos los niños de Francia se la aprendan en el colegio.

viernes, 7 de julio de 2017

EL HARÉN DE MARÍA CRISTINA



En cierta ocasión el embajador de Marruecos decidió hacer una visita a España con la intención de unir lazos entre los dos países y de paso conocer las costumbres del país. En una de sus paradas fue agasajado por la Corte  que en esos momentos estaba presidida por la regente María Cristina de Habsburgo y Lorena, esposa del difunto Alfonso XII. Le enseñaron el Palacio Real, las calles más castizas de Madrid y le presentaron a diferentes personalidades que frecuentaban el entorno de la reina, entre ellas las damas de la corte. Pero lo que no sabía el embajador alauita es que a la viuda le gustaba rodearse de mujeres que fueran poco agraciadas físicamente ya que conociendo la forma de ser de su esposo siempre tuvo miedo de que se liara con alguna de ellas. Es por ello que cuando el embajador vio aquellas damas avejentadas y decrepitas se llevó una mala impresión del entorno de la reina por lo que cuando regresó a su país escribió en el parte de su viaje: “El Palacio de Madrid es magnífico, muy grande. La reina es muy distinguida y agraciada, pero el harén es flojito, flojito…”