Fue en tanta estima el nombre solamente de
Cortés, así en todas las Indias como en España, como fue nombrado el nombre de
Alejandro en Macedonia, y entre los romanos Julio Cesar
(Bernal Díaz del
Castillo, Historia verdadera de la conquista de la Nueva España.)
Como nos tiene
acostumbrados cada mes la editorial Nowtilus vuelve a llevar a las estanterías
de las librerías un nuevo libro de la colección “Breve Historia”. En este caso
centra su mirada en uno de los personajes más controvertidos no solo de la
Historia de España sino también de la Universal. Se trata del gran conquistador
del Imperio Azteca: Hernán Cortés. El escritor Francisco Martínez Hoyos (1972),
doctor en la Universidad de Barcelona, colaborador en distintos medios de
divulgación histórica, como por ejemplo la revista Historia y Vida, y gran especialista en historia iberoamericana con
obras como Francisco de Miranda, el
eterno revolucionario (Arpegio, 2012), trae de nuevo a la luz una mirada
fresca y didáctica sobre la vida, virtudes y defectos de aquel hombre al que
mucho consideraron como héroe y otros como déspota consumado.
El tema esencial
del libro es el devenir histórico de Hernán Cortés desde sus principios hasta
las incógnitas de su muerte. Francisco Martínez Hoyos comienza su andadura en
el humilde pueblo extremeño de Medellín donde el conquistador, hijo de Martín
Cortés y Catalina Pizarro, vio la luz en 1484. Poco sabemos de su infancia pero
de lo que sí podemos estar seguros es de que las casas de su pueblo pronto le
quedaron pequeñas pues ya lo encontramos estudiando leyes en Salamanca. Las
lecciones no le llenaban, pero sí los cantos de las hazañas más allá del
Océano, haciendo que en 1504 se embarque hacia el Nuevo Mundo.
Sus comienzos en
aquella tierra maravillosa al principio no fueron sencillos. Se enroló junto a
Diego Velázquez en la conquista de Cuba. Y fue en ese momento donde se dio
cuenta de que su destino estaba ensanchando horizontes. Y así pues en 1519 fue
a la conquista de México. Nada más llegar a Tierra Firme, a Yucatán, fundó las
ciudades o adelantamientos de Santa María de la Victoria y la Villa Rica de
Vera Cruz. Desde aquí, con 400 hombres y alrededor de 13.000 indígenas se
dirigió al centro del Imperio Azteca en pos de la gloria. En el camino supo
comportarse como un gran militar y estratega pues se dio cuenta de que para
conquistar este vasto reino necesitaba la ayuda de todos los enemigos de los
méxicas, así que no dudó en reclutar, por ejemplo a sus enemigos acérrimos los tlaxcaltecas.
Llegó a Tenochtitlan el 8 de noviembre de 1519 y al poco, en un gran error,
capturó a Moctezuma, lo que en breve produciría uno de los episodios más triste
en la vida de Hernán Cortés: La Noche Triste, donde toda la ciudad azteca se
sublevó matando a gran parte de los expedicionarios. Pero en vez de huir con el
rabo entre las piernas, Cortés volvió en Agosto de 1521 y tomó Tenochtitlán en
una de las más grandes y sonadas batallas de la Historia.
Este fue el
momento álgido en la vida de Cortés. En 1529 volvió a España y se le concedió
el título de Marqués del Valle de Oaxaca. Pero en su sangre no entraba el RH de
la tranquilidad y la vida regalada, sino que en ella habitaba la esencia de la
aventura y por eso organizó nuevas expediciones a Tehuentepec, Baja California
y Sinaloa. Ya avanzada la edad en 1540, volvió a España y se instaló en
Castilleja de la Cuesta (Sevilla). Aquí falleció el 2 de diciembre de 1547, convirtiéndose
de la noche a la mañana en leyenda de la Historia de España.
El escritor
Francisco Martínez Hoyos por tanto nos trae en esta excelente biografía todo un
compendio esencial para conocer al conquistador, desentrañar la leyenda negra y
rosa que han impregnado el devenir de este hombre de armas y de letras, y poner
algo de luz en los claroscuros que la historia ha dejado en la patina de este
gran hombre que sorprendió al mundo con sus grandes gestas, pero que tampoco,
como hombre de su época que era, no tuvo escrúpulos para enriquecerse con las
dádivas doradas de una de las civilizaciones más sorprendentes que han
existido.