Los Imesebelen (o desposados), también
conocidos como la Guardia Negra era un cuerpo de honor militar que defendía con
su propia vida al califa o emir islámico al que estuvieran subordinados. Éstos
eran reclutados desde niños en tierras del Senegal y desde entonces eran
entrenados para matar y morir por su señor. Siempre se ha creído que eran
meramente esclavos obligados a combatir, pero los estudios actuales desmienten
esa versión diciéndonos que eran verdaderos fanáticos de la religión islámica.
Iban completamente desnudos, a excepción de un taparrabos negro, y su arma
principal era una lanza larga que manejaban de manera diestra. Pero lo que más
llama la atención era su forma de luchar: se hacían atar las rodillas con
cadenas y éstas a unos postes hincados al suelo lo que demostraba su voluntad
de pelear hasta las últimas consecuencias (y no se enterraban hasta los muslos como
cuenta la historiografía castellana medieval). Cuenta la leyenda que cuando el
rey de Navarra Sancho VII el Fuerte, durante la Batalla de las Navas de Tolosa
(1212), atacó el palenque del sultán Muhammad al Nasir, alias Miramamolín, pudo
romper las cadenas de estos imesebelen y así atravesar las defensas. Para
conmemorar este hecho el rey navarro decidió incorporar estas cadenas al escudo
de su reino.
Hay que dejar
constancia que la institución de los imesebelen perduró en el tiempo más allá
de aquella gesta épica de Las Navas. Según parece los soldados franceses
durante las guerras argelinas encontraron en 1854 al entrar en la Gran Cabila
“unos soldados desnudos hasta la cintura, vestidos tan solo con un calzón corto
y atados unos a otros por las rodillas para no huir: eran los imesebelen a
quienes había que rematar a bayonetazos sin conseguir que se rindiesen”.