viernes, 4 de abril de 2014

LA ITALIA DE LA ILUSTRACIÓN - Jorge García Sánchez



Roma es como un libro de fábulas, en cada página te encuentras con un prodigio.
(Hans Christian Andersen)

Hubo un tiempo, allá por principios del siglo XIX, que la Península Ibérica, España en concreto, fue campo de aventuras de románticos y aventureros venidos de todas las partes del mundo. Nombres como Washington Irving, Merimee, Andersen, o Ford entre otros, dejaron su impronta y su bella literatura para describir cómo éramos y de que manera buscaron las fastuosidad medieval en las ruinas de la Alhambra o el misterio en los ojos de una Carmen gaditana. Pero es justo señalar que también hubo otro tiempo en que los españoles hicimos el viaje contrario, hacia Europa y sobre todo en dirección a ese Gran Teatro del Mundo llamado Roma. Eran otras épocas en que la carta de presentación española tenía un peso y en el que la cultura hispana era bien recibida en cualquier salón noble.

Jorge García Sánchez nos describe en su libro La Italia de la Ilustración, como fue aquella presencia artística española en el siglo de las luces italiano, y cuales fueron las huellas y vivencias que nuestros intelectuales vivieron en aquellas tierras de cesares y tizianos. El autor comienza a explicarnos que era el Grand Tour del siglo XVIII y en que consistía. Sencillamente era una especie de turismo cultural que las altas esferas hacían una vez en su vida para que ellos o sus hijos se formaran en las distintas capitales de Europa. Una especie de erasmus, que en algunos casos era subvencionado por los reyes Borbones, como por ejemplo las excavaciones con acento español realizadas en Pompeya y Herculano por el arqueólogo aragonés Roque Joaquín de Alcubierre. Estos viajeros, mitad cultos mitad aventureros, acudían no solo a las ruinas antiguas para evocar el mítico pasado sino que también frecuentaban los salones nobiliarios en donde se mezclaban con las grandes élites y participar en intercambios de ideas, lecturas y juegos de mesa.



Este libro se centra sobre todo en los viajes ilustrados que hicieron grandes personalidades españolas del momento en Italia. Allí fueron intelectuales como Goya (al igual que hizo Velázquez tiempo atrás) buscando el perfeccionamiento en su pintura, Moratín, el Duque de Alba o Godoy. Junto a ellos el lector descubrirá que también fueron un buen número de aristócratas calaveras catadores de fortuna, aventureros y arqueólogos como el mencionado aragonés que medró a la sombra del Vesubio, clérigos, anticuarios o filólogos. Todos estos dejaron su huella española en la bota italiana, tanto que incluso algunos osaron introducir costumbres españolas como por ejemplo el toreo al realizarse una corrida en el antiguo Mausoleo de Augusto en 1780.

Una de las cosas que el lector descubrirá a través de la bella prosa de Jorge García Sánchez es que el viajar en aquella época no es como ahora que nos plantamos en cualquier aeropuerto en breves instantes. Estos viajes que nos describe el autor eran una mezcla de cultura y aventura en el que muchas veces los viajeros tenían visos de dejarse el pellejo en el camino debido a inclemencias temporales o al trabuco de un forajido. Además, siguiendo a uña de caballo la estela de personajes como Goya, Moratín, Godoy o el Duque de Alba observará como estaba en aquellos momentos la Ciudad Eterna, el Vaticano, los peligros de los barrios bajos de Roma y Nápoles, la emoción eterna que se vive en las excavaciones arqueológicas o la fastuosidad de los canales de Venecia.