lunes, 28 de julio de 2014

LA OBSESIÓN MILENARISTA DE ADOLF HITLER



Desde el principio, en casi todos los discursos de Adolf Hitler (1889 – 1945) se repetía continuamente la siguiente expresión: El Reich de los Mil Años. Por ejemplo el 1 de Septiembre de 1933 el dirigente alemán se dirigió a su pueblo diciendo que su legado perduraría en el tiempo y que sería un Tausendjähriges Reich (o Reich de los Mil Años). Seis años después el ministro Goebbels matizó este discurso y cambió el término por el de Gran Reich Alemán. Como se puede ver el Führer tenía una especie de obsesión con esta idea. Y aunque pueda parecer paranoico (que lo era) esta fijación con el milenarismo no era gratuita sino que le venía dada por una costumbre alemana que hunde sus raíces en la misma Edad Media.

En aquella época  el monje Gioacchino da Fiore (1130 – 1202) distinguía tres etapas en la historia de la humanidad: la del Padre (perteneciente al Antiguo Testamento); la del Hijo (es decir, el Nuevo Testamento); y la del Espíritu Santo en la que aparecería un nuevo Mesías que gobernaría un total de mil años e inauguraría un Tercer Imperio que enlazaría con la venida del hijo de Dios y el Reino de Cristo. Ya entonces se pensó que la persona que encarnaba a este nuevo Mesías era el emperador Federico II (1194 – 1250). Pero no fue así. Tiempo después los ilustrados y pensadores como Friedrich Hegel pensaron que este reino milenario había llegado con la edad de la Razón, e incluso a principios del siglo XX todavía se seguía pensando. Fue entonces cuando Arthur Moeller van den Bruck (1876 – 1925) acuño en 1923 la expresión Das Dritte Reich (El Tercer Reich). Éste opinaba el Sacro Imperio Romano Germánico era el primer Reich; que el creado por Bismarck era el segundo; y que el tercero estaba a punto de llegar. Adolf Hitler, por lo tanto, solo tuvo que recoger esta idea como suya y proclamar a los cuatro vientos que su gobierno era la encarnación del Tercer Imperio (Reich) y que sería una etapa gloriosa que duraría mil años. Menos mal que solo fueron doce. Todo un alivio.

Fuentes: Diccionario crítico de mitos y símbolos del nazismo, de Rosa Sala Rose