lunes, 30 de marzo de 2015

EL ORIGEN DEL TÉRMINO “CÁTARO” Y “ALBIGENSE”



En el siglo XI comenzaron a aparecer por Europa, sobre todo en el Midi francés comunidades heterodoxas cristianas que ansiaban volver a la iglesia primitiva, más pura, y alejarse de la corrupta iglesia que existía en ese momento. Aquellas gentes que no tenían un nombre colectivo conocido la historia acabó llamándoles cataros y albigenses. ¿Por qué? Evidentemente la culpa de ello la tienen sus detractores. A mediados del siglo XII un abad llamado Evervino de Stanfeld escribió a Bernardo de Claraval advirtiéndole que en la ciudad de Colonia había aparecido una colonia de pauperes christiani, o cristianos pobres. Éstos, además, se llamaban a sí mismos “apostoles”, “pobres de Cristo”, o simplemente “cristianos”. Pasado el tiempo un canónigo llamado Eckbert de Shonaü fue el primero en llamarlos “cátaros”. En un principio se puede pensar que esta palabra es un derivado del griego kataroi (puro) aunque a decir verdad el religioso lo utiliza de forma peyorativa, pues cree que los cátaros son “brujos adoradores de gatos”, haciendo referencia a la palabra katte, es decir, gato en alemán.  Esta palabra caló hondo dentro del mundo eclesiástico, pero no fue más allá de este círculo pues la palabra cátaro nunca fue utilizada en el Mediodía francés durante la Edad Media. No fue hasta el siglo XIX cuando el teólogo Charles Schmidt popularizó este término en su obra Histoire et doctrine de la secte des cathares ou albigeosis. Obsérvese que el título del libro alude tanto a cataros como albigenses. También se les llamó así debido a que el cronista benedictino Geoffroy de Vigeois les impuso el sobrenombre de albigenses debido a la aparición de una comunidad cátaros en la localidad de Albi. Con el tiempo ambos nombres se confundirían mutuamente hablándose unas veces de Cruzada Cátara y otras de Albigense.

¿QUIÉN ES EL MEJOR GENERAL DE LA HISTORIA?



Cuentan las crónicas antiguas que tras la batalla de Zama (202 a.C) el general cartaginés Aníbal tuvo que escapar del cerco romano y exiliarse al otro lado del Mediterráneo. Después de unos años vagando por distintos reinos, en el verano del año 193 a.C el destino hizo que se reencontrara de nuevo en Éfeso con su mortal enemigo, Publio Cornelio Escipión. Pero como ambos eran grandes líderes además de caballeros en el campo de batalla la entrevista se desarrollo en un ambiente de cordialidad y entendimiento mutuo. En ella hablaron de distintos temas, sobre todo militares, y durante ella hubo un momento en que el romano le preguntó al cartaginés quién creía, en verdad, que era el mejor general de todos los tiempos. A lo que Aníbal le respondió que Alejandro Magno. En ello estuvieron los dos de acuerdo. Después Publio Cornelio Escipión le volvió hacer la misma pregunta pero queriendo saber quién estaba en segundo lugar. Esto lo hizo pensando que el cartaginés le pondría en el segundo puesto, pero para sorpresa suya éste le contestó que Pirro, rey de Épiro, por haber mostrado una gran osadía en el combate. Ante esta respuesta el romano no se quedó contento y nuevamente le demandó sobre quién estaría en el tercer puesto. Y Aníbal sin dudarlo le indicó que él mismo ya que estuvo a punto de poner a Roma de rodillas. Publio ya molesto le dijo entonces que si hubiera vencido entonces en qué posición se pondría, a lo que el otro, obviamente, le respondió que el primero. Públio, verdaderamente enfadado, estaba a punto de irse cuando Aníbal cogiéndole la mano le miró a los ojos y le dijo que se alegraba de haber tenido a un contendiente tan excepcional, pues podría enorgullecerse de haber estado a punto de haber vencido a alguien que en el fondo era mejor que Alejandro.

sábado, 28 de marzo de 2015

EL LIBRO DE LA SEMANA...



A finales del siglo XVIII, cuando dos miembros de la Real Academia Española, el bibliotecario don Hermógenes Molina y el almirante don Pedro Zárate, recibieron de sus compañeros el encargo de viajar a París para conseguir de forma casi clandestina los 28 volúmenes de la Encyclopédie de D’Alembert y Diderot, que estaba prohibida en España, nadie podía sospechar que los dos académicos iban a enfrentarse a una peligrosa sucesión de intrigas, a un viaje de incertidumbres y sobresaltos que los llevaría, por caminos infestados de bandoleros e incómodas ventas y posadas, desde el Madrid ilustrado de Carlos III al París de los cafés, los salones, las tertulias filosóficas, la vida libertina y las agitaciones políticas en vísperas de la Revolución francesa. Basada en hechos y personajes reales, documentada con extremo rigor, conmovedora y fascinante en cada página, Hombres buenos narra la heroica aventura de quienes, orientados por las luces de la Razón, quisieron cambiar el mundo con libros, cuando el futuro arrinconaba las viejas ideas y el ansia de libertad hacía tambalearse tronos y mundos establecidos.

Título: Hombres buenos
Autor: Arturo Pérez-Reverte
Texto y editorial: Alfaguara
Páginas: 592

viernes, 27 de marzo de 2015

TÁCITO SE SALVA DE LOS NAZIS




Hacia el año 98 d. C el escritor romano Tácito escribió su obra Germania que trata sobre la vida de algunas tribus germánicas y como éstas eran gente sencilla y bondadosa que todavía no habían sido contaminadas por la influencia romana. Pero aunque se considere una obra menor este manuscrito ha vivido una vida muy intensa. Según parece los nazis consideraban a la obra de Tácito como una especie de Biblia por lo que cuando las tropas alemanas se estaban retirando de Italia en 1944, un destacamento de las SS quiso robar el único manuscrito que existía, el llamado Codex Aesinas Latinus 8, descubierto en 1902 en la biblioteca del palazzo del conde Aurelio Guglielmi Balleani de Jesi (Ancona). Cuando fueron allí pusieron patas arriba todas las habitaciones y al no encontrarlo se dedicaron a buscarlo en otras casas cercanas pertenecientes a la familia Jesi. Lo que no sabían es que antes de que llegaran al castillo su dueño lo había escondido bajo el pavimento de la cocina dentro de un baúl. Parecía que la Germania de Tácito se había librado de la destrucción, pero este hecho estuvo a punto de cambiar cuando años después, en 1966, estuvo a punto de ser destruido por culpa de unas inundaciones que se produjeron en Florencia. Desgraciadamente quedó bastante dañado. En la actualidad se conserva en el Museo Nazionale de Roma.