viernes, 31 de mayo de 2013

LAS BRIGADAS CHINAS DE LA GUERRA CIVIL

Una de las fuerzas de combate más importantes durante la Guerra Civil Española fueron las Brigadas Internacionales. Más de 40.000 voluntarios de izquierda, de alrededor de 53 países no dudaron en dejar su patria para luchar contra el fascismo y ayudar a la República contra los soldados rebeldes. Eran de muchos lugares del mundo, sobre todo europeos, pero lo que más llama la atención es que más de un centenar de ellos venían de la otra punta de la Tierra, de la mística y lejana China. En su mayoría eran profesores, médicos, trabajadores humildes, que por sus ideas sindicalistas habían tenido que emigrar a Europa y Estados Unidos para no sufrir la represión del gobierno conservador del Kuomingtan.

Aunque sabían las desgracias que había en su país (luchas internas, invasión japonesa, crueldad y destrucción...) estos bravos soldados chinos, que o bien lucharon encuadrados en las Brigadas Internacionales o en el renovado Ejército Republicano, siempre asociaron la Guerra Civil Española como una lucha más contra el imperialismo japonés. Tan orgullosos estaban en China de sus soldados que se sabe de la existencia de un cartel en la ciudad de Yanan, cuartel general de Mao en 1937, que decía, con evidentes y disculpables faltas de ortografía lo siguiente:

Salutamos les puebles bravissimos de la España.

En las trincheras se hicieron famosos no solo por sus rasgos físicos y costumbres extrañas a ojos de sus compadres de lucha, sino también por lo disciplinados que eran y por las ansias que demostraban en el combate. Tal era su fama entre los brigadistas que algunos de ellos (Liu Jing Tien y Chan Rei Su) salieron incluso en portada de la famosa revista Estampa, de 1937.

jueves, 30 de mayo de 2013

LA MACABRA ESTACIÓN DE METRO

No sé si se acuerdan ustedes de la película Poltergeist  (1982) en que una típica casa de extrarradio americana comenzaba a llenarse de espíritus y empezaban a salir muertos y ataúdes de las paredes. A pesar de lo truculento del argumento hay que reconocer que este film se ha convertido en todo un clásico del cine de fantasía que ha encandilado a distintas generaciones desde que se estrenó allá en los años 80. Pues bien, aunque les parezca descabellado la historia que les ofrezco hoy no se aleja tanto del argumento anteriormente citado, y bien podría darse de nuevo en un sitio muy concurrido del centro de Madrid. Nada más ni nada menos que en la estación de Metro de Tirso de Molina.

No se asusten, y permítanme que les aclare el asunto. En 1921 las autoridades de la ciudad, a bombo y platillo, inauguraron lo que en aquel momento se conoció como la Estación de Progreso, ubicada bajo la plaza del mismo nombre, hoy conocida como de Tirso de Molina. Este terreno anteriormente había albergado el Convento de la Merced, en donde había vivido el autor del El Burlador de Sevilla, pero que en 1834 había sido abandonado por los monjes ya que fue derribado debido en ell proceso de desamortización propiciado por Mendizábal. El tiempo pasó y la ciudad se fue modernizando. Un día unos obreros que estaban excavando bajo la plaza para construir una estación de metro de la Línea 1 al hacer un hueco en la tierra vieron con horror que había un buen número de esqueletos que sobresalían de la pared. Aquellos operarios sin quererlo habían encontrado el antiguo cementerio del convento. ¿Qué hacer con ellos? La exhumación de los huesos retrasaría las obras así que las autoridades decidieron dejarlos en las paredes que hoy son el andén de la estación, tal cual, y para que nadie se asustase mandaron tapizarlas con azulejos de colores.

La historia de los esqueletos fue quedando en el olvido, pero aquellos huesos siguen detrás de las paredes a la espera de tener billete con el que coger el siguiente metro.

miércoles, 29 de mayo de 2013

LA PRIMERA GUARDERÍA DE ESPAÑA

La fundadora de la primera guardería en España fue la reina María Victoria dal Pozzo della Cisterna (1847-1876), esposa de Amadeo de Saboya, con quien compartió el trono entre 1870 y 1873 tras el derrocamiento de Isabel II. Podemos decir que María Victoria fue la reina más culta que ha tenido este país pues desde muy pequeña se interesó por aprender aritmética, filosofía, arte, historia, además de seis idiomas. Desde que era pequeña destacó por sus ideas adelantadas y por no someterse a los cánones que tradicionalmente se les imponía a las mujeres de la época. A pesar de ser muy creyente siempre gustaba de rodearse de intelectuales y personas sabias fueran estas laicas o católicas.

Pero la gota que colmó la paciencia de la corte española es que María Victoria, a diferencia de la anterior reina, nunca hacía alarde de riquezas, al revés, pues gustaba de repartirlas entre los pobres. Una de sus costumbres era dar largos paseos por los alrededores de Palacio así que un buen día al andar por la ribera del Manzanares se quedó pasmada al contemplar la pobreza y miseria en que vivían las lavanderas de aquella zona. Durante un tiempo quedó horrorizada por esta visión, por lo que rápidamente quiso hacer algo para mitigar aquel sufrimiento: mandó construir una guardería para que los niños pequeños de las lavanderas fueran cuidados allí mientras sus madres trabajaban en el río. Tan agradecidas quedaron éstas buenas mujeres por aquel gesto de la reina que entre todas le costearon una humilde corona y se la regalaron. Actualmente esta corona se encuentra en su tumba de Turín.

En verdad, aquellas lavanderas fueron las únicas que la quisieron.

martes, 28 de mayo de 2013

EL COMEDIDO HIDALGO - Juan Eslava Galán

Mi tierra, señor caballero -respondió el preguntado-, no la sé, ni para dónde camino, tampoco
(Rinconete y Cortadillo, Miguel de Cervantes Saavedra)

¡¡¡Alto!!! ¡Guárdese a la justicia del Rey!... El esportillero llevaba un buen rato corriendo desde la Plaza de San Francisco. A cada zancada que daba maldecía la hora en que por avaricia de plata americana o ansia de aplacar el hambre que le corroía las tripas, había cogido aquella cruz. Creía que nadie lo había visto pero no era sí, pues en cuanto puso un pie fuera de la iglesia una anciana consumida había empezado a gritar a pleno pulmón “¡Al ladrón! ¡Al ladrón!” Desde entonces había perdido el número de callejuelas y figones que había dejado atrás. Pasó las murallas y se dio cuenta de que había llegado al Arenal, junto al Guadalquivir. Miró hacia atrás y con sorpresa vio que de los dos guardias que le pisaban los talones solo quedaba uno. ¿Qué hacer? ¿Ir hacia el embarcadero donde llegaba gran copia de barcos de América para mayor gloria de aquella Babilonia? o, que era lo más seguro ¿echar a correr hacia Triana? Corrió por el puente de barcas y al llegar al otro lado, sin resuello, se alegró al comprobar que su perseguidor había desaparecido casi como por ensalmo en aquel intrincado dédalo de calles. Había elegido bien. Estaba en los dominios de Monipodio y aquel lugar, cual fortaleza, era el paraíso para cualquier amigo del brillo ajeno.

Este humilde párrafo que da comienzo esta reseña es solo una recreación de lo que pudo ser una escena cotidiana del día a día de una de las ciudades más maravillosas de la Historia, Sevilla, pero también es breve muestra de un mundo vibrante a la vez que poderoso que pueden encontrar entre las páginas de la novela El Comedido Hidalgo, escrita por el gran enhebrador de ideas y maestro de letras Juan Eslava Galán. El argumento de esta obra es de lo más deleitoso y ejemplar que vuesas mercedes puedan encontrar en la Republica de las Musas: un antiguo comisario de víveres de la felicísima Armada Real y agente del fisco en Andalucía, llamado Alonso de Quesada, trasunto de Miguel de Cervantes Saavedra, promesa de la literatura universal años venideros, acude a Sevilla, proveniente de Carmona, para resolver ciertos asuntos jurídicos en relación a turbias acusaciones de malversación de fondos habidas en sus negocios para la corona. Lo que prometía ser un viaje de negocios le lleva a vivir una de las mayores aventuras en la capital hispalense de la cual sacará provecho en un futuro al crear el mejor libro que han conocido los tiempos: El Ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha. Nuestro buen personaje cuando llega se fía en exceso de su suerte pero el paso de los meses en aquella gran ciudad, cuarta en número de habitantes después de Londres, París y Nápoles, le llevará a comprender lo excelso de aquel lugar y a conocer cada rincón, historia y leyenda que corren entre las esquinas ya sean las de la santa Catedral o las de la botica de la prostituta más humilde.



Que no se engañe nadie y quede avisado el lector que, aunque nos encontremos con una novela ambientada en el siglo XVII, no es una historia de capa y espada en exclusiva, como ocurre muchas veces, aunque aparezca alguna que otra herrada y gavilán a lo largo de la lectura. Es más que eso pues la trama que hilvana Eslava Galán no solo lo engloba sino que hace del género de espadachines uno de tantos más que hay entre sus páginas. Aquí hay aventuras, amor, picaresca, sexualidad, humor… cualquier ingrediente literario se atesora en la marmita del Comedido Hidalgo. A lo que hay que añadir, como broche de perla en cuello femenino, un estilo de escritura de lo más preciso y exacto para la historia que se narra, pues tanto el texto en sí, como los diálogos entre personajes no son a la manera nova de la novela histórica actual, en el que parece que todo el mundo esta igualado en la narración sino rememorando el estilo antiguo de época. Un acierto perfecto pues le da visos de credibilidad y una elegancia de la que carecen muchos escritos de hoy en día.

Además si esto no fuera suficiente nos encontramos que esta novela es todo un compendio para comprender como eran la vida y los sucesos que acontecían en aquella gran urbe en aquel Siglo Español, grandemente llamado Siglo de Oro. A través de las peripecias y sufrimientos de nuestro Alonso de Quesada podemos observar las maravillas de la Babilonia del Sur en aquellos tiempos en que los Austrias contenían un reino en que el Sol no hacía más que rascar las espaldas de los remeros del Imperio, ya fuera en Levante como en Poniente. Con ojos de asombro nuestro protagonista observa cada rincón de Sevilla, sus gentes, comercios y sueños. Allá están los imponentes barcos venidos de América que descargan su oro y plata, para luego ser enterrado todo en la umbría de los banqueros, como dijo aquel cojo divino. Acá en Triana el famosísimo Patio de Monipodio donde hay república de matasietes y valentones, cargados con más hierro que Vizcaya, junto a hábiles ladrones que sin miramiento se llevarían, sin que se diera cuenta, las mismísimas llaves de San Pedro, avaras concertadoras, maestros del naipe, prostitutas de botica y toda una peculiar canalla de hombres libres que solo se callan ante la venida de los fieros, y sobornables corchetes. En el espíritu de estos, marcado al fuego de su oficio, también está la figura de la Cárcel Real en la que entraremos y veremos su configuración, estratos de poder y vida social de los encausados por la Audiencia o el Ayuntamiento. Chismes, historias increíbles y costumbres sevillanas hacen de este libro todo un puzzle histórico difícil de olvidar.

Así que si desean gozar con una novela que entretenga por su fidelidad a la historia, y que ofrezca un fresco de una época inolvidable no duden en tomar entre sus manos El Comedido Hidalgo. Hoja a hoja se verán transportados a las calles de Sevilla y a las vivencias de una ciudad que fue, y es en muchos casos, faro del mundo, puerta a Tierra Firme y sobre todo hogar de lo más granado que atesoró el Siglo de Oro.

LA CRUZ DE LOS ÁNGELES

Cuenta la leyenda que Alfonso II, el Casto, al concluirse la construcción de la Iglesia del Salvador quiso dotarla de una cruz que fuera santo y seña de la cristiandad. Para su fabricación disponía de una gran cantidad de oro y piedras preciosas que había obtenido de sus victorias frente a los musulmanes. Lo malo es que no encontraba a nadie que quisiera encargarse de la obra, hasta que un buen día se presentaron ante el rey dos jóvenes que dijeron ser orfebres. El rey Alfonso confiando en su buena palabra y planta de estas personas les dio su consentimiento y les asignó un taller para que comenzaran lo más rápidamente la fabricación de la cruz.

Pero aquella noche, cuando se fue a dormir sintió recelos de aquellos jóvenes, y temió ser engañado por ellos, por lo que envió a unos criados para que vieran con sus propios ojos si estaba siendo estafado. Éstos, con gran disimulo, acercaron sus ojos a las rendijas de la puerta y no pudieron ver nada ya que una luz increíble les dañaba la vista. Rápidamente llamaron al rey el cual se personó al momento y al abrir la puerta se quedaron estupefactos al constatar que los dos orfebres habían desaparecido y en su lugar había una cruz bellísima, de luz potente. No hubo ninguna duda de que aquella cruz era obra de ángeles, por lo que unánimemente se tomó la decisión de ponerla en el centro del altar de la Iglesia del Salvador, para que de esta manera todos pudieran leer la siguiente inscripción:

Permanezca en honor de Dios esto, realizado con complacencia. Alfonso, humilde siervo de Dios, lo ofrenda. Cualquiera que presumiere llevarme fuera de donde mi buena voluntad la dedicó, perezca espontáneamente con el rayo divino. Esta obra se concluyó en la era DCCCVIII (año 808). Con este signo es protegido el piadoso. Con este signo es vencido el enemigo

Actualmente se encuentra en la Cámara Santa de la Catedral de San Salvador, en Oviedo, siendo blasón de la ciudad y figura central de su escudo.

lunes, 27 de mayo de 2013

EL GOL DE ZARRA

A principios del verano de 1950, en Brasil, se estaban celebrando los primeros Mundiales de Fútbol después de la Segunda Guerra Mundial y los segundos en que España participaba. Los compases iniciales del campeonato habían sido inciertos para los españoles ya que se tuvo que enfrentar de primeras a la correosa selección de Estados Unidos, aunque después tuvo un partido más placentero contra Chile, a los que ganamos de manera bastante holgada. Pero el verdadero encuentro, el que iba más allá de la deportividad y se adentraba en el peligroso juego de la política, es el que España iba a tener en los cuartos de final contra su gran enemigo histórico: Inglaterra. Quien ganara pasaría a cuartos de final.

Una fecha para no olvidar: 2 de Julio de 1950. Como por arte de magia las calles de España habían quedado vacías. Las radios del país echaban fuego. Aunque la primera parte fue bastante tranquila la tensión se plasmaba por momentos. Nadie se quería ir a su casa, y más de uno ya se había comido el sombrero. Y el milagro no se hizo esperar pues a los pocos minutos de empezar la segunda parte el mítico Gainza llegó a las proximidades del área inglesa y con la cabeza habilitó un gran pase a su compañero Telmo Zarraonandia Montoya, “Zarra”, que tras driblar de manera soberbia al portero Bert Williams metió el gol de la victoria Española. Lo curioso es que metió el gol con los pies, cuando Zarra era especialista en meterlos con la cabeza, pues incluso sus compañeros habían dicho de él que era la mejor cabeza después de la de Churchill. En un momento aquel jugador había pasado de ser un simple humano a convertirse en un auténtico héroe en su país. Cuando metió el gol sus amigos fueron al bar a buscar a su padre para comunicarle que su hijo había marcado el tanto de la victoria. Éste que estaba jugando a las cartas se giro lentamente y les dijo: ¿Ah, sí? Tiempo después Zarra diría que el pobre, su padre, no sabía ni lo que era un balón.

Y si hubo jubilo en el campo imagínense en las calles españolas pues más de uno se fue de fiesta acompañado todavía de la mítica voz de don Matías Prats que cantó el gol de una manera tan larga y apasionada que cuando volvió a España tuvo que repetirlo de nuevo pues volvió a tenerlo que grabar de nuevo en Radio Nacional los últimos minutos del encuentro que se habían perdido. Aquel grito del gol, de alegría contenida, ha quedado en los anales de la Historia de España.

Poco podían hacer las fuerzas del orden para reprimir las fiestas que se habían organizado espontáneamente. La calle rugía. Tal era el sentimiento de haber podido vencer al eterno “enemigo” que Armando Muñoz Calero, Presidente de la Federación Española de Fútbol, antiguo combatiente de la División Azul, no dudó en declarar a los medios de prensa que… ¡Hemos vencido a la pérfida Albión! Y aunque luego matizó y se disculpó por esas declaraciones hechas en momentos calientes, el gobierno de España no tardó en recibir una carta de protesta de la Embajada Inglesa.

De verdad que mal perder tienen estos británicos.

viernes, 24 de mayo de 2013

EN BOCA CERRADA

Uno de los rasgos físicos más llamativos de los Austrias es el desproporcionado prognatismo que tuvieron estos monarcas. Para quien no lo sepa el prognatismo consiste en una deformación o bien de la mandíbula inferior o de la superior con respecto al plano vertical de la cara. En el caso de los Austrias esta desviación era hereditaria destacando sobre todo en nuestro rey Carlos I. Al principio los españoles se sorprendieron de ver este rasgo y más cuando se dieron cuenta de que esta deformación le producía muchos momentos enojosos, sobre todo al comer ya que en la mayoría de las veces se le escapaba por la barbilla el dorado liquido de la cerveza o auténticos tasajos de carne que no masticaba bien.

La guardia personal del emperador igualmente se fijó en que  sus vasallos no paraban de mirarle cuando comía o hablaba, así que quedó tajantemente prohibido mencionar a nadie este problema. Pero hubo alguien que no debió entender muy bien estas ordenes pues en un momento en concreto, no se sabe si dándose cuenta, se las saltó a la torera. Ocurrió una vez que Carlos I estaba haciendo una visita al reino de Aragón e hizo parada en la ciudad de Calatayud. En un trono improvisado en el Ayuntamiento el monarca recibía los parabienes de los prohombres de la ciudad y de los alrededores, cuando un hidalgo aragonés, con toda naturalidad y buena voluntad, no se le ocurrió la mejor idea que poner una mano en el hombro del homenajeado y delante de todos decirle a la cara:

¡Señor, cerrad la boca, que las moscas de este reino son traviesas y no entienden de rango!

Las crónicas no especifican que pasó después pero les aseguro que a más de uno no le llegaría la gorguera al cuello.