viernes, 24 de mayo de 2013

EN BOCA CERRADA

Uno de los rasgos físicos más llamativos de los Austrias es el desproporcionado prognatismo que tuvieron estos monarcas. Para quien no lo sepa el prognatismo consiste en una deformación o bien de la mandíbula inferior o de la superior con respecto al plano vertical de la cara. En el caso de los Austrias esta desviación era hereditaria destacando sobre todo en nuestro rey Carlos I. Al principio los españoles se sorprendieron de ver este rasgo y más cuando se dieron cuenta de que esta deformación le producía muchos momentos enojosos, sobre todo al comer ya que en la mayoría de las veces se le escapaba por la barbilla el dorado liquido de la cerveza o auténticos tasajos de carne que no masticaba bien.

La guardia personal del emperador igualmente se fijó en que  sus vasallos no paraban de mirarle cuando comía o hablaba, así que quedó tajantemente prohibido mencionar a nadie este problema. Pero hubo alguien que no debió entender muy bien estas ordenes pues en un momento en concreto, no se sabe si dándose cuenta, se las saltó a la torera. Ocurrió una vez que Carlos I estaba haciendo una visita al reino de Aragón e hizo parada en la ciudad de Calatayud. En un trono improvisado en el Ayuntamiento el monarca recibía los parabienes de los prohombres de la ciudad y de los alrededores, cuando un hidalgo aragonés, con toda naturalidad y buena voluntad, no se le ocurrió la mejor idea que poner una mano en el hombro del homenajeado y delante de todos decirle a la cara:

¡Señor, cerrad la boca, que las moscas de este reino son traviesas y no entienden de rango!

Las crónicas no especifican que pasó después pero les aseguro que a más de uno no le llegaría la gorguera al cuello.