jueves, 9 de enero de 2025

LA ARMADA DESCONOCIDA DE JORGE JUAN - Víctor San Juan

 

Uno de las zonas más famosas de Cádiz es sin duda el Barrio del Pópulo. Además de ser un sitio ideal para tapear, también es la zona más antigua de la Tacita de Plata y en ella, si olfateamos bien la Historia podemos encontrar una serie de placas que nos hablan de un personaje un tanto olvidado dentro de nuestra propia geografía. En este barrio se encuentra la Plaza de San Juan de Dios y junto a ella la calle Pelota que conduce directamente a otra Plaza, en concreto a la de la Catedral. Pero a mitad de camino, en medio de ese cordón umbilical, nos hemos de detener frente al conocido Arco del Pópulo y observar a mano derecha una placa que reza lo siguiente: Homenaje de la ciudad de Cádiz a Jorge Juan y Antonio de Ulloa en el CCL aniversario de su partida al Virreinato de Perú para la medición del grado del meridiano. Observamos dicha inscripción y en seguida se nos viene a la cabeza la siguiente pregunta: ¿Quién era el tal Jorge Juan y el susodicho Antonio Ulloa? A lo mejor a algunos les suena el nombre de éste primero y corran a la Wikipedia a buscarlo y a otros les venga a la mente aquellos billetes de las antiguas 1000 pesetas donde aparecía vestido con su traje de capitán de navío de la armada española junto con unos círculos y unas  líneas un tanto complejas. Pues bien este buen hombre, cuyo nombre completo era Jorge Juan y Santacilia (1713 – 1773) pertenecía a una generación de marinos ilustrados que debido a su valentía y conocimientos científicos supieron modernizar la marina española del siglo XVIII. Y, si además, añadimos que esa modernización fue gracias a una increíble labor de espía que realizó en Inglaterra, acumulando datos secretos para la monarquía española que deseaba modernizar su flota, hacen de la figura de este hombre una figura de primer orden para la historiografía hispana y mundial. Así que por un lado tenemos su dimensión de marino, científico, literato y aventurero, pero, como muy bien nos señala Víctor San Juan en su obra La armada desconocida de Jorge Juan (Nowtilus, 2024), tal vez esas dimensiones han ensombrecido el hecho puntual de su labor práctica como constructor naval.

Es por ello que este ensayo sea pertinente para centrar a nuestro marino como verdadero artífice de haber construido la columna vertebral de los navíos que compitieron en igualdad de condiciones con los mitificados ingleses y franceses. Ensenada, hacia mediados del siglo XVIII, se dio cuenta del estado lamentable en que se encontraba la flota española a la vez que observaba como, por ejemplo, el enemigo inglés generaba en sus astilleros, en masa, navíos de primera línea, marineros eficientes y precisa artillería frente a los pocos y anticuados barcos que nosotros botábamos y que rápidamente eran cañoneados y hundidos al batallar contra barcos enemigos. Así pues el todopoderoso ministro encargó a Jorge Juan construir una escuadra moderna para Fernando VI y para ello delegó al  susodicho la misión de arrebatar los secretos de las técnicas de construcción de barcos a los ingleses, muy al estilo James Bond, y aplicar esos avances en beneficio propio. Y es aquí donde observamos sin lugar a dudas la dimensión práctica de Jorge Juan como constructor de barcos de la Armada española y como durante medio siglo éstos compitieron de tú a tú con cualquier enemigo.

He aquí el quiz de la cuestión en lo que respecta al trabajo de este libro: reconocer el papel esencial de Jorge Juan como iniciador de la revolución de los navíos españoles, únicos en su diseño, construidos entre 1751 y 1769, y que dicha labor estuvo algo ensombrecida por la labor, también admirable, del almirante Gaztañeta o la del maestro francés Gautier. Nos asombraremos con auténticas catedrales del mar como el Septentrión, Glorioso, Velasco, Princesa o el gigantesco Santísima Trinidad. Junto a batallas increíbles, penol a penol, como las de Cartagena de Indias, Tolón, u otras no tan buenas para la armada española (aunque igual de míticas) como la de San Vicente en 1707 o Trafalgar en 1808, o el interesante análisis de cómo fueron confeccionados esos navíos,  vibraremos con la épica de estos buques que en su germen fueron creados por el (ahora) desconocido Jorge Juan pero que en aquellos años fueron buques insignias de una escuadra española que luchaba por volver a reinar en los mares.

Buena singladura y buena lectura.

Víctor San Juan, La armada desconocida de Jorge Juan. Madrid, Nowtilus, 2024, 277 páginas.


sábado, 23 de noviembre de 2024

BREVE HISTORIA DE LA BATALLA DE TRAFALGAR - Luis E. Íñigo Fernández

 

Si llegas a saber que mi navío ha sido hecho prisionero, di que he muerto

(Cosme Damián de Churruca y Elorza)

Trafalgar o el arte de convertir una derrota estrepitosa en un estímulo épico para una nación. Es lo que siempre me ha llamado la atención de aquella batalla (21/10/1805) en la que dos grandes escuadras, a modo de titanes enfurecidos, se artillaron de forma suicida buscando la gloria y la supremacía de los mares. Pero como en todos los casos cuando dos se enfrentan alguno tiene que perder y lamerse las heridas eso mismo le pasó en este caso a la escuadra hispano francesa comandada por el almirante Villenueve por un lado y el heroico Gravina por el lado español. Y a pesar de que hubo gran vencedor, en este caso el tullido y genial Nelson, esta batalla siempre será recordada más por la caída de dos imperios que por el alzamiento de uno nuevo sobre las aguas de medio mundo. Trafalgar ha pasado a la historia hispana, muchas veces manipulada por intereses patrios, como un alarde de heroísmo (que lo fue) y también como ejemplo de la lucha desesperada contra el destino. Son tantas las visiones y tantos los estudios que se han hecho de esta batalla que sería imposible reunirlos todos juntos en una habitación, por lo que podemos, por tanto, enorgullecernos de tener en un solo volumen una historia que engloba de manera magnifica cuál fue el génesis del conflicto, su desarrollo y consecuencias en Europa. Así pues paso a presentarles sin más demora: Breve Historia de la batalla de Trafalgar (Nowtilus, 3ª edición, 2024) escrito por Luis E. Íñigo Fernández.

El autor, como buen historiador que es, comienza su épica narración principiando las causas que determinaron la aventura que llevó a españoles y franceses a hincar la rodilla ante el poderío naval inglés. A finales del siglo XVII el estado de la marina española era lamentable. Casi no había barcos en la península además de que los astilleros estaban medio abandonados. La Guerra de Sucesión (1701 – 1713) y las derrotas de Vigo en 1702, y Pessaro en 1718 hizo que la nueva dinastía reinante en esta vieja piel de toro, los Borbones, se tomaran en serio la reconstrucción de la marina que antaño había dado tantas alegrías a la historia española. Dos ministros, primero el italiano Alberoni y posteriormente Ensenada, procedieron a crear una nueva flota pues se dieron cuenta que en este nuevo siglo, el XVIII, esta arma iba a ser decisiva para controlar los mares. Un dato lo ejemplifica perfectamente: en casi un siglo se crearon alrededor de más de un centenar de barcos, poniendo interés sobre todo en el nuevo producto estrella de la marina, el navío de línea. Aun así, hubo algo que estos ministros no previeron, y fue que esta desmedida construcción de barcos acarrearía a las arcas del estado un gasto enorme, provocando que, si se deseaba seguir construyendo, debían abaratarse materiales a la vez que descuidar el entrenamiento de los marineros en detrimento de nuevos barcos. Esto tuvo consecuencias inevitables, como por ejemplo la estrepitosa derrota en la Batalla de San Vicente (1797).

Pasado el tiempo, España e Inglaterra, la gran enemiga del país durante el siglo anterior, firmaron un acuerdo de paz en Amiens en 1802, pero lo que tendría que haber conducido a unas relaciones cordiales y amistosas durante bastante tiempo, devinieron en otro grave conflicto que tendría a Trafalgar como colofón final. Todo esto se produjo porque a pesar del tratado de paz Inglaterra siguió atacando a los barcos españoles, hecho que decantó las simpatías hispanas hacia el bando francés representado en la figura de Napoleón Bonaparte. El hacha de guerra estaba desenvainado y ya no se podía volver a enterrar… solo uno podría gobernar los mares.  Franceses y españoles deciden unir sus fuerzas, a la vez que sus barcos, y derrotar a la pérfida Albión, pero a pesar de tener más efectivos éstos no tenían nada que hacer frente a los ingleses que tenían una marina mejor preparada, una tripulación mejor entrenada y unos navíos excelentes y maniobreros. En sí, la idea original de Napoleón era utilizar a los barcos propios y ajenos, es decir los de su aliado español, para conseguir conquistar Inglaterra desembarcando en sus costas a cientos de miles de soldados a la vez que eliminar el pernicioso bloqueo que se producía frente a sus acantilados. Para ello tendría que controlar el Paso de Calais durante tres días, y la única manera de hacerlo era alejar de allí a la temible marina inglesa. El plan era el siguiente: enviar un potente convoy a América, y allí dar esquinazo a sus enemigos; después recoger a parte de la flota propia en distintos puertos como el Ferrol, Rochefort o Brest  y utilizarlos a la vuelta para transportar a las tropas a través de Calais. Al principio todo parecía ir bien pues el almirante Villenueve dio esquinazo a Nelson en el Caribe pero a la vuelta se produjo una batalla en La Coruña (22 de Junio) que desbarató todos los planes napoleónicos (buen general en tierra, malo en el mar, a pesar de haber nacido en una isla). Con el rabo entre las piernas la flota combinada tuvo que escapar y refugiarse después de varias vicisitudes en el puerto de Cádiz.

Y así pasaron los días. Entre el hastío de la derrota, los miedos de Villenueve por haber decepcionado a Napoleón, y los consejos juiciosos de los españoles que preveían una derrota si salían a mar abierto a enfrentarse contra los ingleses que estaban frente al mando del genial Nelson y Collingwood.  Pero fueron los miedos y las alusiones a la cobardía española lo que provocaron aquella salida suicida hacia la derrota total. La escuadra combinada, en la que no solo había grandes y soberbios barcos como el Santísima Trinidad, auténtico San Lorenzo de los mares, también estaban conformada por grandes marineros que pasarían a la historia por su pericia en el combate como el ya mencionado Gravina, Churruca o Alcalá Galiano. Como era previsible todos los barcos franco españoles se colocaron en una formación clásica de medialuna a la espera de cañonearse con los ingleses a la manera tradicional… pero enfrente tenían a un hombre que revolucionó el arte del combate naval. Antes de empezar el indeciso almirante Villenueve dio la inesperada orden de que todos los barcos viraran sobre sí mismos lo que produce un desconcierto y unos huecos impresionantes que inmediatamente fueron aprovechados por el almirante inglés utilizando el famoso “toque Nelson”. Con la precisión de una flecha Collingwood en una maniobra suicida se coló por el lado del Santa Ana provocando que los barcos ingleses ametrallaran a los enemigos en proporción mínima de dos barcos a uno, uno por cada lado. El destino de la batalla, ya estaba decidido, era cuestión de esperar a ver cuánto cañoneo podía soportar el contrario. Y mucho lo hicieron debido al coraje de los españoles, que no de los franceses que a las primeras de cambio huyeron del lugar, aunque luego fueron apresados ya fueran días después o tras la increíble y wagneriana tormenta que sepultó los pocos restos materiales y humanos de la batalla.

Luis E. Íñigo Fernández, narra esta gesta y más datos de interés en esta gran obra que para deleite de amantes de la historia no solo habla, de manera directa y didáctica, de combates y hechos políticos sino que también nos asombra con su sapiencia sobre como eran aquellos enormes barcos que enseñoreaban los océanos, la forma de vida a bordo, o curiosos hechos sobre la vida de sus protagonistas. Un libro redondo de principio a fin que les aseguro les sumergirá en una acción vertiginosa y trepidante que les llevara a pensar en algunos momentos que se encuentran a bordo de aquellos navíos de leyenda en la que, verdaderamente, como muy bien señala el autor fue "la batalla naval que cambió el destino del mundo".

Luis E. Íñigo Fernández, Breve Historia de la Batalla de Trafalgar. Madrid, Ediciones Nowtilus, 2024, 333 páginas.


viernes, 15 de noviembre de 2024

BREVE HISTORIA DE LA CIENCIA FICCIÓN - Luis E. Íñigo Fernández

 

“Yo... he visto cosas que vosotros no creeríais: atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto rayos C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán... en el tiempo... como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir.” (Blade Runner, 1982)

En la Biblia, precisamente en Hebreos 11,  encontramos la siguiente sentencia: Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. O sea la confianza en que algo en que no tenemos seguridad, o que no existe en este momento es cierto y se puede realizar. Es decir que si utilizamos la misma definición para la ciencia ficción vemos que no se aleja demasiado de ella. Y es que el hombre siempre ha querido ver más allá de lo que tiene delante de sus ojos, de lo que hay detrás del ocaso del sol. Tiene la certeza de que lo que les hacen soñar las novelas de ciencia ficción y sus películas es posible, y que los universos que les muestran serán realidad en un futuro no muy lejano. Este género, la ciencia ficción, no es algo novedoso, ni ha surgido de la noche a la mañana sino que es algo que ha acompañado al ser humano desde la antigüedad hasta nuestros días, así que por ello damos la bienvenida al libro de Luis E. Íñigo Fernández, Breve Historia de la Ciencia Ficción (Nowtilus, 2024), en donde analiza las claves de este género y su evolución a lo largo de la Historia.

Podríamos decir que la ciencia ficción nació de forma paralela a la creación de la religión por parte del ser humano. Ya lo podemos observar en las aventuras, mundos, y artilugios que utilizaban los dioses de la antigüedad, ya fueran los promiscuos griegos y romanos, los valientes mesopotámicos con Gilgamesh a la cabeza buscando la inmortalidad, o en el más allá de los egipcios con sus mil y una pruebas para llegar o al paraíso o caer en el olvido completo. Y aunque con la llegada del cristianismo los sueños se convirtieran en anhelos de cielos iluminados por la faz de Dios Padre, la imaginación y el deseo de quimeras se sigue cultivando, ya fuera a través de cuentos populares, de las fantasías de alquimistas que dan vida a golems de barro primigenio, o de inventores que sueñan con máquinas del futuro.

Pero fue el siglo XIX y la literatura de fantasía o terror la que impulsó definitivamente a la futura ciencia ficción como la conocemos actualmente. Visionarios como Julio Verne y sus novelas Veinte mil leguas de viaje submarino o Viaje al centro de la tierra entre otras muchas; quiméricos como H. G Wells con sus inquietantes relatos centrados en los peligros de la humanidad y sus locos intentos por dominar la ciencia (La guerra de los mundos; El hombre invisible; o La máquina del tiempo); y literatos como la romántica Shelley o el oscuro Poe, fueron los que pusieron las bases iniciales de este género que tantos adeptos tiene en la actualidad. Desde ese momento, ya en el siglo XX,  la ciencia ficción se impone dentro del mundo de la literatura con Hugo Gernsback a la cabeza, o las elucubraciones robóticas de Asimov. Y fue en el siglo anterior cuando un invento vino a reforzar estos libros y estas revistas que hacían las delicias de los jinetes del futuro: el cine. Las sagas cinematográficas como la Guerra de las Galaxias, Star Trek, o películas como Encuentros en la tercera fase, Atmosfera Cero, Blade Runner, y cientos de ellas las que han traído luz, y color a la ciencia ficción. Sus imágenes refuerzan nuestra imaginación, y eso hace que más y más adeptos a este género crezcan día a día, ya sean en nuevas corrientes como el cyberpunk o el steampunk, o los que analizan cada libro y cada película desde puntos de vista realistas, feministas, religiosos…

Entrar en el mundo de la ciencia ficción es adentrarse en un universo en continua expansión, en donde solo la imaginación es una frontera en la que no existen límites. Es un mundo en donde caben todas las corrientes, ya sean literarias, a través de libros, revistas, fanzines; cinematográficas mediante películas o series; e incluso visuales en comics de bella factura. Es por ello que analizar la ciencia ficción es muy difícil debido a que no es posible abarcarla del todo ni etiquetarla con precisión milimétrica. Así que si quieren darse una vuelta por este género tan fascinante no dude en pasar un buen rato con Breve Historia de la Ciencia Ficción, con el que conseguirá una buena base para disfrutar de lo que hoy no es posible pero mañana sí y en el que todo es posible y más allá.

Luis E. Íñigo Fernández, Breve Historia de la Ciencia Ficción. Madrid, Ediciones Nowtilus, 2024, 399 páginas.


domingo, 3 de noviembre de 2024

CASABLANCA - Juan Tejero

 

“Si no subes a ese avión, te arrepentirás. Quizás hoy no, quizás mañana tampoco, pero pronto y para el resto de tu vida.” (Humphrey Bogart, como Rick Blaine)

A mí me pasa como a Woody Allen. Ahora la tengo en DVD pero hace ya muchos años, en una galaxia muy muy lejana, la tenía en una cinta de VHS grabada de la televisión (entonces era la Segunda, creo recordar). Y, como decía anteriormente, me pasaba lo mismo que a Woody Allen al comienzo de Sueños de Seductor (1972), la veía una y otra vez, embobado y repitiendo los diálogos que me sabía de memoria. En verdad, aquella cinta de VHS la tenía bastante machacada. Puede parecer locura u obsesión, aunque no creo que sea así ya que las dos películas más visionadas de la historia del cine son sin duda Lo que el viento se llevó se llevó (1939) y de la que voy a hablar a continuación: Casablanca (1942), auténtico epítome para más señas, y el film más afortunado que existe, como muy bien nos recuerda el escritor, periodista y especialista en el Séptimo Arte, Juan Tejero, en su libro, que como no podía ser de otra forma se titula: Casablanca (Bookland Press editores, 2017). Hay cientos de estudios acerca del fenómeno Casablanca además del legado que nos dejó, no solo cinematográfico sino también filosófico, psicológico, histórico, etc. Y todos ellos coinciden, junto con éste de Juan Tejero, en que Casablanca no solo es una película extraordinaria sino que es todo un símbolo o como mínimo una de las leyendas del cine clásico estadounidense y universal por antonomasia. Al igual que todo el mundo va al café de Rick en la ciudad homónima del norte de África, creo que todo el mundo ha visto alguna vez en su vida este film (nunca se fíen de alguien que no la ha visto) y se han dejado influenciar por aquel microcosmos que representaba la Humanidad en aquellos primeros años de la Segunda Guerra Mundial. Y si no la han visto… pues bueno, todavía tienen tiempo de hacerlo, aun pueden redimirse de ese baldón, pero les recuerdo que no lo dejen pasar en exceso ya que como dice el adagio: tempus fugit.

Aun así, para situarnos, y aunque confío en que no haya nadie en la sala que no la haya visto, pues siempre existe algún despistado, el argumento sería el siguiente: Casablanca, como ya he mencionado antes, es una ciudad situada al norte de Marruecos que en 1941, tras la entrada en París del ejército alemán y la caída de Francia con la instauración del gobierno títere de Vichy, se llena de refugiados que ansían escapar de las garras de la guerra y quieren un billete de avión que les sirva de trampolín con el que llegar a la mítica y libertadora América. Pero claro, para poder subirse a ese avión se necesita un costosísimo salvoconducto que se puede conseguir o bien por la vía legal a través de la corrupta policía francesa que está a cargo del prefecto de policía Louis Renault, o bien, y como los refugiados no pueden esperar una eternidad pues muchos de ellos son evadidos con peligro de ser detenidos por la misma Gestapo, recurren a puestos del mercado negro como por ejemplo el que regenta el orondo Ferrari en el Loro Azul. Y ya sea de una forma o de otra, y mientras el tiempo languidece con monótona languidez, como los versos de Paul Verlaine, todos pasan el rato yendo al local más famoso de toda Casablanca: El Rick´s Café, en donde una orquesta distrae los sueños de quienes quieren ver la antorcha de la Estatua de la Libertad.

Ahora nos queda aclarar quién es ese famoso Rick de quien todo el mundo habla. Se trata del oscuro Richard “Rick” Blaine del cual solo se sabe que tiene un pasado turbio y un halo de misterio que cuadra muy bien con los otros misterios que encierra esa pequeña ciudad marroquí. Todo son habladurías: unos te dirán que fue contrabandista de armas; otros en cambian aseguran que fue brigadista en la Guerra Civil Española y otros finalmente, asegurarán, ya rendida toda certidumbre, que es una figura envuelta en tinieblas y que desconocen el motivo por el que no se va a Estados Unidos. Lo que sí es cierto, en cambio, es que es un verdadero apátrida cargado de resentimiento, pasado ya de rosca y con un negro sentido del humor en el que se aprecia el dolor de vivir. Por ejemplo cuando una vez le preguntan acerca de su nacionalidad él solamente dice: “Soy borracho”; mientras que interpelado una vez por el prefecto de policía acerca del por qué esta en Casablanca, él responde alegando que “vine a tomar las aguas” y que “le informaron mal”. He aquí el dueño del único café del mundo en donde los maderos de deriva de la civilización acaban llegando. Y uno de esos maderos es su antigua amante Ilda Lund y su esposo, el heroico luchador de la resistencia: Victor Lazslo. Menuda casualidad, o como Rick diría con pesar: “De todos los cafés y locales del mundo aparece en el mío”. Ya es mala suerte. Y si además de que ese trío amoroso no fuera suficiente en aquel ambiente asfixiante de desesperación, se le añade el robo de dos salvoconductos nazis que permiten llegar a América; la lucha entre los antiguos amores y la aceptación de la realidad; la resistencia frente a los totalitarismos; la guerra, las ansias de libertad y la ironía de vivir en un mundo que se derrumba donde los protagonistas se enamoran.

El libro de Juan Tejero nos lleva a contemplar la epopeya de este icono del Séptimo Arte y de la cultura general, pues al igual que aparece en pantalla Casablanca si fue concebida en un mundo que se derrumbaba en la Segunda Guerra Mundial. Nuestra película tiene su origen en una obra teatral y en concreto en una experiencia personal que le ocurrió a uno de aquellos dramaturgos. La obra de teatro se llamaba Everybody´s comes to Rick´s y fue escrita por Murray Burnett y Joan Alison. Pues bien, la idea de esta obra teatral la tuvo Burnett cuando en 1938 viajó al sur de Francia y allí observó en un pequeño local, muy parecido al de Rick, a un grupo de refugiados del nazismo que añoraban con escapar de Europa, aunque, a diferencia de la película, éstos no miraban con anhelo la sombra de un avión que les ayudara a salir sanos y salvos de aquel infierno. Tiempo después la idea de la obra llegó a la productora Warner Bros, previo pago de 20.000 dólares a Murray Burnett y Joan Alison, pero cambiando el título a algo más exótico, Casablanca, a imitación de otra anterior llamada Argel (1938) en la que destacaban el lacónico Charles Boyer y Heidy Lamarr.

Y es aquí donde aparece la primera casualidad (de las muchas exitosas casualidades que jalonan la leyenda de Casablanca). El 8 de Diciembre de 1941, justamente un día después del ataque japonés a Pearl Harbour, y con el país supurando las heridas del ataque y la consiguiente entrada en la guerra, llegó a los estudios de Warner Bros la idea de producir la película. Por tanto, aunque suene un tanto fuerte, el primer escalón del éxito del film fue la entrada de los americanos en la guerra mundial ya que a partir de ese año, por un lado, los estudios empezaran a producir en masa películas patrióticas, que los actores acudieran a la llamada del deber, y sobre todo que debido a la escasez de materiales fílmicos hubiera pocos repuestos de películas en las salas de cine y que por ello Casablanca estuviera más tiempo en cartelera que otras que antes de la guerra solo duraban alrededor de una semana. Y, hasta finalmente la propia guerra la que hizo el trabajo de publicidad perfecto ya que el 8 de Noviembre de 1942 las tropas americanas desembarcaron en África, apareciendo en todos los periódicos el nombre de la ciudad de Casablanca. Rápidamente y aprovechando el tirón se pensó en estrenar el film antes de que terminara el año y se hizo el 26 de ese mismo mes, día de Acción de Gracias, en Nueva York. Un golpe de suerte tras otro.

Además, Estados Unidos, y los estudios de Hollywood se llenaron de excelentes actores europeos, emigrados desde sus países convirtiendo el plato de rodaje en una auténtica ONU con hasta 34 nacionalidades distintas. ¡Todo un guirigay de lenguas! Así pues se aprovechó esta cantidad ingente de refugiados para configurar una estela de actores secundarios que acompañarían a los actores principales a conseguir el milagro de una película que parecía condenada al fracaso desde el principio. Frente a ellos se encontraban, por un lado, y en una excelente forma artística, a Humphrey Bogart haciendo del sardónico Rick (existe el mito de que el papel se lo ofrecieron a Ronald Regan, pero solo era eso, una leyenda urbana); a Ingrid Bergman como Ilsa Lund; a Paul Henreid como el resistente y sacrificado Victor Lazslo (papel que no le gustaba en absoluto), o al malvado oficial nazi Heinrich Strasser, interpretado por alemán Conrad Veidt,  que curiosamente había huido de los propios nazis que lo perseguían. Y dirigiendo todo aquello, todo aquel conglomerado de actores de distintas nacionalidades y con egos tan dispares, la elección de Michael Curtiz fue todo un acierto pues era un director todoterreno y polivalente. Pero en este campo de actores, actrices y directores, no nos olvidemos de la segunda casualidad que ennoblece esta película. La actriz que iba a hacer de Ilsa en un principio no iba Ingrid Bergman sino Michele Morgan, pero el caché de la sueca era más barato, a lo que hay que añadir que Heidy Lamarr no estaba disponible en esos momentos. Y no quiero dejar en el tintero otra afortunada casualidad, ésta es la tercera: la música. La banda sonora estaba en manos de Max Steiner y está tan bien escogida y elaborada que impregna cada escena. Sobre todo lo más recordado entre todas estas composiciones fue sin duda el tema central interpretado por el jovial pianista Sam (Dooly Wilson): As time goes by. Pues bien, Juan Tejero, nos informa que el tema que toca y que es un auténtico calvario para Rick Blaine estuvo a punto de no existir ya que el compositor odiaba esa melodía y quería que fuera cambiada por otra más amorosa y sensual cantada por Lena Horner o Ella Fitzgerald… menos mal que se impuso el criterio de El tiempo pasará.

Y terminamos con el asunto de las casualidades afortunadas. Cuando se quiso comenzar a rodar la película ya se tenían elegidos los actores, las flamantes actrices, sus secundarios, los platos que recrearían la enigmática Casablanca, pero faltaba algo que sin ello no podía llegar a buen fin: el guión. Fue encargado a los hermanos Epstein, Julius y Philip, y también a Howard Koch que lo llenaron no solo de romanticismo, humor negro, cinismo y canto a la libertad frente a la opresión. Pero dicho guión que ahora nos maravilla no estaba muy pulido y continuamente las escenas se cambian de día en día al igual que los diálogos, se hacían correcciones y se improvisaba en la marcha volviendo loco a los actores, encolerizando, por ejemplo, a Bogart o despistando a la propia Bergman que tan descolocada estaba que hasta el último momento no sabía a qué personaje amaba, si a Rick o a Lazslo, vamos que no tenía ni idea de con quien se iba a subir al famoso avión.

Como se pude ver, y como muy bien nos señala Juan Tejero, Casablanca es no solo una película audaz, llena de improvisaciones o remiendos, sino que este hito del cine es todo un  milagro. Un milagro que siguiera adelante y tuviera el existo que tuvo y que sigue teniendo hoy en día. Pudo ser un simple folletín y no lo fue porque no se quiso desde el principio; pudo ser una mera película romántica y no llegó a ello porque Casablanca toca todas las fibras de nuestro ser; y tampoco fue un arma propagandística del sueño americano y de la América redentora porque es universal en su concepción y su espíritu y si no vean como se cuelan esas notas de la Marsellesa no solo en la banda sonora sino también a través de las puertas del Café de Rick y como todavía nos pone los pelos de punta verla cantarla a coro. Hay películas que se vuelven caducas con el paso del tiempo, otras que envejecen mal, pero hay otras que ganan cada vez que se ven pues son universales, observamos más matices en su desarrollo y en las interpretaciones de sus actores y te quedas con ganas de visionarla de nuevo porque ¿a quién no le gustaría tomarse algo en el Rick´s Café? Yo creo que a todos porque verla por primera vez es como conocer a alguien y porque, verdaderamente, es el comienzo de una hermosa amistad.

 Juan Tejero. Casablanca, Bookland Press editores, 2017, 332 páginas.

También podéis leer mi reseña en la página de Hislibris: https://www.hislibris.com/casablanca-juan-tejero/


martes, 29 de octubre de 2024

ASESINATO IMPERIAL - Paul Doherty

 

Una serpiente acecha en la hierba.  (Virgilio, Églogas, III.64)

Al norte de Roma se encuentra el llamado Puente Milvio, uno de los más antiguos de la Ciudad Eterna, y por el que han desfilado desde soldados romanos hasta garibaldianos, ha soportado batallas que han decidido la historia de la Humanidad, e incluso ha servido como soporte de cientos y cientos de candados con los que se demostraba amor eterno gracias a la moda que impuso la película y libro Tengo ganas de ti de Federico Moccia. Pero en este caso nos vamos a retrotraer al hecho bélico y político en sí, justamente al año 312 d.C  cuando se produjo la famosa Batalla del Puente Milvio en donde el ejercito de Constantino I derrotó de forma aplastante a la huestes de Majencio, el otro emperador reinante, con lo que consiguió coronarse como líder indiscutible de la parte occidental del Imperio Romano, y años más tarde lo haría de la oriental tras vencer al otro emperador Licinio y rendirlo allá en Nicomedia (324). Pero, sin adelantar el tiempo y volviendo al éxito del Puente Milvio, esta victoria no solo fue importante en la carrera de Constantino I sino que también lo fue para la religión que en esos momentos estaba en alza en el imperio: el cristianismo. Sobre esta victoria se instauró una leyenda según la cual Constantino, antes de la batalla vio una cruz en el cielo en la que ponía: In hoc signo vinces (Con este signo vencerás). Nada más aplastar a Majencio, recoger su cuerpo del Tíber y clavar su cabeza en una pica,  impuso este crismón como nuevo símbolo de las armas del ejército romano, conociéndose desde entonces como Victor, Victorioso o Escudo de la Victoria (de ahí también el origen del crismón salmantino).

Pues bien, tras instalarse en el Palatino, Constantino quiso hacer una política de tolerancia hacia sus antiguos enemigos y reinar sobre un clima de buen entendimiento. En un principio pareciera que las aguas se tranquilizaban pero en el fondo de éllas, se movían serpientes dispuestas a picar y arruinar las victorias de Constantino y al auge de la iglesia cristiana. Y sobre esos primeros momentos y las intrigas palaciegas que existían entonces es sobre lo que se centra esta novela histórica que les traigo: Asesinato imperial, de Paul Doherty (2010). Se trata de lo que llamaríamos un thriller histórico en el que una espía llamada Claudia, al servicio de la madre de Constantino, la augusta Elena, tiene que investigar el asesinato de varias cortesanas, más bien prostitutas de alta standing, que se están produciendo en diferentes puntos de Roma, incluso hasta dentro del mismo palacio imperial. Pero lo que podría ser una mera investigación criminal que podría ser desarrollada por el servicio policial, comienza a enrarecerse debido a cómo son encontradas muertas estas mariposas de la noche: asesinadas y después de ello mutiladas tallándolas cruces tanto en las mejillas como en la frente y siempre dejando un recado haciendo referencia al lema de In hoc signo vinces. Por tanto un claro ataque a la figura del emperador como a la iglesia cristiana.

Así pues la madre de Elena, que parece manejar los hilos y los secretos tras su adorado hijo, decide que este asunto se llevado por uno de sus mejores espías que tiene en nomina en palacio: Claudia. Ésta en concreto no es una sirvienta más, sino toda una agente in rebús, que ha seguido a la Domina y Constantino desde que este emprendió camino desde Mediolanum hasta su victoria en el Puente Milvio. Como he mencionado antes Claudia es lo que llamaríamos una agente in rebús o espía profesional, bien entrenada (un 007 de la época)  que se ocupa de los trapos sucios más importantes que existen en lo más oscuro de los resortes del poder. Tienen su origen en los antiguos frumentarii o vulpes y estaban un escalón por encima de los cientos de informadores anónimos con los que se nutrían las altas esferas. Claudia, por tanto, tendrá que moverse no solo entre las trampas de palacio, sino también investigar a una siniestra figura llamada El Sicario, un asesino muy especial, casi de leyenda,  que tiene atemorizada a toda Roma y que ha sido utilizado desde tiempos del otrora Majencio y que parece tener cuentas pendientes con la emperatriz y con el nuevo emperador. Hay mucho en juego en el tablero político y por eso Claudia (o como la llama Elena, mi ratoncita) tiene que averiguar contra reloj qué está ocurriendo pues hay peligro de que tras la muertes de estas prostitutas pueda caer el propio Constantino.

Esto en lo que se refiere la trama principal de la novela, pero también es interesante el entorno en que se mueve la ratoncita Claudia. En ella el autor, Paul Doherty, nos muestra como era la Roma Bajo Imperial, el ambiente de sus calles y de sus gentes, pero sobre todo las preocupaciones ante el alzamiento del cristianismo. Un punto a favor de esta novela histórica es que no es hagiográfica con respecto a la religión sino más bien realista. Dejen que me aclare: por ejemplo no se ve a un Constantino ni a su madre convertidos al cristianismo de buenas a primeras, al contrario, hace hincapié en que ambos compaginan dicha religión con los dioses antiguos, es decir que permite la tolerancia e igualdad entre credos, además de manejar al cristianismo para sus ambiciones políticas y expansionistas con vistas al futuro ataque a la parte oriental del Imperio. A veces da la impresión de que a Constantino, mientras sea emperador, le da igual el tema de la religión, y a su queridísima madre (la que en un futuro será Santa Helena, la descubridora del Lignum Crucis, por obra y gracia del cristianismo triunfante) lo utiliza como una herramienta más, para conseguir sus fines políticos y acabar con sus enemigos. Y a todo ello se añade las presiones por parte de la alta jerarquía cristiana del momento para conseguir más prebendas del augusto con respecto a la expansión de las iglesias por el mundo conocido. Así pues puede el lector darse cuenta de la preocupación que existe en palacio por las muertes de esas prostitutas y la responsabilidad que éstas puedan salpicar al emperador y a los cristianos en general.

La novela Asesinato imperial está bien narrada y con un estilo muy directo que mantiene enganchado todo el rato al lector. Este pulso continuo es una de las marcas características de este prolífico escritor que a lo mejor lo conocen por  la archi famosa saga del hermano Fray Athelstan ambientada en el siglo XIV. Especialista por tanto en intriga histórica también describe muy bien el ambiente de los primeros años de reinado de Constantino I y cómo era esa convivencia entre los primeros cristianos y la decadente religión pagana que parece que empieza a abandonar el escabel principal y dejar paso a un nuevo tiempo donde la cruz será el signo principal.

 

Paul Doherty, Asesinato Imperial, traducción de Juan Miguel Lobo. Bóveda, 2010, 343 páginas.

También podéis leer mi reseña en la página de Hislibris: https://www.hislibris.com/asesinato-imperial-paul-doherty/

domingo, 6 de octubre de 2024

BREVE HISTORIA DE EUROPA: LA ANTIGÜEDAD Y LA EDAD MEDIA - Eladio Romero

 

Si la civilización de Europa se hundiese, como se hundió en Grecia, la desolación intelectual que resultaría de ello sería tan profunda como lo fue entonces. (Albert Einstein).

A ojos de la sociedad actual y de su  juventud logsetomizada, la idea de Europa y el concepto de su propia historia frente a otras grandes súper potencias del momento, como pueden ser el dinamismo que ofrece Estados Unidos o la inmensidad de la China fabril, el desconocimiento, como decía, de la historia del llamado Viejo Continente es supina. Si pudiéramos preguntar a la gente qué imagen le viene a la cabeza acerca de la importancia de ésta en el mundo en el que vivimos seguramente responderá, fascinados por la riqueza de otras potencias, que nuestro continente se ha convertido en un mero árbitro con una antigua dignidad que ya no resuelve nada en el tablero mundial. Es decir una especie de club de rancio señores que se cuentan batallitas unos a otros, con pelucas empolvadas, que brindan con orondas copas brandy y  a la que por lo tanto sería acertado aplicarle la etiqueta de Viejo Continente. Y esto conduce a un pensamiento derrotista que en muchos casos puede hacernos caer en el peligroso juego de los nacionalismos enfrentados. Es por ello que, hoy más que nunca, sea necesario que la sociedad actual conozca cual es su historia conjunta y el pasado de su tierra que tanto ha dado y decidido a lo largo de los siglos. Un periplo rico y fascinante que el escritor Eladio Romero nos muestra y principia en su libro: Breve Historia de Europa: la Antigüedad y la Edad Media (Nowtilus, 2024).

Permítanme que incida en la segunda parte del título, Antigüedad y Edad Media, porque este trabajo que les traigo de Eladio Romero es, si Dios quiere, el primer volumen de una trilogía que describe de forma cronológica la historia de este continente, sus principales evoluciones y claves que nos hacen o harán entender por qué es y ha sido importante el entorno europeo en el que vivimos y nos movemos. Es decir que los volúmenes siguientes trataran acerca de la evolución de Europa en la era moderna y, evidentemente, la contemporánea, o lo que es lo mismo caminaremos de la mano del autor a través del Renacimiento, la configuración de los imperios en el continente, el colonialismo, sus guerras mundiales, la Guerra Fría y así hasta la Unión Europea y la reciente guerra de Ucrania que ha vuelto a traer de nuevo a nuestras puertas la sangre, el fuego y la muerte cuando todo ello parecía una lejana pesadilla de otros tiempos.

Pero eso será más adelante. Ahora el autor se centra en este primer volumen en cómo nació la historia en nuestro continente y ésta fue irradiada hacia todo occidente. Es por ello que Eladio Romero nos conduce de forma obvia a la prehistoria y en como en un primer estadio el hombre prehistórico y sus técnicas fueron únicas en Europa pero que con el paso del tiempo a partir sobre todo del Neolítico dicho eje de poder fue desplazándose a Oriente recibiendo de forma progresiva influencias de Mesopotamia o Egipto. De ahí pasamos a Grecia y Roma, es decir, el alma y el esqueleto de la construcción europea y nos enseña como evolucionaron ambos y cuáles fueron los legados de los que fuimos depositarios. Tras la caída del imperio romano entramos de lleno en la Edad Media y asistimos a los primeros años de aquella “Europa bárbara” en donde parecía que de un momento a otro las invasiones de los pueblos barbaros o las fatales razias de los vikingos, entre otros, iban a apagar la única vela de cultura que todavía iluminaba al ser humano en un mundo salvaje de ruinas y desolación. Pero la preponderancia de la iglesia y el comienzo de la vertebración política europea con el proyecto carolingio aderezado con la implantación del feudalismo, el nacimiento de nuevos reinos, o el florecimiento de la economía hicieron que poco a poco Europa evolucionara  hacia una mayor reestructuración en todos los aspectos.

Este es un simple bosquejo de algunos elementos que configuran el libro que humildemente les reseño. Y todo ello a través de una visión de conjunto de las distintas historias de cada siglo y de cada región del continente, con sus temibles guerras y enfrentamientos, con el brillo de la cultura y las ciencias, o con una gran variedad de nombres y hechos históricos hasta el siglo XV que harán las delicias de los amantes de la Historia Universal. Puede parecer que Eladio Romero se ha metido en una aventura que le puede desbordar pero les aseguro que él encaja cada pieza del inmenso puzle europeo de forma amena, didáctica y con elementos novedosos que, les aseguro, les van a sorprender. Buena lectura.

Eladio Romero, Breve Historia de Europa (Volumen 1): La Antigüedad y la Edad Media. Madrid, Nowtilus, 2024, 450 páginas.


martes, 1 de octubre de 2024

PIES DESCALZOS 1: UNA HISTORIA DE HIROSHIMA - Keiji Nakazawa

 

Hay una especie de honradez en el modo en que los japoneses levantan nuevamente sus casas después de cada desastre. Pero esta vez algo había cambiado. La bomba lo había sido todo para ellos. (Hiroshima, de John Hersey)

El 6 de Agosto de 1945 es una de esas fechas claves, principales, de la Historia Contemporánea pues fue ese día donde la humanidad comenzó a temer la luz del sol. Su brillo y destrucción. Ese día, como iba diciendo, el ejército americano, tras años de guerra en el Pacífico y de desolar parte del territorio japonés a base de bombardeos ya fueran explosivos como incendiarios decidió zanjar el asunto lanzando un arma de destrucción masiva y así doblegar al resistente ejército nipón. Temprano, por la mañana, ya salido el sol naciente el bombardero Enola Gay lanzó el artefacto Little Boy sobre la ciudad de Hiroshima dado que el tiempo era excelente por aquella zona. Un hongo de varios kilómetros de altitud, precedido por una luz cegadora y mortal terminó con la vida de cientos de miles de personas en un abrir y cerrar de ojos demostrando que la humanidad había encontrado el arma perfecta para destruirse así mismo. Tres días después viendo el gobierno estadounidense que los japoneses no se rendían decidieron de nuevo arrojar otra de estas bombas atómicas, Fat Man,  sobre Nagasaki teniendo idénticos y mortales resultados. Esta nueva carnicera tuvo como resultado que días después el pueblo japonés oyera por primera vez la voz del emperador a través de la radio anunciando la capitulación del Imperio del Sol Naciente. Las lágrimas de los ciudadanos que escucharon esta noticia y la impotencia de saber que habían sido utilizados por las clases dirigentes fueron el comienzo de una dolorosa paz.

Desde ese momento la influencia de la bomba atómica en la psique de la ciudadanía japonesa se convirtió en un elemento importante de su día a día y de su cultura en general desde el mismo momento en que acabó la Segunda Guerra Mundial. Pocos años transcurrieron para que este terror y miedo reverencial a la ciencia destructiva apareciera reflejado en el cine o en sus representaciones más famosas (sobre todo en la actualidad) como son el manga y el anime. En estos medios comenzaron a aparecer historias sobre la caída de las bombas;  críticas al gobierno militar que los metió en la guerra haciéndoles creer que eran una raza superior encabezada por la figura del dios-emperador Hiro Hito; o como el pueblo japonés se fue alzando de nuevo poco a poco de las ruinas en una dura posguerra. Si uno mira con atención los mangas y animes tanto actuales como antiguos (los aparecidos tras las Segunda Guerra Mundial) uno se da cuenta que en ellos todavía salen referencias a bombas atómicas, ciudades convertidas en eriales debido a la catástrofe y radiación atómica, grandes hongos de luz, o el susodicho miedo a la ciencia desbocada, sin control. Es una constante que a cualquier persona interesada en este mundo gráfico podrá ver en obras, citando más antiguas, como Astro Boy (Osamu Tezuka), Akira (Katsuhiro Otomo), Neon Genesis Evangelion, Ghost in the Shell… solo por citar cientos y cientos de ellas. Éstas serian obras que toman referencia de esos hechos acaecidos, pero los que a mi modo de ver se centran más en lo vivido en Hiroshima y Nagasaki son, por un lado la película La tumba de las luciérnagas (1988), en el que se muestra la resistencia de los personajes infantiles ante la devastación; y por otro la obra monumental que hoy les traigo: Pies descalzos, una historia de Hiroshima, de Keiji Nakazawa (1973) que nos muestra sobre todo el horror y las consecuencias en la población civil tras el estallido de las bombas atómicas.


                                                                Akira (Katsuhiro Otomo)    

Como pueden leer en el párrafo anterior he utilizado la palabra monumental y no solo para decir que esta obra sea (y es) una obra referencial dentro del enorme universo que es el manga y el cine de animación japonés (incluso se hicieron películas posteriores, como la de 1983) sino también por su gran tamaño físico ya que en total este manga está compuesto por más de tres mil páginas que aquí en España han sido normalmente editadas en cuatro tomos bastante gruesos. Yo, en particular he de aclarar que he tardado más de una semana en leerlo. Pero, aun así, su tamaño no es óbice para señalar que nos encontramos ante una de las muestras gráficas e históricas más importantes del siglo XX, que incluso influenció a gran copia de dibujantes y narradores como por ejemplo a Art Spiegelman que no duda en aclarar que su obra Maus bebe directamente de la de Keiji Nakazawa (1939 – 2012). Este autor japonés tenía seis años cuando estalló la bomba atómica en Hiroshima y pudo observar como toda su familia falleció a consecuencia de ello viéndose solo y desvalido con su madre, y por tanto convirtiéndose en testigo directo de todos los horrores y el caos devastador plasmándolo después de manera brillante en su obra. Tras sobrevivir a aquel infierno con los años se convirtió en un mangaka de referencia en el país nipón y en el mundo de la ilustración occidental gracias a su obra Pies descalzos (Hadashi no gen). El manga, en su totalidad, nos habla del mar de fuego y destrucción que provocó el estallido de Little Boy en Hiroshima, las consecuencias psicológicas que produjo en la sociedad nipona y sobre todo los miedos y el dolor de los habitantes de esta ciudad devastada y sus alrededores, y en tomos siguientes en la dura posguerra y el renacimiento de la ciudad tras la pesadilla atómica que habían sufrido.

Como Pies descalzos es enorme, en este caso solo me voy a centrar en el primer tomo de los cuatro que componen esta magna obra. En ella nos lleva, como ya he mencionado varias veces, a la ciudad de Hiroshima unos días antes del desastre centrándose en la figura de un joven llamado Gen Nakaoka, trasunto autobiográfico del autor, y su familia, un clan antimilitarista que continuamente están recibiendo insultos y soportando el vacio de gran parte de sus vecinos debido al pensamiento pacifista del padre y que por eso son llamados antipatriotas. Tan fuerte es la influencia de los vecinos que al final incluso uno de los hermanos del protagonista tiene que alistarse casi a la fuerza, aun sabiendo que la guerra ya está perdida, para que la gente deje de hacer la vida imposible a su familia. Mientras tanto llega la fecha fatídica del 6 de Agosto y cae la bomba atómica sobre la ciudad salvándose Gen de milagro (estaba detrás de una tapia y por eso la radiación no impacta de lleno) aunque sus hermanos y su padre no tienen la misma suerte y acaban ardiendo en las ruinas de su propia casa, delante de él y su madre que casi se vuelve loca observando cómo sus seres queridos se queman vivos. Desde ahí Gen y su querida madre proceden a deambular por la ciudad arrasada buscando comida y agua y observando a la vez cientos de cadáveres desfigurados, llenos de pústulas y pieles caídas, centros de emergencias llenos a rebosar (recuérdese que más del 90% de los médicos y enfermeras murieron durante el bombardeo), y sobre todo la locura y la sinrazón de los supervivientes en aquel pandemónium. Tras ello para poder comer tienen que salir de la ciudad y volver a buscar ayuda en los pueblos de los alrededores en los que muchas veces en vez de ser acogidos por los lugareños son apartados como apestados, como parias, debido al miedo que tienen a que les infecten con la locura de la bomba o que les roben el poco arroz que les queda. Al final del primer tomo, de las primeras 780 hojas, Gen, su madre y su hermanita recién nacida deciden volver a Hiroshima, a aquel erial desierto de cascotes y casas derruidas, y comenzar una nueva vida.



                                                    Pies descalzos (Keiji Nakazawa)

En este punto hay que aclarar que el manga de Keiji Nakazawa no principia en el preciso instante de la caída de la bomba atómica, sino que aporta otros muchos más temas del antes y después del suceso y de la derivada de ella en la sociedad nipona. La bomba en sí es el epicentro de un mundo que se derrumba, de un mundo corrupto hacia un mundo mejor a través de un parto de dolor y horror en demasía. Uno de los temas principales de Pies descalzos nos habla de como los japoneses estaban muy abducidos por las soflamas del gobierno militar imperante en la que continuamente se les decía a sus ciudadanos que debían dar la vida por el suelo divino de Japón y por la figura del dios encarnado en la tierra, el emperador Hiro Hito. Es por eso que cualquier persona que se saliera del guión, que no compartiera el mensaje de sacrificio y muerte honorable debía de ser eliminada. El clavo que sobresale ha de ser machacado para igualarse a los demás. Es lo que le ocurre al padre del protagonista y a su familia que son condenados al ostracismo y golpeados por una maquinaria militarista bien engrasada y que en ese momento en concreto está a punto de colapsar. Observamos los desfiles populares, los gritos de banzai al emperador, las canciones patrióticas que se repiten de continuo y la entrega de hijos para que se sacrifiquen en aras del poder divino. Otro de las tramas es, claro está, todo lo relacionado con el desastre ocurrido tras la ola de fuego y luz que arrasa la ciudad: los protagonistas ven con sus propios ojos y sufren en sus carnes al ver gente derritiéndose y andando como auténticos zombis sin conciencia ni destino; gente comida viva por las cresas (gusanos) instaladas en sus heridas y muñones; o centros sanitarios y fosas comunes llenas a reventar. Y de esta destrucción, como si esta espiral de tragedias no tuviera fin, el mangaka también nos enseña la locura derivada de ellas al señalar la sinrazón de gente que ingiere polvos machacados de cráneos porque creen que según la medicina oriental así pueden revivir a los muertos; suicidios rituales o en grupos para expiar las culpas o para no caer en manos de los soldados americanos; ríos llenos de cadáveres inflamados que van reventando como globos unos tras otros, hasta (y este me ha impresionado mucho) una mujer llena de moscas que cree que es el espíritu de su hijo y por eso deja que se posen en ella como si fuera un burka hecho de insectos. El horror, como diría aquel Konrad.  Aparecen temas como la insolidaridad de las gentes de otros pueblos con respecto a los supervivientes de Hiroshima pues llegan a tratarlos como parias, un nolli me tangere en el que incluso les lanzan piedras o les dan palizas por miedo a que les transmitan las radiaciones de la bomba o les roben el arroz que tenían escondido. E incluso llama la atención que existiera episodios de racismo con respecto a los coreanos que habían sido llevados a rastras a Japón, ya que los pocos médicos que todavía había no les quisieran atender o se les negara un enterramiento digno al considerarlos una raza inferior.

Como se pude ver Pies descalzos es una obra maestra que no tiene piedad con el lector, hecha para estómagos duros, pero que vale la pena leer para comprender hasta dónde puede llegar la locura humana o su esperanza y bondad sin fin. El único pero que se le podría poner es el dibujo en sí pues en algunos momentos los sentimientos de los protagonistas pueden ser un tanto edulcorados, con muchas lágrimas en los ojos a cada momento y muy maniqueista en la actitud de ciertos personajes. Pero este punto hay que tomarlo con cierta precaución pues este melodrama tiene su por qué. En los años siguiente al final de la guerra mundial las ilustraciones de los mangas eran muy kawaii (adorables) tirando al trama shojo (cuasi romántico) con respecto al tema de los supervivientes de las bombas atómicas, pues esto se hacía para que el lector observara lo amable frente a la sinrazón de la guerra y las condiciones duras de las posguerra. Y aunque en un principio el manga Pies descalzos es una obra shonen (para jóvenes) la posteridad la ha colocado como una de los testimonios gráficos más importantes del siglo XX confiando en que la dureza de algunas de sus imágenes mueva a los lectores de ahora a no repetir los desastres de la antigüedad.

Keiji Nakazawa, Pies descalzos 1: Una historia de Hiroshima (Traducción de Víctor Illera y María Serna Aguirre). Barcelona, DeBolsillo, 2015, 781 páginas.

También podéis leer mi reseña en la página de Hislibris: https://www.hislibris.com/pies-descalzos-1-una-historia-de-hiroshima-keiji-nakazawa/