martes, 28 de febrero de 2012

EL ASEDIO, de Arturo Pérez-Reverte


-Alguna vez, conversando sobre esto mismo, usted recurrió al símil del ajedrez. Y posiblemente tenga razón… Esta ciudad es el territorio. El tablero. Un espacio que, le guste o no, ha llegado a compartir con el asesino. Por eso ve a Cádiz como no podemos verla los demás.

Mira el plato, aún pensativo, y se come las dos aceitunas de Tizón.
-Y aunque esto acabe alguna vez –añade-, nunca podrá volver a verla como antes.

El primer recuerdo que tengo de Cádiz, decana de todas las ciudades españolas, no es visual, sino sensorial. Aire cálido, olor a mar y sensación de recalar en un puerto de memoria ya transitada. Una ciudad como un imán, al que todo español, como si se tratara de la Meca debe ir alguna vez en su vida. Una ciudad que te atrae por su antigüedad y saber Trimilenario. Una ciudad, casi una islita, enfrentada al Atlántico, que, impulsada en su bauprés con todos lo foques desplegados, congela la memoria y la retiene para que todas las generaciones futuras sepan por dónde entró la cultura en esta España nuestra.

De ahí, de ese breve recuerdo que se me quedó clavado en el cerebro, que la apariciónde la nueva novela de Arturo Pérez-Reverte haya sido una gran alegría para el firmante. Pero antes de continuar diseccionando, con todo el respeto, esta gran novela, y aunque no haga falta indicarles quién es el autor, ya que no es solo reconocido en nuestra página, sino que su fama hace ya tiempo traspasó nuestras fronteras, es bueno recordar, con toda humildad por parte de este reseñador, la excelente trayectoria de este escritor: Don Arturo Pérez-Reverte (Cartagena, España, 1951). Fue curtido reportero de guerra en numerosas guerras y batallas, arriesgando su vida en lugares como Chipre, Líbano, Eritrea, el Sahara, Malvinas, El Salvador, Nicaragua, Chad, Libia, El Sudan, Mozambique, Angola, Túnez… Un buen currículum. Y es autor de numerosas novelas que quedan inscritas dentro de nuestra literatura, El Maestro de esgrima, La tabla de Flandes, El Club Dumas, Territorio Comanche o La Piel del Tambor, entre otras, junto a su temprana labor de reportero ejercida en periódicos como Pueblo o desde 1991 escribiendo semanalmente un artículo (Patente de Corso) en ABC, cual Larra actual. Pero el gran salto dentro del panorama literario español y mundial lo dio el autor publicando en 1996 el primero libro de la saga de Alatriste: El Capitán Alatriste. Este reto del autor de enseñarnos de nuevo ese mundo del Siglo de Oro a través de este espadachín a sueldo siguió en años posteriores con libros como Limpieza de Sangre (1997), El Sol de Breda (1998), El Oro del Rey (2000), El caballero del jubón amarillo (2003), y por el momento Corsarios de Levante (2006). Y después de un breve lapsus nuestro literato, como le gusta que le llamen y no historiador, a rebufo de los fastos de la Guerra de Independencia, nos enseñó con su excelente pluma, aspectos de aquella contienda que al igual que la saga de Alatriste teníamos olvidados en nuestra Historia con novelas como Trafalgar, Un día de Cólera o esta última que reseño en estos momentos: El asedio.

Comenzando la disección de la novela, les haré primero una pequeña y amistosa recomendación. El ávido lector que vaya buscando en esta voluminosa y tolstosiana novela un remedo de aventuras en plan Sharpe o Jack, el afortunado, Aubrey, se va a llevar un gran desengaño, pues esencialmente no es una novela histórica, como su autor nos indica continuamente, ni una novela de aventuras pura con ritmo trepidante en el que los cruces de sables y balas de mosquetes sumergen al lector en el epicentro de las batallas. Es esencialmente una novela que cala poco a poco al lector, que hay que beber poco a poco y dejarla respirar como a los buenos vinos. No atosigarse sino dejar que a uno le empape ese ambiente de asedio y cerco en el que esta envuelta la Cádiz de principios del siglo XIX.

Para comprender el argumento de la novela es necesario saber que este argumento es indisoluble con el eje central y estructural de la novela en sí. Don Arturo nos presenta la ciudad de Cádiz, ese Cádiz de las Cortes, como una ciudad diferente, alejada de clichés románticos. Una ciudad entretejida y unida como los escaques de un tablero de ajedrez en el que los personajes, las piezas, se mueven entrecruzándose unos con otros.

Destacan varias historias, que van, por ejemplo, desde las aventuras del corsario Pepe Lobo y la hacendosa y decidida empresaria Lolita Palma; a la detectivesca historia del comisario Tizón, policía brusco y poco correcto, que persigue a un asesino en serie que va matando a jovencitas inocentes al ritmo de las bombas que caen desde el Trocadero y la Cabezuela en Cádiz; o por ejemplo, eligiendo entre todas ellas la historia del capitán artillero Desfosseux obsesionado con sus cálculos y parábolas de tiro para alcanzar más allá de las 2000 toesas y llegar al centro de Cádiz mismo. Este es un pequeño ejemplo de las historias que encierra el marco de la historia del asedio de Cádiz. Por eso, explicar el argumento, o ejemplificar la novela mediante un sucinto resumen es bastante complejo en una novela de carácter coral.

Como habrán podido observar nos encontramos ante una novela de novelas, una novela coral en el que cada historia es necesaria y complementan las demás, como las piezas de ajedrez comprenden un pequeño ejército en el tablero. No es una novela de historias al alzar sino una novela de personajes y sus obsesiones. La obsesión de Rogelio Tizón por atrapar a un asesino en serie estilo Jack el Destripador o la obsesión del artillero Desfosseaux por alcanzar el máximo de metros y bombardear la ciudad hasta sus cimientos. Todos los personajes tienen una meta, una obsesión llevada al límite, o un ideal no alcanzado que les consume. Y ahí es donde se nos muestra el tema central de la novela. No es novela de héroes y villanos, de grandes generales o grandes batallas (que las hay, como por ejemplo la Batalla de Chiclana) sino una novela sobre el corazón humano y sus lados oscuros y recónditos, lados marcados como surcos en la ciudad, ciudad hostil y brumosa que atrapa a los personajes como en una emboscada.

Este entrecruzamiento de personajes e historias conforman una auténtica telaraña que convierte a esta novela en la gran novela del Bicentenario, y más en concreto en la novela esencial sobre el cerco de Cádiz por las tropas francesas. A través de la historias vamos comprendiendo la historia y sentimientos de la ciudad hasta la proclamación de la Constitución (1812) en un día lluvioso y ennegrecido, como presagio de un futuro no muy lejano, y el abandono del asedio por los franceses ante la caída como si fuera un dominó de los ejércitos en la Península. Esta parte histórica sobre todo está subrayada por la idea persistente de la pérdida, de la pérdida de una España que pudo ser y que no supo atrapar a tiempo el tren de la modernidadsepultado por un rancio patriotismo desfasado y absurdo como se ocupara Fernando VII de demostrar a su vuelta (¡Vivan las Caenas!). Un mundo donde una Cádiz liberal y moderna se convertía en el auténtico motor de las Españas, donde el comercio, la educación (liberal e igualitaria para hombres y mujeres) y la libertad eran el pan de cada día. Por eso asistimos en muchos casos, durante la novela, a cierto tono de amargor en los protagonistas pues se dan cuenta de que además de vivir al límite viven en una época de ocaso frente a las penumbras inciertas del futuro.

A través de todos los elementos reseñados anteriormente, es deducible por ello, que al autor le haya supuesto un gran trabajo de documentación. Una titánica apuesta que abarca no solo la documentación histórica, sino también sobre balística y artillería, modas y costumbres de época, taxidermia, matemáticas, física y química, filosofía, novela antigua… y todo ello conjugado para hacer una de las mejores novelas sobre la Guerra de la Independencia dentro de la literatura universal (con permiso de Don Benito Pérez Galdós). Un ingente trabajo para ofrecer al lector universal una de las mejores historias que se pueden leer sobre una época y una ciudad, Cádiz.

Batallas, aventuras, romanticismo, intriga policial, costumbrismo, la búsqueda del tiro perfecto… son una pequeña muestra de lo que el lector va a encontrar en esta gigantesca novela que le hará pasar al lector horas y horas de entretenimiento, enganchado a la historia de un Asedio que nunca volverá a ser el mismo.

¡Cádiz, brillante Cádiz! Tú eres el primer lugar del mundo.
Lord Byron, 1809

Texto: Balbo (moderador del blog)