Si las piedras
tuvieran voz, seguramente el idioma en que hoy hablaría la Casa Blanca sería el
español. Parece ser que en 1785 llegó a Georgetown (futura ciudad de
Washington) un español de origen navarro llamado Pedro Casanave que muy pronto,
gracias a su astucia en el comercio y a los contactos con las altas esferas, se
convertiría en personaje principal de aquella floreciente ciudad. Su amistad
con el primer presidente de los Estados Unidos, George Washington, y su cargo
como Maestro Masón de la Logia número 9 hicieron que al poco tiempo de estar
allí fuera elegido Alcalde de la ciudad, pasando entonces a cambiarse el nombre
por el de Peter Casanave.
Pero
principalmente por lo que pasó a la historia fue por colocar la primera piedra
de la Casa Presidencial, más tarde llamada Casa Blanca, en donde se tenía
pensado que vivirían a partir de entonces los presidentes de aquella incipiente
nación. Curiosamente, para enterrar aquella piedra, Pedro Casanave eligió el 12
de Octubre de 1792, es decir durante el 300 aniversario del Descubrimiento de
América por parte de Cristóbal Colón. Aquel día, después de una gran fiesta en
una taberna de la ciudad llamada The
Fountain Inn, en donde se solían reunir la clase alta, la comitiva inaugural
se acercó a un solar en donde estaría en un futuro la Casa Presidencial. Unos
obreros, que anteriormente habían abierto un pequeño agujero en el suelo, le
acercaron la piedra a nuestro protagonista, y éste con gran solemnidad la
enterró echándole un par de paladas. Se sabe que antes de colocarla había
puesto debajo una placa de bronce en la que se podía leer:
Esta primera piedra de la Casa Presidencial se colocó el día 12 de
octubre 1792, y en el 17 º año de la Independencia de los Estados Unidos de
América.
Así pues, si alguna vez
pasean por el 1600 de la Avenida Pensilvania, y se paran delante de la bella
fachada de la Casa Blanca, pueden inspirar hondo y sentirse orgullosos de saber
que aquel edificio tiene acento español.