lunes, 1 de septiembre de 2014

VISITANDO MANZANAS



No se si se acuerdan pero una vez les hablé de las llamadas Casas a la Malicia. Eran los aposentos madrileños en los que sus propietarios, mediante una distribución ficticia de la casa, evitaban, por un lado, pagar una serie de impuestos mientras que por otro sorteaban el engorro deber de tener que acoger entre sus paredes a funcionarios reales o municipales. Pues bien, esta picaresca siguió funcionando durante toda la época de los Austrias, pero cuando llegaron los Borbones todo comenzó a cambiar pues éstos eran mejor administradores que los anteriores dueños de España. La alcaldía de Madrid perfeccionó a partir de 1740 el sistema de cobró y se incrementó el número de inspectores que iban por las casas. Pero a pesar de redoblar los esfuerzos impositivos, pronto se dieron cuenta que buscar a la gente para pagar los impuestos por las casas y calles de Madrid era todo una aventura ya que la capital del Reino era un laberinto imposible de cifrar.

Los cobradores del Ayuntamiento se pasaron once años sufriendo esta tortura, hasta que en 1751 a algún funcionario real se le ocurrió una idea brillante para solucionar la confusión que existía para clasificar las casas madrileñas. El nuevo sistema consistía en que a cada manzana se le designaría un número, y en sus esquinas se pondría una baldosa que diría lo siguiente: Visita G Manzana… más el número de ésta. Esto venía a decir lo siguiente: Visita General de la Regalía de Aposentos. Todos se las prometían muy felices pero no se daban cuenta que enseguida comenzarían a aparecer un buen número de problemas, pues se podía dar el caso de que una casa pudiera tener más de una puerta de entrada, o que si alguna se derribaba en medio de la calle podían surgir dos manzanas distintas. Además era costumbre que cuando en una casa había reformas se tapiaran las entradas (ventanas y puertas) abriéndose otras nuevas por otro lado. Como parche a esta solución se añadieron nuevas placas que rezaban lo siguiente: Visita G Casa. Con lo que ahora se complicaba más el tema pues cómo se tenían que regir ahora los recaudadores de impuestos ¿por el número de manzana, por el de casa, o por el de una puerta o ventana cerrada? Toda una locura, ya que algunas veces aparecían casas en que había más de una número en su fachada puestos sin sentido alguno.



Este sinsentido duró hasta mediados del siglo XIX cuando el Marques Viudo de Pontejos y Mesonero Romanos se pusieron manos a la obra y ordenaron gran parte de la Villa de Madrid poniéndole nombres a las calles y numerando las puertas de éstas mediante números pares a la derecha e impares a la izquierda, comenzando a contarse por las casas que más cerca estaban orientadas hacia la Puerta del Sol. Todavía hoy se pueden ver vestigios de estas baldosas en partes antiguas de Madrid, así que cuando las vean ya no creerán que estén ante un complicado jeroglífico o un mensaje críptico sin sentido.