sábado, 10 de enero de 2015

ENVIAR AL OSTRACISMO



 Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, el ostracismo es una exclusión voluntaria o forzosa de los oficios públicos, a la cual suelen dar ocasión los trastornos políticos. El origen de este término proviene de la antigua Grecia. Se trataba de una institución política de Atenas, creada en el siglo V a. C., que servía para expulsar de manera preventiva a los posibles enemigos internos que hubiera en la ciudad o sus alrededores. Su nombre viene del modo en que se votaba, puesto que los nombres de las personas que se querían desterrar se inscribían con un punzón sobre un óstrakon, que literalmente significaba “tejuelo” o “trozo de vasija”. Llama la atención que en otros lugares de Grecia esta forma de destierro se llamara petalismo, ya que la sentencia se pergeñaba, con sumo cuidado, sobre una hoja de árbol o pétalon.

El creador del ostracismo fue Clístenes, quien a finales del siglo VI a. C reformó de arriba abajo toda la política ateniense. El procedimiento para expulsar a alguien de la ciudad era el siguiente. En primer lugar se celebraba una asamblea al año en la que se preguntaba a los asistentes si había necesidad de convocar una ostrakophoria  o sesión para expulsar a alguien. Si el voto era positivo se convocaba otra asamblea en el ágora de Atenas. Para que hubiera quórum debían haber por los menos seis mil personas presentes, y es por ello que estas sesiones especiales se fijaran en días festivos para que la gente que vivía en el campo también pudieran asistir para dar su voto. Posteriormente, se recontaban todas las óstraka (plural de óstrakon) y si había mayoría se procedía a emitir el nombre de la persona a desterrar. La pena, en general, era de diez años, y como la sentencia era preventiva, es decir que todavía no había hecho nada a la ciudad, al condenado se le daban diez días para que pusiera en orden sus pertenencias y se despidiera de sus familiares. Además no se le humillaba públicamente ni se le confiscaban sus propiedades. E incluso se dieron casos en que el desterrado pudo volver antes al ser llamado por la asamblea ateniense al producirse alguna crisis interna en la ciudad debido a algún conflicto bélico. Esto le ocurrió, por ejemplo, a Alcibíades el Viejo, Arístides el Justo o Jantipo, padre de Pericles, durante las Guerras Médicas.