lunes, 20 de junio de 2016

MARIANA PINEDA – José Luis Olaizola



En virtud de lo pactado en el Congreso de Viena de 1814, los países firmantes de la Santa Alianza, dictaminaron que ya era tiempo de acabar con aquel sueño que se había instalado en España durante el llamado Trienio Liberal (1820-1823). Aquel último año el sonido claveteado de las botas de los Cien Mil Hijos de San Luis, ejército combinado de tropas francesas y españolas comandado por el duque de Angulema, irrumpieron en la Península Ibérica y terminaron de destrozar a las tropas libertarias en la Batalla del Trocadero (Cádiz). Aquel 31 de Agosto las bayonetas francesas echaron por tierra el proyecto de llevar a España un paso adelante e igualarlo a las libertades y oportunidades que había normalmente en otros países europeos. Como consecuencia de ello se volvía a instaurar una nueva regencia de Fernando VII, rey felón por excelencia, y tras abominar del juramento que había hecho sobre la Constitución de 1812, sumerge a España en una época oscura y represiva donde su poder será el garante de todo atropello y villanía. Este tiempo será tristemente conocido como la Década Ominosa (1823 – 1833). Pero a pesar de que una  noche de terror se ha echado sobre esta vieja piel de toro, los rescoldos del antiguo fuego no son apagados del todo y aquí y allá asoman de vez en cuando algún personaje que defiende las anheladas libertades. Y sobre todos éstos destaca uno que hará temblar los cimientos del poder omnímodo del rey Fernando. No es un general erizado de bayonetas, ni un político esquivo con gran poder de oratoria. Se trata sencillamente de una muchachita de Granada, que tras bordar un símbolo, una simple bandera se convertirá en un mito de nuestra Historia. Su nombre es  Mariana Pineda y es por excelencia la heroína y mártir del liberalismo español. (Seguir leyendo)



El recuerdo de mi suplicio hará más por nuestra causa que todas las banderas del mundo.
Ha pasado el tiempo y la desmemoria histórica que planea sobre España ha hecho que mucha gente olvidara la figura de Mariana y ni siquiera sepa que hizo en su tiempo. Los alumnos logsetomizados ya no saben quién fue ni cuál fue su logro, pero gracias a libros como el de José Luis Olaizola es posible que se acerquen un poco más a la gesta de esta  mujer valiente. Les presento su  última novela: Mariana Pineda, un canto a la pasión y a la libertad. Esencialmente, y a primera vista, nos encontramos una novela que ofrece una biografía canoníca de aquella amante de la libertad, y que a los que conocemos la historia de esta mujer nos puede parecer algo insulsa y lineal, pero que a los que desconocen quién era les va a encantar pues van a adentrarse en un mundo oscuro en el que cualquier paso en falso te podía llevar a la horca o sentir en la nuca el frio punzón del garrote vil. Olaizola comienza narrar remontándose un poco atrás del nacimiento de Pineda, rememorando la vida de su padre, un hidalgo que conoce a su joven madre, Dolores Muñoz, en Lucena y que tras una serie de avatares acaban viviendo en Granada, lugar donde nace nuestra protagonista en 1804. Dos años después muere su padre, y su madre, viendo que es incapaz de cuidar de su propia hija cede la custodia a un tío, quien se casa poco después. De nuevo la esposa de éste rechaza a Mariana y como si fuera una pelota que va de un lado a otro sin control acaba siendo adoptado por un empleado del tío, casado y sin hijos. Allí encuentra un nuevo hogar.

En 1819 se casa con un militar retirado, Manuel de Peralta y Valte, pero tres años después, con dos hijos a cuestas, se queda viuda. Parece que su vida se ha convertido en un correr de un infortunio a otro, pero eso es lo que parece a simple vista, pues gracias a su marido, militar de grandes ideales, conoce las mieles de la libertad y contacta con los grupos revolucionarios. Así pues cuando se proclama la conocida Década Ominosa, Mariana se integra sin miedo alguno en los círculos liberales de la Vega granadina, asistiendo de manera asidua al salón de los condes de Teba. Se convierte por tanto en una auténtica conspiradora enfrentada a las fuerzas oscuras del rey felón. Pero no es una comparsa más en un mundo de hombres valientes, sino que ella misma se encarga de realizar actos de valor que la caracterizan como verdadera heroína por la libertad. Un ejemplo de ello lo vemos en 1828 cuando consigue liberar de la cárcel a un primo suyo Fernando Álvarez de Sotomayor, que iba a ser ejecutado por ser un militar constitucionalista y liberal. Mariana, valiéndose del parentesco que tiene con el reo, en las distintas visitas, fue introduciendo partes de un hábito de capuchino con el que días después consiguió escaparse disfrazado de tal guisa.

Pero con el levantamiento fracasado del general Torrijos en 1831 las tensiones se recrudecen y se cierra más el cerco sobre el grupo de conspiradores granadinos. El alcalde del crimen de la ciudad, Ramón Pedrosa, inicia una investigación seria sobre la fuga de Álvarez de Sotomayor y todas las sospechas incriminan a Mariana. En marzo de ese año consigue la prueba: nace la leyenda de la bandera. Según parece un agente realista le dice a Ramón Pedrosa que Mariana está tejiendo una bandera libertaria que debía acompañar a las fuerzas malogradas de Torrijos. Esta era de color morado y curiosamente llevaba bordado en el centro un triangulo verde (¿signo masón?) acompañado de las siguientes palabras en hilo rojo: “Igualdad, Libertad y ley”.  Para conseguir la prueba definitiva envía a dos bordadoras  a casa de Mariana con la falsa intención de ayudarla a terminarla, pero con la idea de verla con sus propios ojos. Cuando éstas aseguraron al alcalde del crimen que habían sido testigos presenciales, fue detenida de inmediato, y aunque fue sometida a fuertes interrogatorios no cedió un palmo ni cuando el juez la ofreció salvar su vida si delataba a sus compinches. Como no lo hizo, y se enfrentó con valentía a sus captores, además de estar todo amañado de antemano, fue condenada a muerte. Hecho que se produzco el 24 de Mayo de 1831 en el Campo del Triunfo donde fue conducida en una mula y ejecutada posteriormente a garrote.  Fue enterrada en el cementerio de Almengor en una tumba anónima, pero días después alguien le puso una simple cruz de madera sobre ella como reconocimiento a una muchacha que desafió al orden tiránico del momento con su valentía y determinación.

En puridad todo esto y más es lo que vamos a encontrar en esta novela de José Luis Olaizola. Es un libro que se lee muy bien, con un estilo muy sencillo y poético que va a deleitar aquellos que desconocen cualquier aspecto de la vida de Mariana Pineda y la época posterior a la Guerra de Independencia. Y no me quiero despedir de ustedes sin antes recordarles las palabras que dijo hace poco una eurodiputada socialista, María Izquierdo, al querer poner su nombre en la puerta principal del Parlamento de Estrasburgo: Mariana demostró, mucho antes que nuestros vecinos franceses, que las mujeres españolas fueron pioneras en la defensa de las ideas progresistas. Estamos hablando de una mujer que nació en 1804 y que fue ajusticiada el 26 de mayo de 1831, jovencísima, por defender su libertad de pensamiento. Ella pudo eludir la muerte, pero prefirió ser leal. Actualmente el nombre de Mariana Pineda corona la entrada del recinto. 

(Esta reseña también la podeís leerla en Hislibris)