lunes, 16 de enero de 2017

EL ENIGMA DE LA CRUZ EN EL PECHO



Uno de los grandes anhelos del pintor Diego Rodríguez de Silva y Velázquez (1599 – 1660) fue pertenecer a la famosa Orden de Santiago.  Por eso cuando el pintor sevillano fue propuesto para conseguir tal honor dos años después de pintar Las Meninas (1656) obviamente se debió de llevarse una alegría inmensa. Pero entrar en tal selecto club no era fácil pues se debían de hacer un total de 150 entrevistas para demostrar que sus ancestros no eran ni judíos ni conversos. Y algo debieron encontrar los entrevistadores en Portugal ya que después de cotejar todos los documentos, ipso facto se le negó su ingreso en la Orden de Santiago. Pero Velázquez no se quedó quieto y apeló a su buen amigo el rey Felipe IV, quien de inmediato  se puso en contacto con el Papa para desfacer este entuerto. Y como entre poderosos todo se arregla en un momento, en 1659 Velázquez, por fin, fue admitido en la prestigiosa orden. Aunque su sueño le duró poco pues en 1660 murió el gran pintor.

Por ahora las fechas cuadran, pero si son aficionados a la pintura se darán cuenta de que algo no encaja en esta historia. Volvamos al cuadro de Las Meninas. Recuerden que fue pintado en 1656 y que si se fijan un poco más en el pecho del pintor podrán observar claramente una Cruz de Santiago que atestigua que pertenecía a dicha Orden. ¿Cómo puede ser esto posible si Velázquez no fue propuesto hasta dos años después de terminar la obra, 1658, para ostentar dicho honor? Es aquí donde entramos en el campo de las suposiciones e incluso de las leyendas. Vamos a lo primero. La mayoría de los expertos en Velázquez sostienen que debió de ser el propio pintor el que durante el año que le quedaba de vida se acercara  al lienzo y que con una fina filigrana pintara la anhelada cruz sobre su figura. Es lo más plausible, pero otros prefieren acercarse más a la leyenda la cual dice que fue el propio rey Felipe IV quien ejerció de pintor y que el mismo fue el responsable de tunear el cuadro un año después de la muerte de Velázquez como homenaje no solo a su mejor pintor de cámara sino también al que verdaderamente fue su amigo.