sábado, 11 de marzo de 2017

GUERRA DEL PACÍFICO: LA BATALLA DEL GOLFO DE LEYTE - José Manuel Gutiérrez de la Camara Señán



¡He vuelto! (Douglas MacArthur)

El 7 de Diciembre de 1941 es una fecha que los americanos no olvidarán jamás. Fue el momento preciso en que la guerra llamó a las puertas de un país que en un principio parecía haber escondido la cabeza en su cocha y olvidar que en el mundo se estaba produciendo uno de los mayores conflictos de la Historia: La Segunda Guerra Mundial. Con el sonido de los motores de los aviones nipones y con los gritos de los marinos que se ahogaban en la bella base hawaiana de Pearl Harbor fue como Estados Unidos entró en la guerra. Para los americanos el ataque japonés a una de sus bases fue toda una traición a gran escala, y no es raro que apodaran a ese día como “El día de la Infamia”. Obviamente, durante un tiempo, éstos quedaron noqueados, en un impasse raro en el que el titán herido comenzó a armarse mientras se lamia las heridas y prometía venganza por sus muertos. Pero mientras tanto el tsunami nipón arrasaba todo el Pacífico de Norte a Sur. Como piezas de dominó caen parte de China, Malaca, Singapur, Hong-Kong, Filipinas, Tailandia e Indonesia. Y a ese paso el Imperio del Sol Naciente esta a las puertas de la perla inglesa, la India, y de Australia. No solo los americanos son los damnificados ante el avance japonés sino que otro imperio, el inglés, se siente amenazado. Aun así, los americanos se revuelven y cuando ya se sienten fuertes contraatacan con más fuerza y tras increíbles victorias como la de Midway o Guadalcanal  la tortilla se da la vuelta y ahora son los nipones los que observan con estupor como el sueño de un imperio milenario se convierte en pesadilla. Perdidos los archipiélagos de Salomón, Marianas, Aleutianas y Marshall, solo quedan las Filipinas, aquellas cientos de islas de las que fue desalojado Mac Arthur y a las que juró regresar repitiendo continuamente aquello de “Volveré”, para frenar a los estadounidenses y evitar que el camino a Tokio quede expedito ante ellos. Así pues la ocupación de las Filipinas se convierte en un escenario vital de la Segunda Guerra Mundial, y jugándosela el todo por el todo, los japoneses se enfrentaran a los americanos en una de las más importantes del conflicto: La Batalla del Golfo de Leyte (23 – 26 de Octubre, de 1944)


A esta batalla marítima y anfibia también se la conoce como la 2ª Batalla del Mar de las Filipinas, y en sí no es una batalla singular, de un día, de frente a frente todo el rato, sino que está compuesta por cuatro batallas auxiliares que hacen un todo. La Batalla de Sibuyán; del Estrecho de Surigao; del Cabo del Engaño; y finalmente la Batalla de Samar. El autor del libro que nos narra esta épica lucha, José Manuel Gutiérrez de la Cámara Señán, además de recoger al principio de su obra el origen del conflicto y los pasos que desembocaron en la desesperada batalla de Leyte, posteriormente nos diecciona como evolucionó ésta y cuáles fueron las tristes consecuencias para el ejército japonés y cuáles fueron los frutos obtenidos por la parte estadounidense. En Japón, tras las continuas derrotas y tras observar como las tropas americanas saltaban de isla en isla de forma victoriosa, había un clima de pesimismo atroz y sabían que si perdían más terreno su patria estaría verdaderamente en peligro de existir. Es por ello que se pidió no solo al ejército, sino también a la población que hicieran un esfuerzo supremo para frenar a los yanquis que estaban a punto de llamar a sus puertas y profanar la tierra sagrada de sus ancestros. Sabían, y habían aprendido, que frente a la súper potencia armamentística de sus enemigos no tenían nada que hacer y tras años de perder gran parte de su flota era un suicidio ir de frente (el recuerdo de la cacería de patos de las Marianas estaba muy presente). Así pues idearon un plan, el Plan SHO  (Victoria en japonés) con el que hacer caer en la trampa a los americanos. Dejaron que el 20 de Octubre desembarcaran las tropas rivales en Leyte y tras engañar al almirante Halsey pusieron su empeño en destruir los barcos de transportes y bombardear a las tropas desembarcadas. Ni en sus sueños más alocados creían que podrían vencer, solo retrasar el avance enemigo, pero contra todo pronóstico aplastaron a los americanos. Pero éstos se rehacen pronto de forma milagrosa e imponen la lógica de la guerra. Fueron cuatro días de intensos combates  y al final, el 26 de Octubre de 1944 el ejército nipón es derrotado. MacArthur prometió volver, y efectivamente lo hizo.

Las consecuencias de la batalla fueron muy importantes para ambos bandos. Los japoneses perdieron en el fondo del mar 305.710 toneladas de naves, frente a las 37.300 de los americanos. Es decir 45% frente a 3%, o lo que es lo mismo un simple rasguño a un país que puede reponer día a día con facilidad las pérdidas sufridas en el campo de batalla. Cosa que no tienen los japoneses los cuales nunca pueden hacerlo y ante lo cual solo pueden elucubrar cuando pedirán la rendición. La Batalla del Golfo de Leyte, considerada como el enfrentamiento aeronaval más grande de la Historia Contemporánea, es uno de esos momentos que vale la perna recordar y que gracias al libro de José Manuel Gutiérrez tienen ahora oportunidad de hacerlo. Gracias a él podrán navegar en los barcos que participaron en la batalla; desembarcar y sentir el fango junto a las tropas americanas, ver increíbles lances aéreos y sentir por primera vez el viento divino de los kamikazes en misión suicida, y, en fin, conocer de primera mano como fue el último clavo que pusieron los estadounidenses en el ataúd japonés. Desde aquel día el camino a Japón quedaba abierto. El Imperio del Sol Naciente estaba a punto de convertirse en el del Sol Poniente.