martes, 26 de marzo de 2019

EL REY Y EL MENDIGO


Un Jueves Santo el rey Carlos II, el Hechizado (1661 – 1700), al salir de una iglesia acompañado de su séquito fue abordado por un grupo de mendigos que le esperaban a las puertas del edificio. El rey, al ver semejante muestra de pobreza, en un acto de piedad se arrancó la cruz de brillantes que portaba al cuello  y acabó entregándosela a uno de ellos. Al rato un cortesano que se había quedado algo retrasado se dio cuenta de que el rey no portaba la cruz y comenzó a gritar diciendo que habían robado a su majestad al salir de la iglesia. Se ordenó a la guardia que volviese al lugar donde, supuestamente, se había perpetrado el robo y detuviera a todos los mendigos que hubiera en la zona. Cuando interrogaron al indigente en cuestión, éste, entre lágrimas confesó que no había hecho nada malo y que había sido el propio rey quien le había dado la cruz, y cuando Carlos II así lo confirmó mandó devolvérsela porque en verdad había sido un regalo suyo. Pero había un problema ya que dicha cruz pertenecía a la colección privada de las joyas de la corona y éstas no se podían dar alegremente. Así pues se optó por una solución salomónica: como ésta no se podía regalar, pero como también había sido uno de los deseos del monarca, se pasó a tasar la cruz con lo que el montante obtenido (unos doce mil escudos) le fueron entregados al agraciado mendigo.