martes, 14 de junio de 2011

EL ENTIERRO DE MOZART



Her Mozart tuvo un entierro terrible, solitario y muy muy anónimo. Sí, como se lo cuento. Parece ser que la señora de Mozart, Constance, no tenía dinero para más, alrededor de sesenta florines, así que el mayor genio de la música se tuvo con conformar con un entierro de tercera clase. Un acto luctuoso en el que además acudieron pocas personalidades, ya que además ese día 6 de Diciembre de 1791 llovía a raudales y la gente no estaba para recorrer el trayecto que separaba Viena del cementerio que había a las afueras.
El cuerpo fue trasladado en carreta en un "ataúd multiuso" pues era de los más baratejos. Tenía una portezuela a los pies y en cuanto éste se inclinaba dejaba caer el cuerpo amortajado, sirviendo posteriormente para otro cadáver. En esta triste caja fue nuestro genio... seguramente que a lo lejos se oiría el Réquiem con dolorosa melodía... y fue dejado caer con indolencia en una fosa común con dieciséis fiambres traídos hasta el camposanto antes que él. Se le echo cal y cuatro paladas de tierra y allí quedó más solito que la una.
De verdad que es triste esta forma de irse de la vida tan alejada de la gloria que tan justamente se merecía. Lo más curioso es que sí hubo alguien que le acompañó en este trance... un perrito, un chucho desarrapado que fue al lado de la carreta hasta el final. Un historiador holandés Villen van Loon, en su libro Las Artes, nos habla de este protagonista accidental:

"Sólo un perro, lleno de barro, sucio, se animó a seguir el cortejo hasta el cementerio, y fue, en consecuencia, el único caballero que presenció la ceremonia el día en que Mozart fue enterrado como un perro".

Fuente: Polvo eres 2, de Nieves Concostrina; y  Amadeus, de Milos Forman