viernes, 6 de enero de 2012

LA CUEVA DE SALAMANCA


Fuente: España insolita y misteriosa, de Juan Eslava Galán

En Salamanca, ciudad famosa por su universidad, se dice que existía otro centro de saber paralelo al cual acudían muchas personas venidas de todo el mundo para aprender magia y brujería. El director de tan afamada facultad era el propio diablo que enseñaba a todos sus alumnos cualquier tipo de sabiduría infinita que no estuviera al alcance de la iglesia. Unos opinan que el demonio solo aceptaba, bajo juramento, a uno de cada siete alumnos mientras que otras personas dicen que el maligno aceptaba a cualquiera pero que a cambio les robaba las sombras como firma que sellaba eternamente el pacto diabólico. Es por ello que estos estudiantes debían caminar a la luz de la luna porque si andaban por las calles salmantinas a plena luz del día eran rápidamente identificados.

Pero ¿dónde estaba este centro de estudios tan peculiar? Es bien conocido por la gente del lugar que la entrada seguramente estaría en un pasadizo bajo la iglesia de San Ciprián y que a través de él se llegaría a la cueva subterránea del demonio instructor. La iglesia, como no podía consentir tal superchería, amenazó con la excomunión a cualquier persona que quisiera encontrar el pasadizo, por lo que rápidamente tapió cualquier entrada que estuviera cerca del subterráneo. Pero este contratiempo no amedrentó a los “estudiantes” que aseguraban una y otra vez que había más entradas.

Como toda universidad que se precie también esta tenia cuadro de honor, y en el figuraban dos alumnos aventajados. Uno de ellos era el Marques de Villena el cual aseguraba que había engañado al mismísimo diablo pudiendo conservar su sombra para siempre. Pero más espectacular era un clérigo navarro llamado Joanes de Bargota, el cual desaparecía continuamente, apareciendo unas veces en medio de una plaza con la capa llena de nieve en mitad del caluroso verano. Aunque esto era poco para él ya que aseguraba que una noche voló raudo a Roma y penetró en el Vaticano para impedir que el Santo Padre cometiera pecado.