lunes, 26 de marzo de 2012

SIRVIENTAS ASESINAS, de Marisol Donis



Las virtudes de la mujer son domésticas y con frecuencia sus grandes crímenes también y eso contribuye a que parezcan más graves, sin que lo sean en la realidad. Podrá ser más repulsiva pero no peor que el hombre y al juzgarla no debemos añadir a la monstruosidad del crimen la del sexo. (Concepción Arenal)

El cuidado de la casa y de los que la habitan es un tema tan viejo como el mundo. Sean ya esclavos en la antigüedad como modernas asistentas en la actualidad, la historia de los sirvientes dentro de nuestras paredes merece tener un apartado propio dentro del devenir del tiempo. El invitar a un extraño junto a nosotros y ofrecerle nuestro personal cuidado puede ser todo un acierto y comodidad, pero también puede entrañar unos peligros que ingenuamente desconocemos. La relación entre los criados, asistentes, sirvientas, o como quiera que se les quiera llamar, siempre ha de tener un punto de concordia y respeto pues la falta de ella y el abuso de lo segundo hace que la relación pueda acabar con éxito o en un auténtico desastre, llegándose incluso a curiosas tragedias de muerte y horror. Aunque ya no son tan comunes estos casos, a lo largo de la historia se han producido cientos de estos tristes desenlaces pareciendo que tuvieran su punto álgido en el siglo XIX tal vez debido a que la Revolución Industrial llevó una fuerte marejada de sirvientas desde el campo a la ciudad en pos de un sueño y una alegre ilusión de abandonar una dura vida de campesino que no les reportaba nada, para acabar desgraciadamente estrellándose frente a la dura realidad de que en el mundo la miseria llega también a las ciudades. Ese desmoronamiento de la fantasía acabó llevando a muchas de ellas a querer cumplir lo soñado a base de sangre y fuego. Esta triste realidad la ha plasmado perfectamente Marisol Donis en su libro Sirvientas Asesinas, publicado por la editorial Nowtilus, el cual nos ofrece uno de los episodios más desconocidos y ocultos  de nuestra historia, la relación que existió entre amos y criadas en aquel decimonónico siglo XIX y las causas que llevaron a la criminalidad a aquellas mujeres que desearon llevar una vida normal pero que el torbellino de la pobreza acabó por conducirlas desde el puro asesinato al frío cadalso.

El gran protagonista de este libro son aquellas criadas que entraron un buen día a servir a una casa por ingenuos y esperanzadores motivos de subir en la escala social con su duro trabajo o por maléficos pensamientos de hurto y homicidio, y que tuvieron la desgracia de acabar trágicamente en los calabozos para posteriormente ser abrazadas por el duro e implacable dogal del garrote vil. A través de estas páginas podemos ver de manera cronológica la historia de trece mujeres que acabaron con las vidas de sus amos motivadas por diversas causas. Algunas son más conocidas que otras, como por ejemplo la mediática Higinia Balaguer, famosa por el crimen de la calle Fuencarral, Cecilia Aznar,  o Javiera Fernández que estuvo envuelta en el turbio crimen de la calle Luna, pero en la mayoría se repiten constantemente muchos puntos en común de estas tristes damas. Comúnmente son mujeres provenientes de otras provincias o pueblos pequeños atraídas por el sueño de la gran ciudad, sea esta Madrid o Barcelona, y que entraron (muchas de ellas indocumentadas. Papel que sería necesario a partir de 1861) a cuidar personas en hogares ricos o pobres. Casi el 100% de ellas eran analfabetas o sin estudios suficientes  que al llegar a la urbe solo podían, debido a su falta de preparación, o ser prostitutas o criadas, agravándose, además, el hecho de que tampoco estaban preparadas suficientemente para asistir una casa pues en su anterior vida solamente habían vivido en la más sucia miseria. Si a esto le añadimos que en la mayoría de los casos los contratos eran verbales, sin compromiso alguno por parte de los amos, y que los abusos, fueran estos sexuales o psicológicos, estaban a la orden del día, hacia que la semilla del rencor y la ambición fueran anidando en las mentes de aquellas mujeres. De ahí al asesinato no había más que un paso, y es lo que sucedió a lo largo de aquel siglo de luchas liberales y conservadoras, pues muchos amos acabaron sus días o degollados, o envenenados o incluso carbonizados entre el fuego y el odio de las que creían que eran sus juguetes y esclavas.



Pero el libro de Marisol Donis no es solamente el relato truculento de unos infaustos crímenes sino que también es toda una obra maestra sobre la vida y sociedad del siglo XIX en España y la forma en que los españoles veían el mundo que tenían ante ellos. La autora trata de manera soberbia y directa los asuntos y delitos que asolaban la vieja piel de toro, cuáles eran las penas de muerte que existían en ese momento y las formas de aplicarla; la situación de las umbrías cárceles y la triquiñuelas por las que se regían los abogados y fiscales para inculpar o defenestrar al reo frente a la dura justicia. Gracias a esto y a su forma de narrar los hechos este relato de amos y criados es tan atractiva pues junto a la historia delictiva de aquel siglo Marisol Donis nos sumerge con hábil pluma en los mismos momentos del asesinato, poniéndonos en tensión y alerta, para posteriormente, sin descanso alguno, transportarnos a las duras sensaciones de un espectador cualquiera junto a las tablas del cadalso en donde podemos ver con embargada emoción los últimos momentos de aquellas desdichadas que por avaricia y venganza llevaron sus vidas hacia el lado oscuro del mal.

Sirvientas asesinas es un libro, les aseguro, que no olvidarán fácilmente, pues les llevará a aprender como era aquel submundo de criados donde los señores se movían con total impunidad y comprender a la vez lo que se ocultaba en la trastienda de cada hogar en el que a veces tras una sonrisa se escondía un deseo de muerte y tras cada abuso un sueño de venganza sin fecha de caducidad. Muchos de ellos no se dieron cuenta hasta el final.