miércoles, 11 de julio de 2012

RESISTE TUCSON, de Alber Vázquez



Hay cosas que un militar debe soportar porque no le queda más remedio. Y hay cosas que, bajo ningún concepto, debe tolerar. Esta, sin lugar a dudas, era una de ellas. Los salvajes no determinaban dónde podía o no vivir un español. Quizás los ingleses, a los que España hacia la guerra mucho más al este, sí. Pero un inglés  es un inglés y un apache un apache. Perros sarnosos en cualquier caso, pero caballeros los primeros y escoria de la peor calaña los segundos.       

A todos, creo, nos gustan las buenas historias. Nos deleita recrearnos con las hazañas de nuestros héroes en muchos escenarios y lugares. Uno de éstos que siempre han encandilado a los lectores es el Oeste, el salvaje y misterioso Oeste, la Última Frontera. Nos hemos maravillado, a través de los libros y sobre todo del cine con imágenes de broncos vaqueros, cowboys, pistoleros a sueldo o invencibles indios. Nos hemos extasiado con la visión de las inmensas praderas que de vez en cuando son copadas por los nobles búfalos. Todo un espectáculo visual que nos ha hecho pasar grandes ratos. Esto es bueno, no lo niego, pero lo que el lector, sobre todo hispano, ha de saber es que antes de que Toro Sentado, Custer, Jesse James o Wyatt Earpt deslumbraran con sus gestas al mundo entero, casi cien años antes una gran mayoría del territorio norteamericano pertenecía a la Corona Española, y que estos lugares estaban habitados por los españoles que igualmente que los anteriores también lucharon bravamente por su tierra frente a las duras y sanguinarias figuras de los apaches. Por tanto recuperemos la memoria y no olvidemos que antes de existir un western americano hubo un western español. Un western de sangre, rabia, dolor y heroicidad.
           
Antes de continuar con la reseña me gustaría hacer un inciso sobre un elemento importante, eje argumental necesario, de la novela que tenemos entre manos, Resiste Tucson, de Alber Vázquez, editado por Inédita en 2010. Gran parte del libro se desarrolla en el Presidio de Tucson, sita en el desierto de Sonora, alrededor de 1782, concretamente en las Guerras Apaches que asolaron la zona por aquellas fechas. La confusión puede darse por la palabra “presidio”. El lector no ha de imaginarse que dicho lugar era una cárcel incruenta donde se llevaba a los presos por motivos delictivos. No, un presidio (del latín presidere, estar delante, estar al frente) aquí significa una guarnición que se pone al frente de una plaza para protegerla. La evolución de la palabra actual, como nota curiosa, proviene de las guarniciones o presidios marroquíes a donde se enviaban los convictos. De ahí provino el significado que todos conocemos. Aclarar este elemento lingüístico es importante para que el lector no tenga una idea prefijada antes de abrir esta magnífica novela. Pues en dicho presidio es donde se desarrolla la gran gesta de la que me propongo hablar. Éste protegía a los colonos que se habían afincado en la zona de Tucson a mediados del siglo XVIII, y los defendía cual castillo medieval, desde sus empalizadas, de las incursiones indias que hostigaban a los españoles, robando sus caballos y bueyes, violando a las mujeres y niños, y asesinando a los hombres. Todo se desarrollaba con normalidad meridiana hasta que una inesperada avalancha de apaches hace peligrar la existencia no solo del mismo presidio sino también de los sufridos colonos que con tanto esfuerzo subsisten en la dura tierra de Sonora. Pero los apaches, que de forma un tanto extraña han cambiado de estrategia y se han vuelto más agresivos, tienen delante no a unos pusilánimes soldaditos amedrentados por el brillo de los machetes, sino a toda una serie de auténticos guerreros españoles que no están dispuestos a que ningún desalmado ponga un pie en el presidio, arrample con las cosechas o ponga un dedo en la dulce cabellera de una de las mujeres. Los españoles ven como se acerca toda esa turba y con una parsimonia increíble y formal sacan sus sables de sus vainas, y enfilan las aceradas lanzas contra el enemigo. Que Dios se apiade de los apaches porque el día de la sangre ha llegado.



Este es el punto inicial de esta trepidante novela que nos ofrece Alber Vázquez, autor que ya nos sorprendió gratamente con otra novela Medio Hombre, en donde se narraba la epopeya de Blas de Lezo. Es un autor a seguir ya que esta creciendo y que actualmente esta siguiendo una exitosa línea de novelas en donde, para regocijo de todos los que amamos la Historia y la Aventura, recupera hechos gloriosos de nuestro pasado nacional.
           
En este libro podemos observar dos ideas claras en la mente del autor. Por un lado, con un tono duro, seco y efectivo que acompaña toda la obra, nos enseña el periodo histórico de las batallas hispano-apaches en la medianía del siglo XVIII. Nos muestra toda la valentía y abnegación que unos militares como por ejemplo el capitán Allande o el sargento Sosa, muestran por su patria, por muy lejos que estén de ella. Tienen un código divino, unas ideas militares que están por encima del bien y del mal y que no dudan en defender y perder su vida para proteger a los colonos que tienen asignados. Y por otro lado, la novela es todo un homenaje a todas aquellas personas, sobre todo españolas que fijaron su residencia en aquellos lugares tan lejanos de sus raíces y desafiaron con sus vidas los peligros que arrostraba una tierra hostil. Personas que persiguieron sus sueños y que fiaban su existencia detrás de los aguerridos soldados. En verdad es una pena que la apuesta arriesgada de estos soldados y estos colonos fuera olvidados por las generaciones que les siguieron. Menos mal que escritos como éste que nos ofrece Alber Vázquez nos devuelve una parte de las hazañas de estos héroes anónimos.
La novela, Resiste Tucson, mantiene en tensión al lector y no le deja tregua en ningún momento. El estilo está sublimado a la acción. Como ya he indicado anteriormente el lenguaje es directo, casi militar sin andarse con rodeos retóricos ni excusas lingüísticas. Un lenguaje rudo, de soldados en acción que en ese momento andan metidos en la defensa numantina del presidio. No hay tiempo de andarse con paños calientes sino de entrar en la lucha misma. Cada hoja desprende una carga de testosterona bestial haciéndote sentir que estas metido en plena contienda. Cuando los machetes y las afiladas flechas hacen peligrar tu vida, no hay tiempo para discursos sino para la pelea.
           
Resiste Tucson es una gran novela de aventuras, acción y hazañas increíbles. Una historia que no deja indiferente a nadie y que le mantiene despierto todo el rato, siendo inmisericorde con el lector. Alber Vázquez ha sabido encontrar entre estas páginas el punto exacto entre entretenimiento e historia épica. Se la recomiendo pues no solo aprenderán una parte de nuestra historia americana, porque aunque se sorprendan sí estuvimos allí, sino porque con su lectura honraran la memoria de los grandes héroes que a base de inteligencia y una espada dura como los dientes del lobo supieron poner en aquella tierra su peculiar pica de valentía.