sábado, 11 de agosto de 2012

ÚLTIMAS PASIONES DEL CABALLERO ALMAFIERA - Juan Eslava Galán




Alfonso se vuelve al arzobispo de Toledo y con gesto demudado le dice:
-¡Muramos aquí, yo y vos, arzobispo!
-De ninguna manera –responde don Rodrigo con voz tranquila-. Al contrario, señor: aquí venceréis a vuestros enemigos, pero si Dios quisiere otra cosa, todos estamos preparados a morir con vos.

Ahora, en estos momentos en los que pongo mis dedos en el teclado para escribir una reseña literaria estamos en pleno verano, más concretamente en Agosto, mes en el que como reza el refrán el sol te fríe el rostro. Ha sido un periodo estival muy curioso en el que el universo del deporte ha reinado por encima de las noticias haciendo vibrar a todo un país con victorias balompédicas allá en Polonia y Ucrania, e igualmente haciéndonos soñar con el dorado metal olímpico en tierras de Albión. En muchos casos hemos demostrado que en estos momentos somos ases en el deporte al alzarnos con hercúleos trofeos, pero confirmándonos de nuevo que somos los reyes en otra disciplina deportiva más peligrosa: la del olvido. Déjenme que les explique. A punto está de acabar el tórrido verano y, a no ser en pequeñas noticias provinciales, o en eruditos círculos ilustrados, los noticiarios de toda España han obviado de manera vergonzosa uno de los centenarios más ilustres de nuestro país, siendo tan importante que si hubiera resultado fallido ahora mismo, seguramente, no estaríamos comiendo jamón con total impunidad ni existiríamos como país independiente. Se preguntaran ¿a dónde nos quiere conducir con esta diatriba? Pues bien, les diré por si no se han percatado que el 16 de Julio de este año se han conmemorado los 800 años de la Batalla de las Navas de Tolosa (1212). Una batalla que cambió el destino no solo de España sino de Europa y del mundo, pues a punto se estuvo de que el Miramamolín pudiera abrevar sus caballos en las fuentes bautismales de la Santa Sede. Esta bien alegrarse por los triunfos pasajeros, pero eso no nos ha de permitir tirar por tierra el único tesoro terrenal que tiene el ser humano, aquel que ninguna tiranía puede hacerle perder: la memoria.

Pero, gracias al Altísimo, todavía existen rapsodas que no permiten que la luz efímera del día nos deslumbre sobre lo que aconteció hogaño, sabiendo con meridiana verdad que las noticias de hoy son las historias y leyendas del ayer. Como bien lo saben ustedes y como ha demostrado en multitud de ocasiones, uno de estos escritores que no permiten que caigamos en la desmemoria total, que lucha con todas sus fuerzas para que no bebamos continuamente de las aguas del Leteo, es Juan Eslava Galán, y en concreto, sobre el tema de la Batalla de las Navas de Tolosa, de los Cuatro Reyes, o, en la historiografía árabe Batalla de Al-Uqab, con la fantástica novela Últimas pasiones del Caballero Almafiera, donde con diestra mano y afilado cálamo nos adentra no solo en los aguerridos asuntos del conflicto en sí, sino que nos transporta al mundo del siglo XIII en el mismo punto álgido en que la Reconquista dará un vuelco a favor de los reinos cristianos frente a la medialuna ismaelita. Estamos en el año 1212, año glorioso para san Yago, y un baqueteado caballero venido a menos, pero con un glorioso curriculum en tierras allende de Bizancio y curtido en fuertes combates de efímera cruzada, llamado Gualberto de Marignane, se adentra más allá de los Pirineos buscando una satisfacción por daños ocasionados en sus tierra occitanas durante la gran represión cátara. Pero no sabe que esta labrando su destino pues una serie de aventuras le lleva a enrolarse en la partida de ultramontanos que vienen del extranjero a engrosar  el ejército de Alfonso VIII, más tarde más conocido como Alfonso el de las Navas, en la santa cruzada propuesta por Inocencio III para librar a la península de los árabes y quebrar el espinazo de la fe musulmana. Desde el Norte hasta la explanada de La Mesa del Rey (Jaén), las vicisitudes de este caballero, sus amores, deseos  y requiebros hacia la gentil y malmaridada doña Eliabel, junto con hazañas de bizarro guerrero al lado de las hordas de los otros dos reyes en liza, Sancho VII el Fuerte, de Navarra, y Pedro II de Aragón, configuran un impresionante mosaico en el que el lector podrá comprender en toda su magnitud el origen, desarrollo y término de la batalla y las uniones y desuniones que había en ese momento en la reconquistada España.



Y es que este libro no es una novela más de aventuras y glorias de guerra sin sentido. Juan Eslava Galán, y más en concreto su trasunto el trovador Johannes Eslava, con un estilo que remeda a los escritos medievales, con una parla rica, sugerente y emotiva, cual máquina temporal, nos coge de la mano y nos transplanta al mismo corazón del siglo XIII. A la vez que vamos viendo las pasiones y correrías de los protagonistas nos abre los ojos a los reinos cristianos y sus modos de vivir. Nos habla de sus costumbres, formas de amar, y costumbres antiguas. Si se cierran los ojos podemos sentirnos invitados a la mesa del rey, pasear por los estrechos callejones de las ciudades medievales, mientras paladeamos los sabores de las comidas en grandes salones u oscuros figones, e incluso deleitarnos con los cantares de juglares y demás trovadores que nos requiebran con dulces cantos, ilustrativas historias de míticos caballeros o de amores imposibles al caer el sol de la tarde mientras el amigo ha de huir a tierras lejanas. En este libro todo es deleite para nuestros sentidos y nuestra magra mente, hasta el mismísimo momento de la eclosión final de la batalla en donde los temas de amor y corte se transforman en asuntos de espada y hazañas sin par. Pasamos de las ricas alfombras a la dura tierra del campo de lidia en donde cuatro inmensos ejércitos, grandes e incontables como granos en silo de arroz,  se batirán el cobre por conseguir la gloria final. Ahora estaremos entre caballos, sudores de peones engendrados en el vientre de Marte, y afiladas cimitarras que relucen a la luz del abrasador sol de Julio. El poder evocador de los escritos del autor es tan fuerte que hará que el lector no despegue nariz de la lectura pues uno no es que se sienta en la contienda, es que la vive de una manera especial. Gritaremos por nuestra enseña hasta quedarnos roncos, nos asustaremos por la gran copia de sangre que hay a nuestros pies, (la mortandad fue tan grande que hasta las mismas alimañas sintieron días después repulsión y hartazgo de comer tanta carne muerta), y sobre todo batiremos nuestras manos de alegría al ver la gran cabalgada de los tres reyes que llegan a derribar el real morisco, saltando por encima de los imesebelen (los desposados), cual presa sin contención, para hacer huir al tartamudo Al-Nasir por las fértiles sierras de Jaén. Todo un mundo a su disposición, difícil es sustraerse a él. No es una novela más sobre las Navas… es, con todos los honores, La Novela de las Navas.

Y para que no se le haga difícil la lectura Eslava Galán y la editorial Planeta han adobado el libro con varios apéndices, glosarios lingüísticos e históricos junto a esquemas de armas de la época, que harán más llevadera la lectura a cualquier persona que quiera durante unos días andar por tierras medievales. Las Últimas pasiones del caballero Almafiera, y no me equivoco, ha hecho justicia al devolvernos al centenario de la Batalla de las Navas de Tolosa y recuperar con una prosa difícil de superar la memoria de un momento crucial en la historia mundial, un momento en el que dos formas de comprender el la realidad se enfrentaron en un valle por el destino de la humanidad.