viernes, 11 de enero de 2013

EN BUSCA DE LA INMORTALIDAD



Es bien sabido por todos que Gengis Kan era una persona en la que imperaba una gran fuerza de voluntad junto con un perfecto autocontrol, teniendo a la vez gestos corteses y magnánimo con sus enemigos vencidos a la vez que era rencoroso con aquellos que le traicionaban. Los biógrafos del gran Señor de los Océanos también nos aseguran que era muy combativo, bebedor y que tenía una naturaleza sensual demostrada pues tenía un buen número de esposas y concubinas dispuestas a cualquier hora para su disfrute personal. Pero para llegar a pertenecer a una de estas dos categorías las aspirantes debían pasar un examen exhaustivo teniendo que cumplir los siguientes requisitos: ser limpias, no dormilonas, evitar las aerofagias nocturnas, no roncar y sobre todo tener un aliento fresco y agradable al besar. Aun así con los años fue perdiendo interés en su harén ya que al cumplir los 60 años se volvió más místico, seguramente debido a las influencias budistas e islámicas que recibía de las tierras que iba conquistando. Esto hizo que se volviera más tolerante, ascético y que curiosamente tuviera pavor a la muerte.

Este miedo le vendría seguramente de saber que pronto moriría y que no llegaría a culminar todas las conquistas que deseaba conseguir. Por ello hizo llamar al sabio taoísta Changchun Zhenren para que le buscara el elixir de la vida eterna. Se le buscó por todo el imperio, desde China hasta el Hindu Kus y aunque costó algún tiempo al final se le encontró. Este sabio legendario tenía entonces 72 años y fue obligado a desplazarse desde su morada hasta la bella ciudad de Samarcanda. En total 2600 kilómetros de viaje. Changchun se postró a los pies de su señor y sin faltar a la verdad le explicó que no conocía la medicina que le solicitaban y que si lo deseaba podían cortarle la cabeza por haber fallado al gran señor de Asia. Gengis Kan quedó impresionado ante la franqueza del sabio y le perdonó la vida. Es más, ordenó a sus sirvientes que le colmaran de honores y le rogó que permaneciera a su lado durante algún tiempo. Ambos estuvieron días y noches charlando e intercambiando consejos. Changchun le aseguró que si abandonaba la caza, hacía algo de régimen y tuviera algo de continencia sexual alargaría la vida y moriría feliz sin dolores.