jueves, 2 de mayo de 2013

TODOS LOS PERROS VAN AL CIELO

Esta historia demuestra que muchas veces un animal es más fiel que un ser humano. Su nombre era Canelo y su leyenda comienza a finales de los años 80 cuando su dueño tuvo que ir al Hospital Puerta del Mar a someterse a unas sesiones de diálisis. Siempre iban juntos, nadie nunca los vio por separado, y de esta manera, cómplices ambos en la amistad, llegaban a la puerta del Hospital. Su dueño le cogía de la cabeza y dándole un beso le decía: “Luego nos vemos”. Canelo para matar el rato se acurrucaba al lado de la puerta o daba algún paseo ladrando a los gatos o persiguiendo a los pajarillos. Alguna vez, mientras esperaba a su amigo, dejaba que los niños lo acariciaran o que le dieran alguna chuchería dando a cambio rabotazos en señal de agradecimiento.

Pero un día él no salio. Como siempre le había dicho que le esperaba, que luego volverían juntos a casa, como era habitual, pero algo debió complicarse allí dentro pues su dueño nunca salio. Había muerto mientras Canelo estaba acurrucado en la puerta soñando con grandes huesos y chuletones. Fueron pasando los días y el animal empezó a darse cuenta de que no era normal que su amigo tardara tanto. Poco a poco desapareció la alegría en su rostro pero en vez de desanimarse él siguió allí en la puerta del Hospital cual fiel guardián. Los empleados del lugar al igual que los viandantes pronto se dieron cuenta de la situación de Canelo y decidieron cuidarlo. Le llevaban comida, agua e incluso alguno quiso llevárselo a casa, pero él siempre volvía al mismo lugar. No siempre estaba mirando sentado mirando la puerta, sino que también daba algún trotecillo por los alrededores pensando que a lo mejor había salido por otro lado, pero siempre sin perder de vista la puerta principal.

Una vez el dueño de otro perro denunció a Canelo porque éste había intentado morderle en una pelea (cosa que dudo) y entonces la perrera quiso llevárselo para sacrificarlo. Para asombro de las autoridades todo Cádiz se levantó y se hicieron marchas por la ciudad para que quedara libre. Fue tal el clamor que al final Canelo fue indultado, volviendo rápidamente a su puesto de vigilancia a la espera de que su dueño volviera a salir y le premiara con la galletita que diariamente le daba en premio a su fidelidad. Pero tras doce años de espera, Canelo no pudo cumplir su sueño de lamer a su amigo pues en 2002, cuando estaba intentando pasar el paso de cebra que había frente al Hospital, fue atropellado por un coche. No solo Cádiz, sino toda España quedó compungida. En homenaje a su eterna fidelidad y cariño el ayuntamiento decidió en unanimidad poner su nombre a un callejón de la ciudad y una placa que reza lo siguiente:

A Canelo
Que durante 12 años esperó
en las puertas del hospital
a su amo fallecido.
El pueblo de Cádiz como homenaje
a su fidelidad.
Mayo de 2002