Eine Frage der Ehre (Es una cuestión de honor)
Hay fechas para
la historia. Hechos importantes que han ocurrido y que han servido de eje o
cruce hacia un nuevo camino en el devenir humano. Pero aun así junto a ésos
también existen otros fallidos que por desgracia no han podido ser transitados
por los hombres y que si hubieran sido abiertos con éxito tal vez nuestra
propia historia habría sido muy distinta a como es ahora. Muchas han sido
aquellas fechas, y aunque es cínico jugar a la ucronía con ellas, entre todas destaco
una, el 20 de Julio de 1944. Un día que podría haber salvado de la ignominia el
futuro de Alemania y de los alemanes que todavía hoy siguen soportando el duro
yugo de la vergüenza. Aquel día, justamente a las 12:42 horas de un soleado día
estival podría haberse convertido en el primero del final de la Segunda Guerra
Mundial. Pero los hados, los dioses o la fortuna, no quisieron que fuera sí.
Despejemos la
duda, dejemos de jugar al gato y al ratón, y abramos el telón a una triste
historia de honor y rendición: el frustrado intento de asesinato contra Hitler.
Aquel que más se acercó. Al igual que el titulo del libro que humildemente
principio a reseñar, este acto suicida a la vez que valiente tuvo el mismo nombre
en clave: Operación Valkiria, ensayo
escrito por el experto en Segunda Guerra Mundial Jesús Hernández y editado por
Nowtilus en su interesante colección Historia Incógnita. El autor nos invita a
recorrer los motivos que llevaron a un grupo de conspiradores y eminentes
generales a querer matar al Führer en aquella fría Guarida del Lobo
(Wolfschanze) cercana a la localidad de Rastenburg (hoy llamada Ketzryn,
Polonia) aquel mes de Julio de 1944. Jesús Hernández no comienza su laborioso
trabajo de la nada sino que engloba todo esta aventura temeraria poniéndonos en
antecedente sobre la “historia” de los movimientos subversivos contra Hitler y
el movimientos nazi en general, pues no todas las personas que vivían en
aquella Madre Patria Alemania estaban de acuerdo con el ascenso de aquel cabo
austriaco ni con su manera de enfocar su política totalitaria. En un principio
estos movimientos contrarios a Hitler destacan sobre todo por formaciones ideológicas
de izquierdas o estudiantiles como por ejemplo la Rosa Blanca o la Swinjugend,
los famosos Jóvenes Swing. A la vez junto a estos movimientos pacíficos e
intelectuales antes de la guerra mundial esta resistencia también estuvo
trufada de un buen puñado de intentos fallidos de asesinato que por azares de
la fortuna nunca llegaron a buen puerto, lo que hacia que en la alocada mente
del Führer se fuera fraguando este lema: “¡Soy invulnerable, soy inmortal!” Forjándose
así una especie de leyenda y baraka tan injusta como frustrante a los ojos de
aquellos que querían acabar con él.
Pero aquellos
intentos frágiles y algo espontáneos cambiaron con la llegada del año 1941 y la
invasión a Rusia en la Operación Barbarroja, además de la entrada de Estados
Unidos en la contienda después de Pearl Harbour. Como curiosidad, el retroceso
de los alemanes después de Stalingrado propició una nueva mentalidad a los
conspiradores quienes vieron como trágica la derrota futura alemana, pero no
por patriotismo nazi sino porque si no actuaban rápido y de manera algo más
ordenada, más marcial, las también futuras opciones de una paz pactada con
rusos y aliados serían efímeras. Desde 1941 los generales y oficiales tomaron,
por tanto los mandos golpistas, ya que por un lado comenzaban a crecer una conciencia
militar de descontento con los resultados suicidas de la guerra, y por otro
lado se veían impotentes y en algunos casos arrojados a observar las barbaries
que la Gestapo y las SS hacían con los judíos. Se avergonzaban al constatar que
aquellos holocaustos no eran propios de alemanes. Pero aunque estos nuevos
conspiradores eran militares de nuevo la suerte estaba con Hitler pues muchos
intentos de atentados fueron frustrados por la inexperiencia o la mala suerte,
como por ejemplo el intento de Trescow de 1943 de hacer volar el avión del Führer
con una bomba alojada en una botella de Cointreau. Incluso después de la
explosión fallida tuvo que ir el mismo a Rastenburg a buscar aquel “regalito”
especial. Así que es comprensible que el mismo Trescow gritara con ira: “¡El
día de matar a ese canalla nunca llega! ¡Cada vez es toda más inútil! ¡Cada vez
algo sale mal!”.
Los meses
pasaban y el círculo de militares golpistas se cerraba y se hacía más pequeño
ya que cada dos por tres muchos eran detenidos. No quedaba nadie que fuera
cercano a Hitler… pero entonces surgió la figura mutilada de Claus von
Stauffenberg. El plan Valkiria despertó como el fénix de las cenizas y de
manera más metódica se preparó la caza del lobo de Rastenburg. Esta operación
preveía poner en alerta al Ejército de Reserva y convencerlo de que la Gestapo
o las SS se habían rebelado y habían intentado acabar con la vida de Hitler,
para de esta manera conseguir el control de las zonas neurálgicas de Berlín.
Stauffenberg, como nuevo coronel y jefe del Estado Mayor del comandante del
Ejercito Interior, el general Fritz Fromm, sí tenía permiso para estar en las
reuniones La Guarida del Lobo. Todo era cuestión de que consiguiera colar un
explosivo al lado de Hitler y hacerle volar por los aires. Si todo saldría bien
una representación eminente de militares se pondría al frente y pasado un
tiempo derivaría en un estado civil que lograría una paz honrosa para Alemania.
Stauffenberg lo
intento en varias ocasiones pero su mayor logro lo consiguió aquel 20 de Julio
de 1944 cuando, advertido por una llamada de teléfono, dejó la sala de
conferencias de la Guarida y, tras dejar la maleta explosiva al lado de Hitler,
se alejó del complejo para no morir en el atentado. Minutos después, a las
12:42 horas el mortífero artefacto hizo explosión y la Operación Valkiria se
puso en movimiento… pero fracasó pasadas unas horas. Aunque parezca increíble,
de nuevo la suerte estuvo de parte del Führer, pues aunque muchos que había en
la reunión murieron en un mar de sangre el solamente sufrió quemaduras en la
pierna derecha, un brazo dolorido y cortes en la frente. Le tuvieron que sacar
de la pierna un total de cien astillas. La indecisión de los generales
golpistas, la diligencia de un comandante nazi Otto Ernst Remer que no se trago
el engaño, y las comunicaciones entre Goebbels con Hitler hacen que toda la
operación se venga abajo y los complotados con Stauffenberg a la cabeza, quien
será fusilado a medianoche, sean
capturados y masacrados por el rodillo vengativo nazi.
Podemos echar la
culpa a la mala suerte, la no muerte de Hitler, y las cuatros horas de
indecisión para comprobar la muerte del Führer, pero analizados los hechos fríamente
nos damos cuenta que desde el principio este intento de golpe de estado estaba
condenado al fracaso ya que por un lado los conspiradores eran excelente y
eminente militares pero no unos asesinos de bomba a distancia. Estaban
preparados para mandar ejércitos y soldados a la muerte, pero no para un
atentado tipo anarquista. Y además, por otro lado, hay que pensar que se
centraron en la parte central de la operación pero cifraron la suerte posterior
del Reich en puras brumas ya que pretendían una extirpación casi quirúrgica y
sana del Jefe de Estado nazi sin prever el colapso que eso llevaría en las demás
instituciones y demás fanáticos nacionalsocialistas. Así que después del
atentado y la muerte de Hitler ¿qué?
Todos y cada uno
de los hechos, puntos importantes, personajes y consecuencias de la Operación
Valkiria están narrados de manera precisa e inteligente por Jesús Hernández.
Con una escritura directa nos enseña como se desarrollo todo este movimiento
interno dentro del Tercer Reich y muestra también como no todos los alemanes
fueron nazis fanáticos, llegándose el caso de no dudar en derramar su sangre
para vencer al tirano, al dragón que amenazaba con su locura con quemar el
mundo entero. Stauffenberg fue uno de aquellos San Jorges que no titubearon al
luchar contra aquel ser endemoniado sintiéndose orgulloso de su muerte pues
sabía que si triunfaba conseguiría lavar el honor de Alemania para alcanzar un
mundo mejor en una tierra de lágrimas y ciudades devastadas.
Ya es hora de que se haga algo contra
Hitler. Pero el hombre que tenga el valor para hacer algo tendrá que hacerlo
sabiendo que pasará a la historia de Alemania como un traidor. Claro que, si no
lo hace, será un traidor a su propia conciencia.
(Claus Von
Stauffenberg)