Se cuenta que un
día antes de la Batalla de Accio (31 a.C), el César Octavio estaba dando un
paseo, solo con sus pensamientos, cuando vio acercarse hacia él un labriego que
llevaba de la correa a un burro. Tan entrañable le pareció la escena que al
pasar a su lado le preguntó:
¿Cómo te llamas?
A lo que el
mulero respondió:
Me llamo Fortunato, señor, y este burro se
llama Vencedor.
Esta respuesta
le gustó tanto al futuro Augusto que no dudó ni un solo momento en considerarla
como un augurio excelente. Cuatro años después, para conmemorar la derrota de
Marco Marco Antonio y Cleopatra, fundó en el mismo lugar el asentamiento de
Nicopolis (la ciudad de la Victoria)
poniendo en el centro del foro un grupo escultórico que representaba a
Fortunato junto a su burrito.