jueves, 29 de mayo de 2014

¡OTRA, OTRA, OTRA!



Cuando Felipe V se dirigía a Madrid, tras convertirse en el nuevo roi d’spagne, ante los españoles se habría una nueva etapa de promesas de cambio. Y era tal la felicidad que en muchos lugares por donde pasaba hacían fiestas y luchaban con ahínco por ver aunque fuera solamente la mano de su majestad saliendo por una ventana de la carroza. Pero en la iglesia de un pueblo ocurrió un hecho tan curioso que no nos hemos de olvidar de consignarlo en la pequeña Historia de España. Sucedió que el Soberano asistió a la actuación de un coro y le gustó tanto el cantó de aquellos mozalbetes que no se le ocurrió otra cosa que darles a cada uno, e incluso a su director, unas monedas como propina. A cambio pidió que le cantarán de nuevo aquella pieza tan bonita que le había agradado. Rápidamente así lo hicieron y cuando terminaron este bis el director se inclinó ante el nuevo rey diciéndole lo siguiente:

¿No podría Su Majestad repetir también?

Y, claro, para no quedar mal delante de toda la corte el joven Felipe V tuvo que apoquinar otra vez una nueva propina. Fue un alivio que el monarca no pidiera un concierto entero pues sino se hubiera arruinado antes de llegar a sentarse en el trono de España.