Dícese de la
persona que por su condición física es muy poco agraciada. Según cuenta Sbarbi
en su Gran Diccionario de Refranes,
Picio fue una persona real, natural de Alhedín (provincia de Granada), y de
profesión zapatero. Un día fue condenado a muerte y justamente cuando se
hallaba en capilla la noche antes de ejecución, un soldado le comunicó que le
habían indultado. Tanta fue su impresión que en poco tiempo se le cayó el pelo,
las cejas y las pestañas, quedándole una cara horrenda llena de tumores y
bultos. Después de esta transformación se mudó a Lanjarón, en donde le
expulsaron debido que no pisaba nunca la iglesia y porque no se tapaba la calva
ni la cara con un pañuelo para evitar que las demás personas con las que se
cruzaba no se asustaran de él. Al final se afincó en Granada donde acabó
pasando sus últimos días de vida.
No hay que
olvidar tampoco que en Andalucía este refrán es más largo e incluso tiene más
retranca: “eres más feo que Picio, a quien, de feo que era, le dieron la Unción
con caña, por lo asustado que estaba el cura.”